III. Dos siluetas solitarias.

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Cuando dieron las seis cincuenta, Alistair se preparó para salir. Se aseguró de llevar el reloj consigo. También procuró no estar tan desarreglado. Desconectó el cargador de su celular, lo guardó y salió corriendo hacia el parque.
La calle estaba repleta de luz artificial, personas y puestos de comida rápida. Tardó diez minutos en llegar. Víctor lo esperaba sentado en una banca metálica. Él era unos centímetros más alto que Al, aunque ambos tenían diecisiete años. Su tez era blanca, tenía una nariz respingada y un mentón puntiagudo. Era de complexión delgada. Su cabello era negro y corto. Estaba vestido con un pantalón de mezclilla gris, unos tenis negros y una playera blanca con mangas largas.

- ¡Hola! -jadeó Al que carecía de condición física.

Víctor rio a forma de saludo. Alistair se dejó caer en la fría banca y suspiró mirando hacia el cielo estrellado.
Después de algunos segundos habló:

- Perdón por llegar tarde...
- Ah, no te preocupes. No fue tanto.
- Sí, es cierto.
- Y entonces ¿Cómo está tu abuelo?
- Si... eh... bueno, él... él murió. Hace... ayer... él...

Era difícil hablar con el corazón triste. Víctor escuchó. Sabía cómo era perder a alguien. Se aclaró la garganta y le respondió, preocupado por su amigo.

- Lo lamento. No sé qué decir. Esto siempre es difícil...
- No te preocupes, estaré bien. Estoy bien.
- ¿Pero ahora qué harás? ¿Tienes más familia?
- No, no tengo más ¡Bueno! Eso creía... Antes de morir, mi abuelo me confesó que mi papá está vivo. No sé si quiero buscarlo.

Víctor se quedó pensativo.

- No sé qué decirte... Es una noticia rara. Pero tienes opción, ¿no? Si no te interesa no lo busques y estará bien.

Alistair le asintió a Víctor, quien vio la soledad y la confusión en su mirada. Para intentar ayudarlo, Víctor le ofreció el poco dinero que tenía. También le dijo que podía ir a su casa a comer cualquier día, pero Al se negó. En vez de eso le pidió que le contara una historia. No podía pensar en algo, hasta que se le ocurrió relatarle sus orígenes. No le gustaba recordar, pero sentía que podría ayudar. Así que tomó aliento y comenzó a narrar aquella inusual historia:

Él no sabía lo que sucedió. Nadie lo sabía. No existía una versión oficial ni evidencia concreta. Todo eran conjeturas y conspiraciones. Sus padres vivían en Estados Unidos, en un estado llamado "Missouri". Un día, un pequeño incendio apareció. Era tan insignificante que nadie le dio más importancia de la debida. Hay gente que dice que el incendio fue apagado para revivir con mayor ímpetu. Otros afirman que el fuego nunca se apagó. Eso es irrelevante. Lo que pasó después es lo importante. El incendio se hizo más grande, se desplazó con violencia. Consumió todo lo que sus lenguas alcanzaban. Alistair ya había escuchado acerca de ese acontecimiento, pero no había pensado lo terrible que había sido... era aterrador.
Continuó escuchando a Víctor relatar su historia.
Para cuando todos dimensionaron el peligro, era demasiado tarde. Hubiera sido el fin de toda América de no ser por los vigilantes. Apareció un héroe llamado Aqua King. Era capaz de crear y controlar el agua. Era obvio que el origen del fuego era otra reliquia, el poder de Aqua King fue lo único capaz de apagar las llamas. Sin embargo, una sola persona era insuficiente para el infierno desatado. Fue entonces que llegó un segundo vigilante: Wynd Master. Se transportaba con la ayuda de tornados de viento que él mismo invocaba con su reliquia. A pesar de su poder, el fuego no cedía a sus corrientes de aire, aunque sí eran suficiente para retener su avance, dándole tiempo a Aqua King para actuar. Finalmente, él se encargó de apagar el fuego.
Alistair pensó que Víctor se veía muy entusiasmado hablando de aquellos héroes.
Por desgracia, los héroes llegaron demasiado tarde. Para el final del día, el fuego había consumido tres estados y los muertos superaban las seis cifras. Según la versión oficial, el culpable del incendio murió junto con la llama, pero eso es una probable mentira. Lo que es un hecho es la imposibilidad para que la vida prevalezca en la zona donde el fuego estuvo. El concreto se desintegró, el aire está viciado y la tierra se envenenó.
Víctor terminó su relato. Alistair permaneció silente. Sabía que las reliquias eran peligrosas, pero no sospechaba su verdadera capacidad destructiva.
Sintió curiosidad. Era indebido preguntar, pero no pudo evitarlo:

- Oye, Víctor... ¿Y qué pasó con tu familia después de eso?
- Mis papás fueron acogidos en un estado aledaño, pero era incómodo. Al poco tiempo decidieron mudarse y venir a vivir a México. Nací aquí, en la ciudad, pero ya sabes lo que pasó con mi mamá. Estoy seguro de que papá me considera el culpable de su muerte.
- No pienses en eso. Estoy seguro de que te quiere.

Víctor titubeó. Comentó que su papá estaba raro, podía sentir su tristeza crecer. Alistair intentó tranquilizarlo.
Ambos se acompañaron en silencio bajo la noche fresca, invadidos por una melancolía sofocante. Después de un momento, Víctor se despidió. Él sonreía. Su tristeza era invisible. Alistair admiraba su fortaleza. Acordaron encontrarse al día siguiente en la escuela. Cuando lo perdió de vista se apoyó en la banca y miró a la luna. Era extraño pensar en volver a casa y no encontrar a su abuelo. Sabía que lo buscaría. Esperaba verlo sonriente frente a la estufa haciendo la cena, o sentado en el sillón con un semblante cansado, pero él ya no estaría ahí.
De repente no quiso volver a casa para omitir esa tristeza. Intentó desesperado activar el reloj, pero no funcionó. Al final se rindió y caminó hacia su hogar.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora