XXXVI. El hombre más solitario del mundo.

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Guadaña no parecía inquieto por regresarle el reloj a Al. Por su parte, él había abandonado la idea de atacarlo. Le interesaba lo que relataba. Guardó el reloj en su bolsillo y permanecieron expectantes.

- ¿Conociste a mi abuelo?
- Sí, pero no éramos cercanos. Él era un súper héroe. Antes, cuando las cosas eran más sencillas, existían los buenos y los malos. Yo estaba confundido, pretendía ser de los buenos, pero era una farsa. Era joven, idealista, me obsesionaba la naturaleza, detestaba la idea de que el mundo muriera por la irresponsabilidad humana. Me dejé llevar por mi odio. Quería matarlos a todos, que la naturaleza retomara su rumbo. Ignoraba que nosotros, como animales, somos consecuencia innegable de la misma naturaleza… Perdón si desvarío. Hace años que no hablo con alguien.

En realidad, a ninguno le importaba que hablara de más. Era interesante escuchar acerca del pasado. Siguieron atentos a las palabras de Guadaña.

- …De tu abuelo no sé demasiado, creo que nadie lo hizo. Era el líder de su equipo y nadie conocía su poder. Nunca lo usaba en público. Solo guiaba a los demás miembros, lo que generaba más especulación con respecto a sus habilidades ¿Sabes qué edad tenía cuando murió?

Alistair lo consideró un poco y respondió:

- Ochenta y seis años
Guadaña negó con la cabeza.
- Era mucho menos viejo. Diría que diez años.
- ¿Qué?
- Como ya dije, las reliquias tienen un efecto negativo sobre los usuarios. Por ejemplo, yo. Mi… máscara… -decía mientras acariciaba la larga nariz de esta- no me la puedo quitar. Creo que será así hasta que muera. Ella me provee de todo lo que necesito a cambio de esa parte de mi humanidad. Lo que desconozco es qué hizo tu abuelo, pero sé que fue algo grande para perder tantos años de vida.
- ¿No hay manera de evitar los efectos secundarios?
- La hay. En teoría es sencillo. Si el poder se usa con una buena intención, ignorando tus deseos, la reliquia no te hará daño. En cambio, si usas tu reliquia con fines egoístas, se apodera de ti. Eso le pasó a tu abuelo, le pasó a Zalman, a mí y a todos los usuarios que he conocido -respondió, mirando al fuego, recordando cosas indeseables.
- No soporto la curiosidad ¿Por qué estás aquí? Suenas… me refiero a que no pareces “malo”.
- Yo… -le costaba trabajo hablar. Tensó sus manos con coraje- …la ciudad que había aquí. Hubo un incendio que la destruyó… Yo provoqué el fuego.

Víctor palideció, consternado.

- ¡Víctor! -gritó Al, intentando detener a su amigo que se lanzó hacia Guadaña, tirándolo al suelo.
- ¡Tú! ¿¡Tú lo hiciste?! ¡Mi familia! ¡Mi vida! ¡Fuiste tú!

Horrorizado, Guadaña se dio cuenta de que hablaba con una de las víctimas de su pasado.

- S-sí, perdón ¡Perdón! -rogaba Guadaña, quien no hacía nada por defenderse.

Víctor tomó un cuchillo de las ropas de Guadaña. Apoyó el cuchillo contra su garganta. El odio lo impulsaba.

- ¡Víctor! -gritó Lara.

Todos estaban detrás de él, tan confundidos como él.

- Perdón, en serio -dijo Guadaña- puedes matarme. Sé que lo merezco, pero antes prométeme una cosa: Logré que la vida renaciera aquí. He plantado todos los árboles que ves. Pronto llegarán las aves y los animales pequeños. Si yo muero, prométeme que continuarás haciendo esto ¡Es lo único bueno que he hecho! No dejes que muera conmigo.

Víctor le echó una mirada llena de odio. Soltó el cuchillo y regresó al tronco en que estaba sentado. Sus piernas temblaban y todo su cuerpo estaba tan tenso que se sentía débil.

- ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? -preguntó Víctor, incapaz de alzar la mirada.

Guadaña se incorporó, recogió su propio cuchillo y lo guardó entre sus ropas.

- No tengo excusa: Amor, odio, venganza, desesperación. Nada de lo que diga será suficiente para justificar mis crímenes. Por eso intento enmendarlo así. -dijo extendiendo los brazos hacia arriba, rodeado por el bosque- Traer la vida de vuelta es lo único que puedo hacer.

Hubo un momento de silencio en el que el fuego hacía que todo tuviera un aspecto siniestro. Víctor apenas podía contener su ira. Quería matarlo. Se puso de pie.

- Haz lo que quieras. No olvidaré lo que eres en realidad -dijo, mirándolo con odio.

Después se marchó, internándose en el bosque.

- Yo tampoco lo olvidaré -dijo Guadaña, en voz baja y lleno de arrepentimiento mientras veía al fuego languidecer. Las llamas se reflejaban en sus ojos cristalinos y el sonido de la madera crujiendo trajo consigo el recuerdo de mil gritos al unísono.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora