XXXIII. Guadaña.

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Alistair y Víctor, enmascarados, llegaron a la casa de Fermonsé. Traspasaron el jardín multicolor detrás del cual esperaba el anfitrión con angustia.

- ¡Estás vivo! -gritó al ver a Alistair.

Los invito dentro, ansiaba escuchar su historia. Víctor relató los hechos. Ambos esperaban que Fermonsé supiera algo acerca de Aradia, pero se demostró tan sorprendido como ellos. Por el otro lado, él sí sabía quién era el gigante que robó el estetoscopio.

- Su nombre es Azarías. Su reliquia es una espada que le otorga fuerza sobrehumana. Es un degenerado, tiene un gusto enfermizo por el asesinato.
- Dices que es una persona, pero su cuerpo hinchado por los músculos es imposible ¿Es un efecto de la reliquia?
- Sí, él permitió que la reliquia lo corrompiera. Podría verse como una persona normal y gozar de la fuerza de veinte hombres, pero eso nunca fue suficiente para él.
- Es raro -comentó Víctor- La mayoría de los usuarios son conocidos, pero no recuerdo haber escuchado algo acerca de este “Azarías”.
- Tienes razón. Hay dos motivos: Los usuarios de su reliquia rara vez viven por mucho, se dejan llevar y pierden noción de sus debilidades. La otra razón es Zalman. Lo tiene bajo control absoluto. Consciente de su condición sanguinaria, no le permite hacer grandes demostraciones de violencia. Parece que esta vez le dio rienda suelta para robar el estetoscopio.

Hubo un momento de silencio en que cada cual ordenaba sus propias ideas. Fermonsé retomó la palabra al poco tiempo.

- Pero eso no importa por ahora ¡Cuéntenme más acerca de esta pequeña diabla que descubrieron! Dijeron que ella lo curó.
- Bueno -intercedió Víctor- le arrancó un bicho que tenía alojado en la garganta… y luego se lo comió. Pero parece estar bien.
- Ah, de seguro era vestigio del poder de la Reina Púrpura. Aunque, hasta donde entiendo, son seres escurridizos. Atrapar uno sin más es complicado ¡Esa niña tiene todo el crédito! Me gustaría conocerla.
- Tal vez la próxima vez podríamos traerla.

Después hablaron de los extraños poderes que mostró la Reina Púrpura. Alistair pudo contar su experiencia solitaria en la obscuridad.
Al concluir la plática, Alistair le pidió a Fermonsé que les diera un encargo más. Se sentían preparados y no querían dejar pasar más tiempo. Él aceptó. Se dirigió escaleras arriba y regresó con un folder que les entregó. Al abrirlo se encontró con una foto de una máscara de la peste negra. Nariz alargada. ojos pequeños, circulares. Correas de cuero café.

- Este usuario es tan misterioso que no sé nada de él. -explicaba Fermonsé- Sé que es un hombre. Sé que tiene entre treinta y cuarenta años. Eso es todo. No sé de dónde proviene. Su pasado es incierto y su rostro un misterio. Nunca se quita la máscara. Es conocido como “Guadaña”. -hizo una pausa para tomar aliento- Hace varios años hubo un incendio y una ciudad fue destruida -cuando Víctor escuchó esto, se tensó. Se refería al incidente donde su desgracia comenzó- Él se esconde en el epicentro de la antigua ciudad. Desde ese día no hay nada ahí por lo que valga la pena volver. Las autoridades nunca buscarán ahí.
- ¿Esta máscara es su reliquia? -preguntó Al.
- Así es. La máscara de la peste produce distintos tipos de veneno y toxinas. Sus efectos van desde la inhibición de los sentidos hasta dar con el término de la vida. Ha usado tanto tiempo la máscara que su veneno abarca toda el área que se vio afectada por el incendio. No permite que nadie entre.
- ¿Y cómo se supone que nosotros lo haremos? -preguntó Víctor.
- No se preocupen por eso; tengo máscaras de gas especiales que les permitirán respirar dentro del área. Deben cambiar el suministro de oxígeno cada tres horas.

Fermonsé les dio tres máscaras, no podía entregarles más. Tendrían que arreglárselas así.
Cuando regresaron al hotel, empezaron a discutir quiénes irían a la nueva búsqueda. Alistair sugirió que sería mala idea si Víctor los acompañaba, (por su pasado y relación con el sitio), pero él necesitaba ir. Continuaron platicando.

Mientras tanto, en algún lugar de Missouri, había una persona sentada en el suelo arenoso. Afilaba dos cuchillos pequeños frotándolos entre sí. El sol, ocultándose, se reflejaba en sus ojos de cristal. La sombra de su máscara tenía una forma curva, bien parecía una guadaña. Eterno recordatorio de cómo fungió como verdugo de la ciudad entera.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora