LXVII. Alistair, el monstruo.

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El arete de Lara se movía con cada paso que daba. A pocos metros, el gigante se tambaleaba, confundido, pero sobre todo furioso. En cuanto la vio se le lanzó encima. Buscaba venganza por sus compañeros caídos. Lara usó su poder. Él, cubierto por metal, sintió su embestida ser detenida de golpe. Mientras permanecía suspendido en el aire, su armadura comenzó a hacerse más y más estrecha, rasgando la carne, comprimiendo sus músculos y rompiendo los huesos. La súper fuerza no podía hacer nada contra eso. Un grito de sufrimiento animal fue el único sonido que produjo antes de que su cráneo reventara bajo la presión. Víctor lo vio todo y se dio cuenta de lo mucho que Lara había cambiado. Ella no era así, no debía serlo. El cuerpo, ahora una bola amorfa de carne, cayó al suelo.

- ¡Sé que estás ahí! ¡Maté a tus guerreros! ¡Sal y pelea!
- Pero Lara -aquella voz inhumana, compuesta por mil murmullos, erizaba la piel- ¿Es que no podemos vernos sin que mates a alguien? Después de todo, somos amigos.

Aquel sonido maldito provenía de las sombras. Se ocultaba en la lluvia, en el viento y en el relámpago. Ya no era humano, su alma: corrupta. Su cuerpo: muerto en vida. Lara estaba consciente de su poder y por lo mismo miraba en todas direcciones esperando cualquier movimiento. La basura que había en el suelo empezó a temblar. Hilos de líquido negro servían como costuras. La masa deforme cobró vida, gruñó con fiereza. Ciega e idiota, se lanzó a Lara. Sus fauces metálicas rechinaban. Ella la detuvo con sus manos desnudas y la desbarató, haciéndola pedazos.

- Encontraste el arete -susurró la voz de Al- Christabel estaría decepcionada, pero -bah- tienes razón. Terminemos con esto.

Las gotas de lluvia se concentraron en un sitio. El agua se volvió negra y espesa. De ahí surgió una silueta que tomó aspecto humano. Lara creó una espada hecha de metal, corrió y la enterró en el ente, aún incompleto. Era espeso. La espada se resbaló, volviendo a las manos de Lara. Alistair se hizo presente.

- ¿Al fin vas a matarme? -preguntó Al.
- Debí hacerlo hace años -dijo Lara, sujetando su espada con fuerza.

Hubo un momento de expectativa. El tiempo se detuvo. Víctor no podía entender cómo es que Al había degenerado en ese monstruo.
Cansada de esperar, Lara saltó. Él detuvo su espada con la mano y la empujó. Alistair corrió hacia ella que se protegió con ambos brazos. Él la pateó, tirándola al suelo. Cuando estuvo ahí se lanzó sobre ella y la sujetó por la ropa. Su boca se abrió hasta las orejas, mostrando colmillos y una lengua larga. Lara no se asustó, ya lo había visto deformarse así. Con un pensamiento le lanzó un montón de cuchillas oxidadas al rostro. Sus ojos reventaron. Lara se liberó del agarre.

- ¡Hija de perra! -gritó Al mientras se arrancaba los proyectiles.

De sus heridas brotó sangre negra y espesa. Lara no le permitió recuperarse. Enterró la espada en su pecho. Atrajo tanto metal como pudo y lo echó encima de él. Aunque sepultado, sabía que no era suficiente para matarlo. Empuñó su espada con firmeza. Una mano negra la tomó por el tobillo, jalándola hacia abajo. Ella rebanó la extremidad. La mano se convulsionó y se deshizo, convirtiéndose en agua. Siguió atenta.
Mientras tanto, Víctor quería salir y detenerlos. Sus piernas estaban rígidas y al mismo tiempo le temblaban, su respiración era irregular, no podía calmarse. Entonces lo vio: El suelo bajo Lara explotó en líquido negro. Alistair, con su deforme cuerpo semi-líquido atrapó a Lara en el aire y la apuñaló en la espalda. Ella cayó, intentó levantarse, pero fue incapaz. Se mantuvo de rodillas, soportando el dolor. Alistair se paró frente ella, triunfante. Víctor salió del escondite y corrió tan fuerte que dolía.

- ¡¡Alistair!!

El aludido se detuvo en seco. Reconoció la voz. Se dio media vuelta. Delante suyo, una imposibilidad. De pie, aunque mucho mayor, era él: su amigo muerto.

- ¿Víctor? ¿Eres tú? -su voz, temblorosa.
- Hola, Al -respondió con un rostro agobiado.

Como es obvio, Al tenía la capacidad de modificar su cuerpo a gusto. En este estado cambiante era imposible dañarlo, pero había lapsos en que era posible herirlo si permanecía estático. Lara lo sabía. Con gran esfuerzo se incorporó en silencio. Su espada se sentía ligera. Usó su poder para impulsar el ataque. El metal atravesó a Al de lado a lado. El desconcierto por ver a su amigo lo distrajo tanto que olvidó la pelea. Cayó al suelo con la espada enterrada. Lara también cayó, alejándose, temiendo que la muerte de Al ocasionara otra catástrofe. Ella sangraba. Víctor no sabía qué hacer. Sus dos mejores amigos agonizaban, y no podía evitar sentir que todo era su culpa. Lara y Víctor se miraron, ella dijo lo siguiente: “Acompáñalo en sus últimos momentos. Estuvo esperándote”. Víctor se arrodilló junto a él, lo tomó en brazos. Alistair jadeaba y escupía sangre, algo cambió en su mirada, “despertó”, libre del odio y de los susurros de las reliquias. Vio a Víctor, realmente lo vio y sonrió.

- ¿¡Víctor! -ujum- ¡Eres tú! ¡Regresaste!
- Sí, aquí estoy -respondió Víctor, sofocando el llanto.
- Pero ¿Por qué te ves tan triste? -entonces notó la sangre que brotaba de su pecho y el dolor que sufría cobró sentido- oh… y-ya veo. Así que así es como sucede… Esperaba morir en paz. Perdón. Todo se salió de control.
- No te preocupes, estoy aquí.
- Sí, estuviste al principio y estás aquí, al final. Lo último que recuerdo es a ella, Christabel. Ese día en la playa… Ese día fue el último que lloré… desde entonces todo empeoró. Las reliquias me consumieron ¡Yo lo permití! Quizá… si hubieras estado ahí hubiera sido diferente… -entonces dos lágrimas nacieron de sus ojos- ¿Eh? ¡Mira! ¡Estoy llorando! Víctor ¡Mira! -dijo sonriendo con un tono casi infantil- parece que mis lágrimas estuvieron esperándote… -dio un último suspiro. Había muerto.

Víctor se estremeció cuando lo sintió irse. Dejó al cuerpo en el suelo. Héroe o villano, no importaba. Era su amigo.
Alzó la mirada hacia donde estaba Lara ¡Su cabeza reposaba en el suelo! Víctor se levantó de un salto, ¡no podía dejar que también muriera! En ese instante, un relámpago carmesí pasó corriendo a su lado. Lo miró con incredulidad, horrorizado. ¡Era Aradia! Antes de que Víctor pudiera hacer o decir algo, ella gritó lo siguiente:

- ¡IA-19, detenlo! ¡Que no se me acerque!
- ¿Qué? -cuestionó Víctor, confundido.

El robot llegó de un salto y atrapó a Víctor por la espalda en un abrazo mortal.

- ¿¡Qué haces, Aradia!? -preguntó Víctor, enloquecido.
- ¡Ya deberías saberlo! -respondió ella, llegando al lecho de Lara.

Víctor abrió los ojos, sorprendido y aterrado.

- ¡No! ¡Ella me pidió que te cuidara! ¡Quiere que vivas! ¡Que vivas!
- ¡Sé lo que ella te pidió! Pero no puedo… no puedo vivir sin ella. Tampoco puedo vivir sabiendo que pude ayudarla. Sigue viva. Respira. Es todo lo que necesito -la lluvia diluía la sangre de Lara.
- ¡No, no, no! ¡Espera! -gritaba Víctor, mientras forcejeaba fútil contra esa fuerza mecánica. Se dirigió al autómata- ¡Idiota! ¡¿No entiendes lo que está pasando?! ¡Aradia morirá si no la detienes!
- Me advirtió que usted intentaría detenerla. -respondió IA-19 con voz fría- Me dijo que sería un engaño. Confío en Aradia, sé que ella no mentiría. Todo terminará en un momento.

Víctor tuvo que mirar impotente el horrible espectáculo. Una hermosa luz multicolor las cubrió a ambas. Cuando el haz de luz se desvaneció, Aradia cayó junto a Lara. Fue el último resplandor que emitió su alma, la muerte del último súper humano.
IA-19 soltó a Víctor. Con lágrimas en los ojos corrió hasta Lara, quien despertó, libre de heridas. Él lloraba sin control. Lara lo miró y enloqueció al comprender la situación. Tomó el cuerpo inerte de Aradia con manos temblorosas y soltó un alarido de dolor. La piel del rígido cadáver era del todo negra y la lluvia caía sobre su rostro pálido.
El robot comprendió. Aradia lo había engañado. IA-19, traicionado, observó en silencio. Algo brotó de sus ojos. Lágrimas sintéticas. Estaba confundido por ese sentimiento nuevo, ese que bien conocemos como tristeza.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora