XI. Concreto y luz artificial.

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El suelo bajo sus pies desapareció por un instante y reapareció. Confundidos, llegaron a un lugar desconocido de edificios altos y calles tan sucias como las de casa. Víctor estaba catatónico. Sus músculos rígidos y su mirada perdida les hizo temer lo peor. Intentaron reanimarlo, pero nada lo hacía volver. Poco a poco se tranquilizó. Desorientado, observó la ciudad donde aparecieron. El terror no abandonaba su mirada, pero balbució estar bien. No había nadie en los alrededores. Caminaron hasta dar con una avenida y encontraron gente de ropa informal, desaliñada. Empezaron a preguntar direcciones, pero nadie tenía idea de los lugares que mencionaban. Al cabo de un rato se hartaron, pero cada cual sospechaba haber viajado muy lejos de casa.


Se sentaron a la sombra de un hermoso árbol que se erguía orgulloso. Platicaron entre susurros, hablaron de la reliquia de Al, del hombre rata y su catalejo. Víctor solo comentó que pensó en huir y así es como llegaron ahí, pero el proceso fue como un chasquido muy doloroso, por eso había llegado tan confuso. Ahora tenían una reliquia que servía para teletransportarse. Sin nada más que aportar se quedaron en silencio. Todos estaban cansados y hambrientos. Comieron en un restaurante, pero no aceptaron sus billetes. Mandaron a Víctor al banco para cambiarlos por la moneda local. Estando en el banco, u olvidó cómo hablar español, o todos aprendieron inglés de golpe. Apenas se pudo dar a entender con la tosca pronunciación que aprendió a medias en videojuegos, películas y otra mínima porción en la escuela. Al volver con sus billetitos arrugados pagó. Estando fuera les contó a todos lo sucedido. Mientras Víctor insistía en la rareza del asunto, Al le daba vueltas a la historia hasta que se dio cuenta de lo que llevaba en la mano ¡El anillo! ¡Esa era la respuesta!


Hicieron varias pruebas con él hasta que llegaron a la conclusión correcta: ¡Era una reliquia! La de la traducción universal. Solo funcionaba si alguien lo portaba en cualquier dedo. Dejaba de servir al quitárselo o al estar fuera de su radio de alcance.


Después de divertirse con el nuevo descubrimiento se dieron cuenta de que la noche se acercaba. Rentaron una habitación en un hotel. Solo pudieron permitirse una, pues el dinero se acabaría pronto.


Lara se dejó caer en la cama. Christabel se sentó en la esquina. Víctor se sentó al lado de Lara. Alistair estaba en el otro extremo, al lado de Christabel. Hablaron del anillo y se planteó que, desde entonces, Víctor podría usar el catalejo. Él se mostró algo inquieto ante esto, pero no alegó nada. Hablaron de más cosas, hasta incluso rieron; por un momento olvidaron la persecución y al hombre rata. Poco a poco se recostaron en la gigantesca cama y cayeron dormidos uno a uno.



A la media noche, Víctor, en medio de un sueño inquieto, se cayó de la cama. Nadie lo notó, ni siquiera él mismo. Al amanecer, Lara se burló de él por despertar en el suelo.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora