LXI. La tumba del penitente.

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Con su maestría sobre el metal conseguida, Lara se sentía preparada para luchar. Estaba lista para matar a Alistair. Sin embargo, Víctor no podía ni considerar esa idea. Él no había presenciado su maldad, para él seguía siendo su mejor amigo.
En la noche de ese mismo día, después de regresar al bosque, Lara habló con Víctor, Aradia e IA-19.

- Estoy lista. Ya no hay más por hacer, puedo pelear y lo haré. Mañana nos reuniremos con el telépata para pedirle que pelee con nosotros.

Aradia parecía muy consternada. Sin decir nada se fue, perdiéndose en el bosque. IA-19 fue detrás de ella. Estando solos le dirigió la palabra a Víctor.

- Ella no quiere que pelee, pero no puedo evitarlo. Gano esta pelea y todo se termina. Me esforzaré por sobrevivir… pero si no lo logro quiero que la cuides ¿Está bien, Víctor?

Eran palabras rudas. Dudó por un momento. No por la promesa en sí, sino porque ya había escuchado palabras similares y el recuerdo era doloroso.

- Está bien -respondió Víctor en tono solemne- Si te llega a pasar algo la cuidaré.
- Eso es lo más importante. Ahora puedo estar más tranquila.
- ¿Qué sucederá, Lara? ¿Cuál es el resto del plan?
- Aradia se mantendrá lejos. No quiero que se involucre. Que no se entere si me lastiman. Que no se me acerque. Ella me sana y morirá, pero si todo sale bien no tendrás que preocuparte por eso. Primero necesito que llames la atención de una de ellos. Su poder es volar. IA-19 descubrió que casi diario cubre los cielos buscándonos. Llamarás su atención, que te vea y se distraiga. Después corres y te escondes. A partir de entonces me corresponde a mí.
- ¿Y qué con Alistair?
- Impredecible. Está loco. No puedo planear nada con él. Será una tirada de dados, la victoria se decidirá en el momento.
- ¿Entonces no hay nada más en que pueda ayudarte?
- No… ellos son superhumanos, no hay manera. Solo quiero que cuides a Aradia si me pasa algo. Sobrevivan en las sombras del bosque, aquí estarán a salvo.

Víctor se quedó callado, obligado a permanecer conforme con su papel.

- Eso es todo -dijo Lara- vayamos a dormir. Hay que levantarse en cuanto salga el sol. El viaje es largo.
- Ah, sí. ¿Qué hay con Aradia? ¿Estará bien?
- Sí. Mañana hablaré con ella. Ahora mismo debe estar platicando con el robot, es su único amigo -permaneció un momento en silencio donde pareció encontrar alivio- Contigo e IA-19 cuidándola, nada malo podría pasar.

Esa noche durmieron inquietos. Al amanecer del siguiente día, Lara se dedicó a platicar con Aradia. Víctor no se enteró de lo pronunciado. Lo único que vio de reojo fue el llanto mutuo. Eso también lo vio el robot, quien comentó lo siguiente:

- ¿Por qué lloran? No me refiero al motivo, me refiero a la utilidad.

Víctor lo pensó un momento, luego respondió:

- Sirve para expresar nuestra tristeza, también es una forma de desahogarnos, pero es incómodo, por eso preferimos hacerlo cuando estamos solos y nadie nos ve. Es un momento de vulnerabilidad.

IA-19 no terminaba de entender. Comprendía las palabras y sus definiciones, pero la razón del llanto o la tristeza en sí le eran esquivas. Era una máquina súper compleja e incluso sentía cierto cariño por Lara y Aradia, pero se preguntaba cómo sería la tristeza.
Después de esas conversaciones individuales, listos para su viaje, caminaron en otra dirección. Por casualidad llegaron al centro del bosque, donde había un claro. En medio, un grandioso árbol se alzaba orgulloso.

- Mira, Víctor -comentó Lara- esta es la tumba de Guadaña. Aquí falleció y aquí permanece.
- Está lleno de flores… -respondió Víctor, conmovido por la belleza.
- Nacieron cuando él murió. Nunca se marchitan.

Víctor se acercó al árbol, atento de no pisar ninguna flor. Cuando estuvo frente al tronco miró al suelo. Ahí, atravesada por las raíces, estaba la máscara rota de Guadaña. Después de tanto tiempo había logrado deshacerse de ella. Sin estar seguro de por qué, Víctor sonrió.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora