LXIII. Miedo inmovilizante.

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Christabel dejó a Aradia en el suelo que disfrutaba la sensación de la arena entre sus dedos.

- Está abajo. Eso dijo, que Lara está debajo del agua. ¿C-cómo llegaremos? -preguntó Alistair, trémulo.
- ¿Quién dijo eso?
- En la habitación donde entré, m-me encontré con alguien… a-algo. Hablaba y me dijo eso. Q-que debía ayudar a Lara, quien estaba “más allá de las escaleras, más allá del a-agua”.
- ¿Qué te pasa Al? ¡Estás temblando! ¿Qué viste en la habitación?
- N-no es eso. Fue incómodo, pero no es eso. La verdad es que me da miedo el a-agua ¿Crees que debamos buscar un submarino o algo?

Mientras platicaban, Aradia se acercaba más y más al agua. Nunca antes había visto tanta junta. El océano era pacífico y las pocas olas que llegaban soltaban una ligera brisa en el rostro de la niña. Notó las escaleras que descendían misteriosas. Ella se sujetó al barandal y comenzó a ir abajo, sumergiéndose en la cálida agua. Pasó demasiado tiempo hasta que notaron su ausencia.

- ¡La niña! ¿¡Dónde está Aradia?! -gritó Christabel.

Ambos la buscaron, pero no encontraron ni sus huellas. Christabel esperaba que no fuera demasiado tarde. Se lanzó al agua y la encontró ahí, inerte. Sintió tal terror que casi se ahogaba. Tomó el cuerpo de la niña y lo sacó. Alistair estaba tan consternado como ella. No podían creerlo, no podían reaccionar.

- ¡Bú! -gritó Aradia, sonriente.

Alistair cayó por el susto, a Christabel le pasó casi lo mismo. Ambos estaban enojados con Aradia, pero también aliviados. Todo había sido una broma. Después del merecido regaño, la niña les explicó con señas y ruidos que era posible respirar bajo el agua. Christabel quiso comprobarlo. Sumergió su rostro, un instinto primario le evitaba inhalar, pero se forzó a hacerlo ¡Era verdad! Podían respirar bajo el agua. Alistair no estaba contento con tal hallazgo. Se sentía aterrado, le faltaba el aire, quería despertar porque sabía que era un sueño, pero las sensaciones eran reales. Intentó razonar consigo mismo, convencerse de que no era agua verdadera, podía hacerlo… Sin embargo, no fue suficiente. El miedo era tal que se petrificó. Con los músculos rígidos y agotados se dejó caer en el suelo mirando en dirección del agua infinita. Christabel se acercó por detrás, lo tocó por el hombro.

- ¿Estás bien?

Después de un silencio, Alistair la miró abatido.

- Tengo miedo.
- Lo sé. Podemos buscar otra manera, tiene que haberla.
- No… Tenemos que bajar, de otra manera Lara… Tenemos que ir. Perdón, pero necesito que me ayudes. No puedo hacerlo solo.
- Por supuesto, estoy contigo. Ven, levántate.

Christabel le extendió la mano. Él la aceptó. Aradia ya estaba en el agua, fascinada por lo divertido que era. Antes de sumergirse, Christabel y Alistair se miraron. Ella le sonrió. Él asintió. No se soltaron de las manos. Christabel se hundió y lo mantuvo sujeto de la mano, sin forzarlo a entrar. Él tomó aliento, vio el cielo por última vez y se sumergió. Sintió la nariz llena de agua. Se negaba a inhalar. Christabel lo notó. Lo tocó con ternura, alentándolo. Alistair abrió los ojos. Todo se movía oscilante, y ahí estaba ella, sonriendo. Su presencia le relajó, le otorgó la valentía que necesitaba. Respiró hondo.

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