LXXIV. Máscaras durmientes.

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Alistair logró concluir su tarea. Durmió a todos los clones. Mientras permanecían inconscientes, Al y la Reina Púrpura entraron a la casa.

- ¿Y todo ese dinero es falso? -preguntó Al.
- Sí, pero estoy segura de que debe tener algo de dinero real por aquí.
- ¿Cómo lo reconoceríamos? ¿No son idénticos?
- Quizá.

Vagaron por la casa, a través de paredes pintarrajeadas por los mismos Rowans. El suelo estaba repleto de dinero pisoteado, botellas rotas y frituras regadas. Caminaron hasta llegar a un escritorio que estaba exactamente en medio de la sala principal. Debajo había una caja fuerte pequeña. La Reina Púrpura se puso de cuclillas, colocó la lámpara de gas frente a esta. Hilos negros salieron de ahí, formaron una garra musculosa, deforme, que partió por la mitad a la caja. Estaba llena de dinero.

- ¡Aquí está el dinero real! -dijo ella, sonriente- Lo mantenía aparte para no mezclarlo. Ten tu parte, yo conservaré un poco. Creo que me compraré un nuevo vestido, este ya me aburrió.

Alistair lo aceptó sin quejarse. Ya había robado antes y necesitaba el dinero.

- Y ahora ¿Qué haremos con ellos? -Preguntó Al, refiriéndose a la multitud de clones inconscientes- ¿Qué habrá sido eso que vi? Ninguno fue capaz de explicar. Ni siquiera ahora que están dormidos puedo encontrar ese recuerdo que medio vi.
- No pienses en eso. Si le hicieron algo a tu amiga te darás cuenta. Los clones tienen algo que los delata. Por el momento hay que llevarlos a prisión. Ya tenemos su reliquia.
- Sí, pero el espejo estaba tirado en el suelo. Quién sabe cuál de ellos sea el original.
- Por eso es mejor dejarlos vivos a todos. Cuando despierten podrás encararlos y exigirles la verdad, uno por uno si es necesario.

Después de esa conversación, la Reina Púrpura llevó a Alistair al hotel donde se hospedaba. Lo dejó ahí, prometiéndole entregar a la policía a los enmascarados por sí sola. Se despidió de Al por esa noche, y le pidió que se tranquilizara y pensara las cosas con cuidado.
Entonces regresó a la casa donde los había dejado a todos. Teletransportó a los Rowans dentro de una celda vacía en una comisaría. La policía lo había estado buscando durante mucho tiempo, pero siempre atrapaban clones que se desvanecían después de algún tiempo presos.

Así fue como esa noche Al consiguió dinero suficiente para comprar el edificio y hacerle el mantenimiento necesario. El día siguiente fue junto con Lara para dar por cerrado el trato. La señorita les entregó las llaves del edificio ¡Por fin tenían una casa propia! Al instante contrataron gente para que hiciera las debidas remodelaciones, el edificio estaría listo en muy poco tiempo. Alistair no deparó en gastos.
Así mismo, desde ese momento no dejaba de mirar a Christabel con cierto temor, era hermosa y la amaba, pero también temía que desapareciera en un instante. La observaba comer, reír y platicar. No había nada extraño en ella, nada “que la delatara”, si es que fuera un clon, tal y como sospechaba. Pensó en confesarle sus miedos a Lara, pero se dio cuenta de lo egoísta que sería. Decidió cargar con esa cruz en silencio. Recordó lo fácil que era hablar con Víctor, lo comprensivo que era y anheló encontrarlo. Incapaz de todo, atado a las situaciones que lo atormentaban, se vio obligado a seguir viviendo, esperando que la incertidumbre lo consumiera.

Mientras que él tenía dicho problema, Rowan, el original, caía desnudo en las profundidades más inhóspitas de su propia mente. Estaba precipitándose hacia una pesadilla similar a la que vivieron Alistair y los demás. Solo dependería de él mismo despertar.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora