Víctor entendía lo que necesitaba hacer. Desapareció delante de Zafir y apareció detrás suyo. Lo llamó. Repitió esto varias veces. Alistair también lo llamaba corriendo alrededor del monstruo. Querían aprovecharse de su confusión. Por su parte, Zafir sentía su cerebro palpitar. Dolía. Sus sentidos estaban sensibles y escuchar tanto su nombre lo llevó a la máxima confusión. Volteaba de un lado a otro intentando encontrar una salida, pero estaba rodeado. Su fuerza sobrehumana menguó. Se sintió como un niño perdido. Cuando lucía más desesperado, Víctor se precipitó hacia él. Lo golpeó tan fuerte como pudo. Zafir cayó al suelo, rendido. Tan debilitado que parecía muerto.
Derrotado, alucinó por un instante. Recordó su infancia. Los pequeños momentos alegres, los días de sol abundante, los abrazos de su madre y la ausencia de su padre. Recordó todo lo que había olvidado. Se vio a sí mismo en cada campo de batalla en el que estuvo. Rememoró a sus compañeros y también a todos los que asesinó. Presenció toda su vida recrearse y desvanecerse ante sí. Sin embargo, no recordó la última vez que sonrió o que lloró. La memoria de su último acto humano no apareció...
¿En qué se había convertido?
Notó el cansancio que lo agobiaba. Tenía resistencia y fuerza física sin límites, pero su alma, humana después de todo, estaba exhausta.
Zafir despertó, lúcido. Sus ideas estaban claras. Todas sus memorias, delitos, anhelos y ambivalencias eran nítidas. No le gustaba la cosa en que se había convertido. Se miró las manos, ahora amorfas, con garras que partían el metal y el concreto. Sintió repugnancia, pero también alivio.Por otro lado, Christabel encontró a Lara. Le avisó de la situación y ambas corrieron para encontrarse con ellos. Llegaron cuando Zafir se levantaba, consciente de sí mismo. Víctor y Al lo miraban con agudeza. Temían su furia. Sin embargo, obtuvieron lo contrario. Levantó su mirada. Su semblante había cambiado. Libre de toda intención asesina, se dirigió a ellos. Les pidió ayuda. El monstruo no sonaba amenazante. Sonaba humano. Víctor se acercó a él sin temor. Alistair permaneció detrás. Zafir le agradeció de todas las maneras posibles. Buscó entre sus roídas ropas.
- ¡Cuidado, va a sacar el reloj! -advirtió Al.
Zafir le extendió la mano a Víctor. Le ofrecía su libreta. Extrañado, él la aceptó.
- Ahí están -dijo Zafir.
- ¿Qué?
- No “qué”, “quienes”. Son todos a los que pude recordar.Víctor abrió la libreta y la hojeó. Había una cantidad infinita de nombres.
- Recuérdalos por mí. Hónralos. Todos son héroes -con un veloz movimiento Zafir sacó el reloj de arena. A la luz de la luna, sus cuchillas brillaron.
Víctor alzó la mirada. La muerte se cernió sobre él. Zafir cayó de rodillas. Tenía el reloj enterrado en el pecho. Fue su último acto lúcido. Caía al suelo, pero Víctor lo detuvo. Todo se movía a cámara lenta, los sentidos se embotaban. Lo rodearon los cuatro jóvenes cuyos rostros cambiaban a ojos de Zafir. Miles de caras de amigos y conocidos tomaban sus lugares. Cuando se desvanecía, escuchó a Víctor decir una última cosa. “Tampoco te olvidaré a ti, Zafir”.
Al escuchar eso sonrió con amargura. Con los ojos cerrados, suspiró su último aliento. Víctor lo sintió irse.
Poco después, Zafir se convirtió en polvo celeste que fue arrastrado por el viento frío de la noche. Lo único que quedó de él fueron sus ropas, el reloj de arena y su memoria concedida a Víctor.
El monstruo murió. Ganaron la pelea, pero no había sensación de triunfo. Víctor notó el reloj de arena entre las ropas del fallecido, lo tomó con cuidado, lo observó con cierta tristeza y se lo entregó a Alistair.
Conseguida la reliquia decidieron irse. No hablaron demasiado esa noche, cada uno tuvo mucho para pensar. Víctor se encerró en su habitación y no hizo más que leer lo que había en la libreta de Zafir. Algunas hojas estaban repletas de nombres garabateados, pero había otras que fungían como diario. Entre las anotaciones había una que encontró particularmente triste. Decía lo siguiente:“Otra vez soñé con ella. La vi. No pude hablarle, cuando iba a hacerlo desperté y al abrir los ojos olvidé de nuevo cómo era su rostro”.
Algunas páginas después, encontró la última anotación coherente:
“Creo que hoy será un día soleado. No hay nubes. Un ave está haciendo su nido frente mi ventana, quizá debería darle un poco de pan. Espero que no llueva hasta que termine de construirlo.
¿Cuánto falta para que sea otoño? Quiero ver a los árboles volverse naranja de nuevo”.Para cuando Víctor llegó al final, aún había hojas en blanco. Entendió que faltaba escribir un último nombre ahí.
“Zafir”.
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Las reliquias.
AdventureEn un mundo similar al nuestro, existen objetos de gran poder. Tiempo, espacio, obscuridad, inmortalidad, cualquier cosa que se desee puede hacerse realidad... Aquellos que portan una reliquia son temidos y respetados ¿Qué pasará cuando Alistair, un...