•Capítulo 71•

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Durante la acupuntura, gracias al apoyo de la anestesia, Xiao Bao no sufrió demasiado; sólo sudó profusamente, empapando la cama.

Después de que pasara el efecto de la anestesia, el picor alrededor de las articulaciones era insoportable, pero era mucho más tolerable comparado con el insoportable dolor de "hielo y fuego". Xiao Bao incluso consideró la posibilidad de preguntar a Que Siming si se podía utilizar anestesia si el dolor reaparecía.

Que Siming, limpiando neuróticamente todo lo que Xiao Bao había tocado con un penetrante desinfectante, replicó con desdén: — Haciendo eso, te convertirías en un idiota antes de quedarte paralítico. — Hizo una pausa y luego añadió: — En realidad, no hay mucha diferencia entre los dos.

Al ver la cara sonrojada de Xiao Bao, pudo percibir claramente el desdén de Que Siming. Si hubiera sido el antiguo, habría agarrado una rabieta a la menor molestia; un disgusto mayor como éste le habría hecho "levantar la liebre " (1) Ahora, sin embargo, estaba mucho más tranquilo, sobre todo porque su vida estaba en manos de Que Siming, lo que no le dejaba margen para desafiarle.

(1) Hacer público un asunto que se deseaba mantener oculto.

Aunque los efectos de la medicina se habían desvanecido, Xiao Bao aún se sentía aturdido y extremadamente incómodo. Su Yin simplemente activó su acupunto del sueño para dejarle descansar, y luego miró fijamente a Que Siming, diciendo: — Sé que no estás contento de ser arrastrado todo el camino desde Miaojiang, pero dijiste que estabas en deuda conmigo, así que cumple tu deuda.

Que Siming, frustrado, tiró al suelo el paño que llevaba en la mano. — Su Yin, realmente te pasas de la raya y no tienes modales. He estado ocupado todo el día; ¿qué más quieres?

— Quiero que te quedes. — afirmó tajante Su Yin sin pestañear.

Que Siming se rió enfadado: — Realmente no me ves como un extraño, ¿verdad? ¿Quedarme para qué? ¿Tienes una gran fiebre de Dali? Ni siquiera una deidad suprema podría salvarlo.

— Pero me siento más a gusto contigo aquí, y Xiao Bao podría sufrir menos.

Que Siming respondió sarcásticamente. — ¿Qué me importa? Acepté tratarlo, pero sin los materiales, no puedo proceder, así que no es mi responsabilidad. ¿Crees que estoy ocioso?

Su Yin se levantó: — Sólo quédate un invierno, hasta la primavera.

— No hay trato. — dijo fríamente Que Siming.

— Di tu precio. — insistió Su Yin.

Antes de que Que Siming pudiera responder, un golpe los interrumpió. Su Yin, mirando al ahora dormido Xiao Bao, susurró: — Adelante.

Eran Zhao Cai y Jin Bao, a quienes Su Yin había enviado a escoltar a la anciana pareja Jin al Templo Jingxia para rezar. Ya había hablado con el abad para intentar persuadir a la pareja de que se quedara, para aparentar más naturalidad si era necesario.

Los dos entraron, se inclinaron y Zhao Cai dijo: — Joven Maestro Su, mi maestro y mi señora han regresado. El abad no dejaba de persuadirles para que se quedaran a recuperarse, mencionando su vínculo con Buda. Están tentados pero dijeron que les gustaría discutirlo con usted primero.

Su Yin asintió satisfecho. — Bien, una vez que Xiao Bao despierte, iremos. Adelante...

Antes de que pudiera terminar, una figura oscura pasó rápidamente a su lado, deteniéndose justo delante de Zhao Cai y Jin Bao. Antes de que pudieran reaccionar, Que Siming ya había agarrado a Jin Bao por el cuello y le había puesto la otra mano en la barbilla.

Zhao Cai, conmocionado, levantó la mano para golpear, pero fue detenido por un gesto de Su Yin: — Sean educados, éste es el doctor Que.

Zhao Cai, dándose cuenta de que aquel nombre era su última esperanza, miró perplejo al hombre torvo y alto, con el pelo largo y rizado y una máscara siniestra, que mantenía inmóvil a Jin Bao, con la cara enrojecida.

•Blooming Flowers, Silent Sorrow• Traducido al español. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora