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┆ Jeon Jungkook┆



—¿Te volviste loco, papá? —pregunté, asombrado y tratando de procesar la decisión que acababa de escuchar.

—No, hijo, ya he tomado la decisión —respondió mi padre con una calma que solo aumentó mi incredulidad—. Además, le hice una promesa a Nabi.

—¿Promesa? Papá, ella es una asesina —dije, intentando hacerle entender la gravedad de la situación.

—Ya lo sé —admitió, su tono no mostrando signos de vacilación—, pero sabes que soy un hombre de palabra. Ella colaboró en el caso y, por lo tanto, su condena a muerte ha sido revocada. Solo serán unos días para que ella pueda disfrutar de algo de libertad antes de volver al encierro por el resto de sus días.

—Puede que haya ayudado en el caso, pero eso no borra sus actos —repliqué entre dientes, la frustración evidente en mi voz—. ¿Qué pasará si ella te ataca o se escapa?

—Eso no pasará —dijo con firmeza, su mirada fija en la mía—. Nabi seguirá mis órdenes; ella no escapará.

El tono decidido de mi padre no dejaba lugar a dudas, pero su decisión solo aumentaba mi preocupación. ¿Cómo podría confiar en alguien cuya naturaleza era tan impredecible?

—No entiendo cómo puedes confiar en ella —dije, negando con la cabeza mientras trataba de comprender la decisión de mi padre.

—Porque durante estos años la he tratado lo suficiente para haberme ganado su confianza y saber cómo manejarla —respondió con seguridad.

—Está bien... —dije, aunque aún me costaba aceptar la decisión—. Pero no permitiré que ella te haga daño. Así que la tendré vigilada en todo momento.

El compromiso en mi voz era claro. Aunque aceptaba la decisión de mi padre, mi preocupación por su seguridad no disminuía. Si Nabi tenía algún plan oculto, estaba decidido a asegurarme de que no tuviera la oportunidad de poner en peligro a nadie más.

Durante los días siguientes, Nabi se paseaba por la unidad y por las calles de Seúl como si fuera una persona normal. No había cometido ningún acto reprochable... aún. Mi esperanza era que continuara así hasta que volviera a ser encerrada en prisión.

Para garantizar que todo permaneciera bajo control, había dispuesto un equipo de vigilancia que la seguía y la observaba las 24 horas del día. Incluso yo me unía a la vigilancia en varias ocasiones, asegurándome de mantenerme fuera de su vista para no alertarla de mi presencia. La situación requería una vigilancia constante, y no podía permitirme el lujo de que Nabi hiciera algo que pusiera en peligro la seguridad de los demás.

Justo en ese momento, la observaba desde la distancia. Nabi había ido a un parque cercano a la unidad, y allí se había sentado en un banco sin mostrar ninguna expresión en su rostro. Su presencia era inquietantemente calmada, como si no tuviera ningún propósito en particular. Mientras la observaba, noté cómo unos niños se acercaban a los juegos del parque. Su llegada pareció captar la atención de Nabi, quien comenzó a observarlos con una curiosidad distante. 

De repente, uno de los niños, con una sonrisa inocente, se acercó a ella y le ofreció una pequeña flor. El niño le dijo algo que no pude escuchar claramente, pero su tono era alegre y despreocupado. Tras entregarle la flor, el niño volvió corriendo a unirse a sus amigos, aún sonriendo.

Nabi se quedó con la flor en la mano, mirándola con una expresión de desconcierto, como si no supiera qué hacer con ese pequeño gesto de amabilidad. Su reacción era un enigma para mí; no parecía comprender el significado de la flor ni cómo debía reaccionar ante el gesto del niño. Observé atentamente, sin saber qué pensar sobre esta inesperada interacción.

ADN CRIMINAL ⌖ JK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora