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—Ya saben lo que deben hacer, ¡muévanse! —ordenó el hombre, su voz llena de autoridad a pesar de la inmovilización de su mano enyesada. Aún en proceso de recuperación, expulsó a las mujeres de la habitación con un tono tajante y exhausto. Jade, que permanecía junto a la joven, observó cómo las mujeres salían apresuradamente.

Jade había dado un nombre a la joven después de que esta volviera en sí tras el desmayo. Al parecer, no recordaba nada sobre su identidad ni sobre cómo había llegado a ese lugar. Por ello, Jade decidió que si debía estar allí, al menos debería tener un nombre. Recordando la vez en que los ojos de la joven se tornaron de color rojo rubí, Jade la llamó Rubí. Así era como la conocían en ese lugar.

—¡Muévete, Jade! ¡Los clientes esperan! —dijo el hombre nuevamente, con un tono que revelaba su impaciencia. Rubí, con una expresión vacía y distante, miró al hombre sin mostrar ninguna emoción. La mirada desinteresada de Rubí fue suficiente para que el hombre bajara la mirada con una mezcla de incomodidad y desdén, antes de salir rápidamente de la habitación.

—Te tiene mucho miedo, es un cobarde —comentó Jade con burla mientras comenzaba a prepararse para su próximo turno. Se alistó con rapidez, lanzando una última mirada a Rubí antes de dirigirse hacia la salida—. En un rato nos vemos. No salgas de aquí, ¿de acuerdo?
Rubí, ahora conocida por su nuevo nombre, asintió con un gesto apenas perceptible. Se quedó en su rincón, rodeada por la penumbra de la habitación y la confusión que dominaba su mente. Aunque Jade le había explicado el tipo de trabajo que se realizaba en ese lugar, Rubí no lograba comprenderlo del todo. Su falta de memoria y la confusión persistente sobre su identidad y situación hacían que cada día fuera un enigma más complejo.

Unas horas después, la puerta se abrió con un chirrido que rompió el silencio, revelando a Jade que traía algo de comida para Rubí. La luz de la habitación se filtró por un momento, iluminando la escena con una débil claridad. Jade se acercó con una bandeja improvisada de comida en mano, y Rubí se giró lentamente, su mirada vacía fija en el suelo.

—Espero que esta vez sí comas, o de lo contrario vas a morir —dijo Jade, con un tono de preocupación mezclado con frustración. Colocó la bandeja sobre el suelo cerca de Rubí y se agachó para ofrecerle la comida. Sin embargo, la joven no hizo movimiento alguno para aceptarla. Jade suspiró, claramente exasperada.

—Vamos, ¿no tienes un poco de hambre, siquiera? —preguntó Jade, su voz cargada de confusión y cansancio. Observó cómo Rubí continuaba ignorando la comida y solo prestaba atención a la botella de agua que Jade traía. Extendió la mano para tomarla y bebió con avidez, como si fuera la única cosa que le daba alivio. Eso era lo único que había llevado a su estómago estos días: agua y nada más.

Jade se inclinó para observar más de cerca, sus cejas fruncidas en preocupación.

—Eres muy rara —comentó Jade, con una mezcla de curiosidad y frustración. —Mira, tienes un rostro hermoso, incluso en este estado. Es curioso cómo puedes mantener tu belleza intacta solo con agua. 

Jade examinó a Rubí detenidamente. A pesar de que solo se estaba alimentando con agua, su rostro no mostraba signos evidentes de deterioro. Su piel seguía luciendo tersa y su color parecía natural. Jade no podía evitar sentirse intrigada por la extraña resistencia de Rubí, pero también preocupada por su estado.

—¿Aún sigues sin recordar nada? —preguntó Jade, con un tono de preocupación genuina. Rubí simplemente negó con la cabeza. Jade había notado que la joven hablaba poco, solo cuando era realmente necesario. En general, Rubí permanecía en silencio, sumida en sus pensamientos y en su propio mundo de confusión y olvido.

ADN CRIMINAL ⌖ JK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora