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┆ Jeon Jungkook┆


—Agrega este expediente al archivo y anexa el otro que tiene el detective Go—ordené a Lee mientras nos adentrábamos en la unidad.

—Sí, como diga, señor—respondió ella con entusiasmo y firmeza. Sin embargo, al entrar, su mirada se dirigió a un grupo de oficiales congregados frente a la televisión—. Oh, ¿por qué hay tanta gente aquí?

—Deberían estar trabajando, ¿qué hacen todos aquí?—dije con severidad, observando cómo los oficiales se dispersaban rápidamente.

—Lo sentimos, señor. Es solo que estábamos viendo las noticias sobre el incendio en la prisión de máxima seguridad de Seúl—informó uno de los oficiales, haciéndome fruncir el ceño.

—¿Incendio?—repetí, acercándome a la televisión. En la pantalla, el noticiero confirmaba la noticia.

Las unidades de bomberos están intentando controlar el incendio que comenzó hace aproximadamente una hora y media en circunstancias que aún se desconocen en la prisión de máxima seguridad de Seúl. Varios reclusos fueron resguardados y puestos a salvo, pero debido a la magnitud del incendio, gran parte de la estructura se ha visto severamente afectada. Seguiremos informando sobre el control de este incendio en desarrollo.

—¡Carajo!—exclamé mientras sacaba mi celular del bolsillo, marcando rápidamente el número de mi padre. Con pasos firmes, me dirigí a mi oficina, cerrando la puerta tras de mí, mientras esperaba que él respondiera la llamada. Cuando finalmente lo hizo, no perdí tiempo en ir al grano—. Papá, me enteré del incendio. ¿Cómo está la situación?

—El cuerpo de bomberos aún está tratando de controlar el incendio—respondió con una voz tensa.

—¿Y Nabi? ¿Ella cómo está?—pregunté sin poder ocultar la urgencia en mi tono. Un pesado silencio se apoderó de la línea, lo que solo aumentó mi nerviosismo.

—Ella... aún no ha salido. La zona donde estaba ubicada es una de las más internas, y el acceso es extremadamente difícil. De hecho, el sistema colapsó debido a la falla en la energía. Está atrapada en la cámara de castigo—respondió finalmente.

—¡Deben sacarla de ahí! ¡Ella morirá si se queda!—dije, pasando una mano por mi cabello, sintiendo la tensión en cada fibra de mi ser. Esta situación me tenía al borde, y no me gustaba en absoluto.

—Lo sé, pero no me permitieron ingresar. Los bomberos están al tanto de su situación y están intentando hallar la manera de sacarla con vida—dijo mi padre, su voz reflejando la misma preocupación que yo sentía.

Me quedé en silencio con la frustración chocando dentro de mí. No podía evitar sentir que algo estaba terriblemente mal. No podía imaginar la idea de que Nabi, incluso con todo lo que había pasado entre nosotros, estuviera enfrentando la muerte. La impotencia me consumía, y cada segundo que pasaba sin noticias concretas aumentaba la ansiedad que me envolvía.

Caminé de un lado a otro en mi oficina, incapaz de quedarme quieto mientras esperaba alguna noticia sobre su rescate. Aunque llevaba conmigo el peso del resentimiento por todo lo que había pasado entre nosotros, no podía evitar sentirme inquieto, preocupado. Había tenido momentos en los que pensé que estaría mejor si ella estuviera muerta, que su ausencia pondría fin a toda la locura que había desatado en mi vida. Pero ahora, con la posibilidad de que ese pensamiento se hiciera realidad, algo dentro de mí no estaba en paz.

No podía ignorar la inquietud en mi pecho, como si una parte de mí se resistiera a la idea de no verla nunca mas. La contradicción me carcomía: había deseado su desaparición tantas veces, pero ahora que el destino parecía querer cumplir ese deseo, no me sentía bien con ello. ¿Qué significaba esto? ¿Por qué, en el fondo, la idea de un mundo sin Nabi me dejaba con esta sensación de vacío y desasosiego?.


Noticia de última hora: El incendio en la prisión de máxima seguridad de Seúl ha sido finalmente extinguido por el cuerpo de bomberos. Después de varias horas de arduo trabajo, lograron controlar y sofocar las llamas. Sin embargo, las instalaciones de la prisión han quedado gravemente afectadas, y algunos reclusos y oficiales están recibiendo atención médica debido a la inhalación de humo y lesiones menores. Como resultado, varios prisioneros serán trasladados a otras instalaciones hasta que la prisión sea renovada. Además, se informó que durante el incidente se registraron intentos de escape por parte de algunos reclusos, pero las autoridades lograron controlar la situación sin que se produjeran fugas.



—¿Será que lograron sacarla? —me pregunté en voz alta, sintiendo un nudo en el estómago al notar que no había informes sobre fugas o muertes. No podía esperar más y decidí llamar nuevamente a mi padre para obtener respuestas claras.

—Papá, ¿qué sucedió? ¿Lograron sacarla? —pregunté con la voz tensa, esperando una respuesta que pudiera aliviar mi creciente ansiedad.

—No, hijo. No pudieron sacarla —respondió mi padre con un tono grave. Esas palabras cayeron como un balde de agua fría, haciéndome sentir una inquietud profunda.

—¿Qué? Pero en las noticias dijeron que no hubo fugas ni muertes —exclamé, completamente confundido y tratando de entender lo que estaba ocurriendo. Las piezas no encajaban, y mi mente se negaba a aceptar lo que parecía ser una terrible realidad.


—Lo que sucede es que no lo lograron porque la estructura colapsó. Los escombros quedaron encima, y aún están quitándolos. Dudo que haya logrado sobrevivir —dijo mi padre con un tono grave que resonó en mi oído.

Sentí cómo mi garganta se cerraba, y un nudo se formaba en mi estómago. Tragué duro, intentando procesar lo que acababa de escuchar. La posibilidad de que Nabi estuviera muerta era algo que nunca había contemplado realmente, a pesar de todas las veces que deseé no volver a verla. Y ahora, con la realidad golpeándome de frente, me encontraba en una tormenta de emociones que no sabía cómo manejar.

Me quedé inmóvil por un momento, con el teléfono aún en mi oído, incapaz de reaccionar. El silencio entre mi padre y yo se hacía más pesado con cada segundo que pasaba, hasta que finalmente logré articular una respuesta.

—No puede ser... —susurré, más para mí mismo que para él—

La imagen de su rostro invadió mi mente, con su sonrisa desafiante y esos ojos que siempre parecían saber más de lo que mostraban. La idea de que nunca más la vería, de que nunca más sentiría su presencia, era como un vacío que comenzaba a extenderse dentro de mí.

Me levanté de mi escritorio y comencé a caminar por la oficina, incapaz de quedarme quieto. La habitación, que antes me parecía un refugio seguro, ahora se sentía opresiva, como si las paredes estuvieran cerrándose sobre mí.

—Esto no puede estar pasando... —repetí, intentando convencerme de que todo era un mal sueño del que pronto despertaría. Pero la realidad era ineludible, y la angustia que me envolvía me hacía difícil respirar.

—Hijo, sé que esto es difícil, pero debemos aceptar lo que ha sucedido —dijo mi padre, su voz llenándose de una mezcla de empatía y autoridad—. Los bomberos están haciendo todo lo posible, pero las posibilidades son mínimas.

Finalmente, colgué el teléfono sin decir nada más, incapaz de continuar la conversación. Me dejé caer en la silla, hundiendo el rostro en mis manos, intentando asimilar lo que estaba sucediendo. Nabi, la mujer que había traído tanto caos a mi vida, podría estar muerta, y eso me estaba destruyendo más de lo que jamás habría imaginado.

¡maldita sea Nabi! no puedes morir...

ADN CRIMINAL ⌖ JK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora