ADN CRIMINAL ⌖ JK +18

⌖⑥⑨⌖

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┆Jeon Jungkook ┆

Me sentía aliviado de que Nabi se sintiera mejor. Ella me había asegurado que ya no tenía ningún malestar, y confiaba en que me decía la verdad. Así que me fui al trabajo con una preocupación menos, sintiéndome un poco más ligero.

Al llegar a la oficina, me llevé una sorpresa que no esperaba: un viejo amigo de la secundaria estaba esperándome allí. La visión de Jin, tan familiar y reconfortante, hizo que una sonrisa se formara en mi rostro.

—¿Jin? —dije, sorprendido al verlo  en mi oficina.

Él se levantó de la silla con una sonrisa amplia, y nos abrazamos con un entusiasmo que hizo que el tiempo pareciera detenerse por un momento. Las palmaditas en la espalda y el abrazo sincero me hicieron sentir que los años que habíamos pasado separados se desvanecían.

—¡Jk! —me saludó, usando el apodo que me había dado en la secundaria y que todavía seguía usando. La calidez de su saludo me hizo sentir como si nunca hubiéramos estado separados.

—¡Mírate, ya has crecido! —añadió con entusiasmo, su tono y su energía eran los mismos de siempre. Aunque él era mayor que yo, siempre me había tratado con una mezcla de cariño y camaradería que me hacía sentir especial.

—Y tú has envejecido —respondí en broma, notando cómo se mantenía en excelente forma. Siempre había sido el más guapo de nuestra pandilla en la secundaria, y no había perdido ni un ápice de ese encanto.

—¡Oye, mocoso, respeta! —reclamó con una sonrisa, y mi risa se unió a la suya, reviviendo la complicidad que compartíamos.

—Era broma, hyung —dije, señalando una silla para que se sentara. —¿Qué te trae por aquí después de... casi 7 años? Espero que no sea un mal augurio —añadí, intentando recordar la última vez que nos habíamos visto.

—Tan gracioso como siempre, hasta tu sentido del humor no ha cambiado —comentó Jin, y ambos reímos. —Volví a Corea hace unas semanas y me acordé de ese mocoso que no había visto en tanto tiempo. Desde que te fuiste al ejército, no supe mucho de ti, pero escuché que te has convertido en un gran detective.

Jin se acomodó en la silla frente a mí, relajándose como si estuviéramos en la sala de estar de la casa de un viejo amigo. A medida que comenzamos a ponernos al día, me di cuenta de lo mucho que ambos habíamos cambiado, aunque su esencia seguía intacta. Me habló de sus viajes por todo el mundo, desde las bulliciosas calles de Tokio hasta las tranquilas colinas de la Toscana, y de cómo cada experiencia lo había moldeado. Su tiempo en Nueva Zelanda, en particular, lo había transformado en un chef de renombre, un sueño que había perseguido con tenacidad.

—Toma, te traje algo que hice con estas hermosas manos —dijo con un toque de orgullo, colocando una caja blanca, de aspecto elegante, sobre mi escritorio. La abrió con cuidado, revelando un soufflé de chocolate que casi olía tan bien como se veía—. Mi esposa dijo que sería una buena opción para traértelo —agregó, sonriendo como si compartiera un secreto especial.

No pude evitar sonreír ante la revelación. Jin, casado. Era difícil de imaginar, pero al mismo tiempo, tenía todo el sentido del mundo. Jin siempre había sido un hombre apasionado, y si había encontrado a alguien con quien compartir su vida, no podía ser otra cosa que amor verdadero.

—Así que te casaste, ¿eh? —dije, mientras echaba un vistazo a los postres dentro de la caja. Eran una obra de arte en miniatura, cada uno más tentador que el anterior. El aroma del chocolate se mezclaba con el ligero toque de azúcar en el aire.