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La lluvia caía sobre el campamento, pero eso no detenía a los militares que se movían con determinación por el lugar, transportando las minas que ya habían sido extraídas y desactivadas. Era el resultado de casi tres meses de trabajo arduo, en los que cada metro de terreno había sido cuidadosamente inspeccionado y limpiado. Los mecanismos de desactivación utilizados eran de los más avanzados y seguros, diseñados para minimizar cualquier riesgo de accidentes lamentables. Gracias a ese esfuerzo incansable, habían logrado su objetivo, y ahora solo quedaba una última hectárea por supervisar.

El equipo estaba concentrado, sabiendo que con esta última inspección, podrían finalmente declarar la zona libre de minas. La atmósfera en el campamento estaba cargada de una mezcla de cansancio y alivio anticipado. Pronto, este lugar dejaría de ser una zona roja, y se convertiría en un área segura, donde la gente podría caminar sin miedo. 

Mientras las gotas de lluvia se mezclaban con la tierra, los soldados continuaban su trabajo con determinación, sin dejar que el mal tiempo los detuviera. El sonido de los pasos resonaba en el lodo y la maleza, marcando el avance de la tropa que regresaba al campamento después de adentrarse en la montaña para inspeccionar la última hectárea que quedaba por despejar.

El líder de la tropa alzó la mano, dando una orden clara y firme:

—¡Descansen!

La orden fue acatada de inmediato, y los soldados, aliviados tras la intensa misión, se dirigieron a las tiendas de campaña para resguardarse de la lluvia y tomar un merecido descanso. Aunque el trabajo aún no había terminado, este breve respiro les daba un momento de calma antes de continuar con la operación.

De una de las tiendas emergió la imponente figura del coronel Jung, quien caminó con paso decidido hacia la tropa que acababa de regresar. Con su presencia autoritaria, se acercó al grupo para recibirlos y asegurarse de que todo estuviera en orden.

—¿Cómo les fue? —preguntó el coronel Jung, dirigiéndose al líder de la tropa, el jefe de desminado táctico, con voz firme pero atenta.

El líder, con el rostro húmedo por la lluvia y gotas de sudor mezclándose en su piel, se quitó el casco y lo sostuvo bajo el brazo antes de responder.

—La hectárea fue despejada, no hay indicios de minas en esa última zona —informó con precisión, dejando que una ligera relajación se filtrara en sus palabras. Luego se quitó el pesado chaleco táctico y lo dejó caer al suelo, permitiéndose finalmente un momento de descanso tras la ardua jornada.

El coronel Jung asintió, satisfecho con la noticia, pero sin dejar que se viera demasiado en su expresión disciplinada. La misión estaba cerca de completarse, y la seguridad de la zona era ahora una realidad tangible.

—Excelente, ya casi terminamos con esto —comentó el coronel Jung, asintiendo con aprobación

—. Y todo gracias a ti. El comisionado tenía razón al decir que serías de gran ayuda.

—Sí, como sea —respondió con indiferencia, mientras se quitaba la parte superior de su 

uniforme empapado, quedando en una camiseta sin mangas que se ceñía a su figura atlética.

El coronel la observó por un momento, notando su postura firme y su mirada fría.

—Debo admitir que me gusta tu carácter tan frío y distante, Nabi —añadió el coronel Jung, mientras su voz resonaba con una mezcla de admiración y análisis, la leve sonrisa en sus labios era tan característica de él, esa sonrisa que muchos encontraban reconfortante, pero que en ella nunca lograba provocar la más mínima reacción—. Es igual a este día: lluvioso, frío, y que no da tregua —continuó, observando cómo las gotas de lluvia continuaban cayendo implacablemente, como si sus palabras estuvieran destinadas a ser una extensión del clima.

ADN CRIMINAL ⌖ JK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora