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capítulos finales


Ver a sus hombres caer, uno tras otro, bajo las manos letales de Nabi estaba llevando al Comisionado Jeon al límite. No había más opción que usar la única carta que le quedaba, el último recurso que había estado guardando, con la esperanza de que Kim no hubiera corregido esa debilidad en ella. Había observado a Nabi detenidamente durante los cinco años en los que estuvo encerrada, tiempo suficiente para estudiar cada pequeño detalle de su comportamiento, hasta que, finalmente, descubrió su punto débil. A pesar de todo el caos, él había mantenido la calma, previendo que algo así sucedería. Por eso se escabulló, casi desapercibido, hacia una torre de control cercana, donde aguardaba el mando que había preparado para este momento.

En la base de la torre, el aire olía a pólvora y a muerte. Mientras tanto, Jeon, con sus ojos fijos en el tablero de control, sabía que su próxima jugada no solo podría detener a Nabi, sino también inclinar la balanza de toda la batalla. Allí estaba la consola que había mandado instalar en secreto, con un solo propósito: desplegar un ataque sonoro devastador. Lo había diseñado para penetrar la mente de Nabi, quebrando su voluntad a través de un tono agudo y ensordecedor, uno que había descubierto tras años de observación.

Jeon observó la pantalla. El sudor le perlaba la frente mientras sus dedos recorrían los botones con precisión calculada. En su interior, deseaba no tener que recurrir a esto, pero la situación lo había llevado al límite. Notó algo extraño. Nabi no llevaba puestos los auriculares que él le había dado durante sus sesiones de entrenamiento. Seguramente Kim se los había quitado, lo que significaba que la única barrera entre Nabi y su punto débil había sido removida. Si Kim no había anulado esa debilidad, entonces, tal vez, aún había una oportunidad para detenerla.

Sin perder tiempo, activó el sistema de sonido que se había instalado en puntos estratégicos alrededor del campo de batalla. La señal comenzó a transmitirse, invisible pero mortal. Las ondas sonoras viajaron rápidamente, alcanzando a Nabi y a los hombres de Min que luchaban sin descanso.

En el campo, Nabi estaba completamente inmersa en su frenesí asesino, cada movimiento tan preciso como letal. Su cuerpo se movía con una gracia aterradora, derribando soldados sin esfuerzo alguno. Pero, de repente, todo se detuvo. Nabi se congeló en seco, como si el tiempo mismo hubiera dejado de avanzar para ella. Sus ojos se abrieron de par en par mientras el ruido comenzaba a retumbar en su cabeza. Al principio fue solo un leve zumbido, pero en cuestión de segundos se transformó en una tortura insoportable. Su cuerpo, antes imparable, comenzó a temblar.

El sonido era tan agudo, tan penetrante, que no solo afectaba a Nabi, sino también a los soldados modificados de Min. Algunos de ellos cayeron al suelo, retorciéndose como si estuvieran siendo quemados desde dentro. Otros comenzaron a atacarse entre sí, completamente desorientados por el ruido. La confusión reinaba en el campo de batalla. Los pocos soldados de la fuerza que quedaban observaban con incredulidad, incapaces de comprender qué estaba sucediendo.

Nabi, en medio de todo esto, estaba sufriendo más que nadie. De sus oídos comenzó a brotar sangre, fina y constante, mientras sus ojos cambiaban de color frenéticamente. Rojo, azul, café. Era como si su propio cuerpo no pudiera decidir cuál era su verdadero ser. Nabi intentaba taparse los oídos, pero era inútil. El dolor la estaba devorando viva.

Lo más terrorífico fue lo que ocurrió después: Nabi, en su desesperación, empezó a atacarse a sí misma. Sus uñas se hundieron en su piel, desgarrando la carne mientras gritaba en un intento de silenciar el dolor interno. Su rostro, una vez impasible y letal, ahora era una máscara de agonía. Cada rasguño que se infligía era un recordatorio del monstruo que Kim y Min habían creado, y ahora estaba al borde del colapso.

ADN CRIMINAL ⌖ JK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora