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┆ Min Nabi┆


Eran ya las 3 de la mañana y, sorprendentemente, el sueño no parecía tener intención de apoderarse de mí. Cada viruta que raspaba caía al suelo de mi tienda, donde me encontraba concentrada en darle forma a una estaca, afinando su filo con meticulosa precisión. La rutina me mantenía ocupada, pero una presencia extraña en el aire pronto me sacó de mi trance.

Un ruido inusual, sutil pero inquietante, interrumpió el suave ritmo de mi trabajo. Levanté la vista y, casi de inmediato, un aroma peculiar comenzó a invadir mis fosas nasales. Era un olor que, aunque familiar, no lograba identificar de inmediato. La combinación de humedad y algo más, una esencia enigmática que estaba fuera de lugar. Mi instinto se activó, y dejé caer la navaja y la rama que tenía en las manos. Sin mediar palabra, me dirigí hacia la salida de la tienda.

La noche se extendía en una oscuridad impenetrable, la luna no daba señales de vida y el aire estaba impregnado con el olor a humedad residual de las lluvias que habían azotado la zona en los últimos días. Cada paso que daba sobre el suelo lodoso producía un crujido sordo, un sonido que parecía amplificar el silencio inquietante que me rodeaba.

Me detuve un momento para examinar el campamento. Noté la ausencia de los centinelas, lo que resultaba extraño. La falta de vigilancia no era una coincidencia. Mi instinto me decía que había algo más detrás de esta alteración en la rutina nocturna.


Un nuevo ruido, más claro y definido, captó mi atención desde la dirección de la derecha. Me giré con rapidez, avanzando en esa dirección con paso decidido. La noche parecía cerrar a mi alrededor, y el sonido del lodo bajo mis botas resonaba como un eco constante en la quietud. 


Mis sentidos estaban agudizados, cada movimiento y cada sonido eran analizados con precisión. Me adentré en la oscuridad, siguiendo el rastro del sonido, consciente de que la capacidad para detectar cualquier amenaza en el entorno era crucial. Mi cuerpo estaba en alerta máxima; caminaba lentamente, buscando mi objetivo con pasos medidos. Mi visión era buena, capaz de distinguir detalles en la penumbra sin tropezar con obstáculos.

El ruido que había captado inicialmente desapareció, dejando un absoluto silencio que no era normal. En la naturaleza, incluso en la quietud de la noche, siempre se puede escuchar el canto de los grillos o el susurro de las ramas moviéndose con la brisa. Sin embargo, en ese momento, el silencio era inquietante, un vacío que parecía presagiar algo terrible.

Me detuve en un punto, esperando captar cualquier otro indicio de movimiento o sonido. El silencio continuaba hasta que algo frío y húmedo salpicó mi frente. Al principio, pensé que podría ser una gota de agua, una consecuencia de la lluvia reciente. Sin embargo, al llevar mi mano a mi frente para limpiarla, el olor metálico que se liberó inundó mis fosas nasales. 

Observé mis dedos y, efectivamente, lo que había pensado era correcto: sangre.

Alcé la vista lentamente, y lo que vi me detuvo en seco. Un centinela colgaba de un árbol cercano, desangrándose lentamente. La visión de su cuerpo suspendido, la sangre que se desprendía de él y la escena que se desplegaba ante mí eran impactantes. 

De repente, un estruendoso y persistente ruido de disparos rompió el silencio absoluto que había envuelto el campamento. El sonido retumbó en la oscuridad de la noche, y su intensidad reveló una amenaza inminente. El caos que siguió al estallido de los disparos era inconfundible: la tranquilidad de la noche había sido sustituida por una alarma frenética.

ADN CRIMINAL ⌖ JK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora