El Día del Juicio-4

1 1 0
                                    

El Día del Juicio-4

Mientras Darem levanta su bayoneta envuelta en intensas llamas, sus ojos destellan con una mezcla de furia y fanatismo, y le dice a Fénix:

—Tu fin ha llegado, Fénix. Si alguna de estas bayonetas llega a atravesarte, serás quemado vivo, y tu alma finalmente será purificada.

Sin más aviso, Darem lanza su primer ataque, su bayoneta cortando el aire con velocidad mortal. Fénix logra esquivarla apenas, inclinándose hacia un lado en el último segundo. Pero Darem no se detiene; sin tregua, vuelve a atacar, girando y lanzando una segunda bayoneta con un impulso lleno de rabia.

Fénix, observando cada movimiento de Darem, esquiva una vez más y aprovecha la apertura: le conecta un rodillazo brutal en la cabeza, haciendo que Darem retroceda tambaleándose. El impacto resuena, pero Darem se mantiene de pie, la intensidad en sus ojos creciendo aún más.

La tensión entre ellos aumenta, cada uno midiendo al otro, preparándose para el siguiente movimiento en esta batalla que parece no tener fin.

Darem no pierde tiempo e intenta de nuevo atravesar a Fénix con una de sus bayonetas, sus ojos brillando de determinación. Sin embargo, Fénix anticipa el movimiento y bloquea el ataque, manteniéndose firme. Justo entonces, desde la distancia, una voz conocida grita su nombre:

—¡Fénix! —es Marcus, quien trata de advertirle de algo.

Esa breve distracción es todo lo que Darem necesita. Aprovechando la apertura, Darem le clava la bayoneta encendida directamente en el costado derecho. Fénix siente el acero ardiente perforar su cuerpo, y de inmediato, una ola de fuego se extiende por su mitad derecha, el dolor abrasador envolviéndolo mientras las llamas comienzan a consumirlo.

Antes de que Fénix pueda reaccionar, Darem hunde una segunda bayoneta en su cuello. La presión es insoportable; el metal candente se clava profundamente, y Fénix siente cómo sus fuerzas lo abandonan. Su cuerpo comienza a temblar incontrolablemente, y una sensación de agotamiento lo inunda. Todo a su alrededor se oscurece poco a poco, mientras Darem sigue aplicando presión, impidiendo cualquier intento de resistencia.

Fénix lucha por mantenerse consciente, pero el dolor y la pérdida de energía lo arrastran hacia la oscuridad.

Darem observa a Fénix con una expresión fría y victoriosa mientras sigue ejerciendo presión sobre las bayonetas. La chispa de vida en los ojos de Fénix comienza a desvanecerse, y Darem se inclina hacia él, susurrándole unas últimas palabras:

—Cede, Fénix. Acepta tu destino. Acepta el final...

El mundo a su alrededor se desvanece en sombras, y finalmente todo queda en la nada. Todo es silencio y oscuridad.

Pero de repente, una luz suave aparece en la distancia, brillante y cálida. Fénix, atrapado en la penumbra, siente cómo algo lo atrae hacia ella, un remolino de sensaciones desconocidas que lo envuelven. La luz se vuelve cada vez más fuerte, y dentro de ella una voz profunda y serena resuena, irradiando paz y compasión:

—Bienvenido, Fénix.

Fénix se encuentra de pie frente a esta luz, perplejo y algo incómodo. La voz continúa:

—Soy el creador de todo. Por mucho tiempo creí en la necesidad de erradicar a los lycan y vampiros. Sin embargo, mi perspectiva ha cambiado. Ahora veo el valor en la existencia de estas almas. No todos son oscuros... y tu alma, a pesar de tu naturaleza, tiene una pureza que rara vez se ve.

Fénix escucha en silencio, con el ceño fruncido. La paz que emana de la voz lo llena, pero su resentimiento surge de manera inevitable.

—¿Pura? —dice, su tono cargado de sarcasmo—. ¿De verdad, después de todo lo que he pasado? ¿Dónde estaba esa "sabiduría divina" cuando veía a mis compañeros caer uno a uno en el infierno de las guerras? ¿Dónde estabas cuando me convertí en lo que soy, condenado a una vida miserable, viendo a todos los que amo desaparecer?

La voz permanece en calma, como si comprendiera la carga de sus palabras.

—Cada vida es un proceso de crecimiento y aprendizaje, Fénix. La tuya ha sido dura, es cierto, pero no has sido abandonado. Todo ha sido parte de un propósito mayor, aunque no siempre lo entiendas.

Fénix respira profundamente, intentando calmar el enojo que late en su pecho.

—¿Propósito? —responde con amargura—. He pasado siglos luchando, sacrificando, perdiendo... y todo para que ahora me digas que fue un "propósito"?

La voz responde con serenidad, pero esta vez con un tono más firme:

—A pesar de las heridas, tu alma ha permanecido leal a la justicia y a la defensa de los tuyos. Y en este momento, tu valor es más grande que nunca. No has llegado aquí para ser juzgado, sino para comprender el poder de lo que llevas dentro.

Fénix, confundido y atrapado en esta extraña dimensión de luz y oscuridad, observa a su alrededor, intentando comprender lo que está sucediendo. Con una mezcla de incredulidad y rabia, le pregunta a la voz:

—¿Dónde estamos? ¿Qué está pasando? ¿Estoy muerto?

La voz resuena de nuevo, su tono suave pero lleno de poder:

—No estás muerto, Fénix, pero tampoco estás vivo. Te encuentras en el umbral, entre los mundos. Aquí, el tiempo no tiene forma, y las fronteras entre la vida y la muerte se disuelven. Estás más allá de lo que comprendes.

Fénix frunce el ceño, el dolor en su cuerpo y la angustia de la batalla todavía presentes en su mente.

—¿Entonces, qué se supone que debo hacer aquí? ¿Por qué no me dejas descansar si ya estoy entre la vida y la muerte? ¿Qué más quieres de mí?

La voz, aunque serena, toma un tono más grave, como si estuviera explicando una verdad trascendental:

—Fénix, tu vida es parte de un propósito mayor. Has sido elegido para atravesar pruebas más grandes que las que puedes imaginar. Tu sufrimiento no ha sido en vano, y tu destino está entrelazado con las fuerzas que gobiernan el orden del universo. Aunque no lo comprendas ahora, tu vida, tus sacrificios, tu lucha, están abriendo el camino hacia algo mucho más grande.

Fénix aprieta los dientes, sus palabras impregnadas de ira:

—¿Destinado a qué? ¿A seguir destruyendo todo a mi alrededor? ¿A seguir siendo una herramienta de destrucción? Porque hasta ahora todo lo que he tenido es dolor y más dolor. ¿Qué más quieres que haga? ¿Qué más queda por destruir?

La voz, compasiva pero firme, responde con paciencia:

—Te espera un destino más oscuro, Fénix, más desafiante de lo que has conocido. Aún enfrentarás más destrucción, más pérdidas. Pero en ese caos, en ese tormento, encontrarás un propósito, un motivo para seguir luchando. Una razón que trascenderá tu sufrimiento, una razón que dará sentido a todas las batallas que has librado.

Fénix siente un escalofrío recorrer su espina dorsal, sus palabras llenas de desesperanza:

—¿Y cuándo, exactamente, se supone que voy a encontrar eso? ¿Cómo? Todo lo que he hecho ha sido por nada. No hay razón.

La voz responde con una certeza profunda, como si ya supiera la respuesta:

—La razón te llegará cuando menos lo esperes, en el momento más oscuro. Pero debes seguir, debes atravesar la tormenta antes de que la luz finalmente llegue. Lo que te espera al final no es lo que crees, Fénix.

Un silencio pesado cae entre ellos, y por un momento, Fénix siente que algo más grande que él está en juego, algo que ni siquiera él puede comprender por completo.

Pero no sabe qué pensar, ni si realmente quiere seguir.

code/fenixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora