Capítulo 130: El Fin de una Era

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Capítulo 130: El Fin de una Era

En el piso superior de la base de Viktor, Marcus luchaba desesperadamente por contener a Lucian y Vanessa, ambos ahora convertidos en bestias descontroladas bajo la influencia del gas lycan. Cada vez que uno de ellos se abalanzaba sobre él, Marcus daba un paso atrás, manteniendo la boca y la nariz firmemente cubiertas, tratando de evitar inhalar los últimos rastros del gas letal que flotaban en el aire.

Lucian, en su forma de lycan desquiciado, lanzó un zarpazo que apenas logró esquivar. El impacto del golpe resonó en las paredes, destrozando el metal reforzado y llenando la habitación de chispas y escombros. Vanessa, con un gruñido feroz, se lanzó hacia Marcus, quien giró justo a tiempo para empujarla con el hombro y crear algo de distancia entre ellos, pero sabía que no aguantaría mucho más.

Mientras tanto, Enid buscaba frenéticamente alguna arma o herramienta útil en el cuerpo sin vida de Stridum. No quedaba otra opción que intentar defenderse con lo que encontrara, aunque el panorama no era alentador. La situación se volvía cada vez más desesperada; cada segundo que pasaba aumentaba el riesgo de que ella y Marcus cayeran bajo el asalto implacable de Lucian y Vanessa.

Enid, al borde de la frustración, revisó uno de los bolsillos de Stridum, pero no encontró nada más que papeles y pequeños dispositivos sin valor en una pelea. "Maldición", murmuró entre dientes, levantando la vista hacia Marcus, quien apenas lograba contener las acometidas de las dos bestias.

—¡Marcus! ¡No podemos seguir así mucho tiempo! —gritó Enid, alzando la voz por encima del ruido ensordecedor de la pelea.

Marcus apenas pudo asentir mientras luchaba, sabiendo que, hasta que Fénix regresara, lo único que podían hacer era resistir, aunque el tiempo parecía estar en su contra.

 Viktor observaba la batalla que se desarrollaba frente a él, con una calma fría y calculadora en sus ojos. Mientras veía cómo Marcus y Enid luchaban desesperadamente por sobrevivir ante el ataque de las bestias en las que se habían convertido Lucian y Vanessa, comenzó a hablar en un tono sombrío, casi perdido en sus propios pensamientos.

—¿Sabes, Enid? —dijo Viktor, sin apartar la vista del caos—. A veces me pregunto si ustedes, todos los que defienden a Enid Corp., entienden lo que significa crecer en la oscuridad. Yo no tuve una infancia, no una de verdad, al menos. Desde el momento en que nací, mi vida fue... entrenamiento. Mis padres... no sé si esa es la palabra correcta para ellos. Eran más como maestros fríos, inalcanzables. Mi padre era una figura distante, implacable, incapaz de mostrar algo tan "inútil" como la compasión.

La mirada de Viktor se perdió en algún punto distante, mientras recordaba esos años sombríos, tan fríos como su personalidad.

—Todo lo que me enseñaron fue a sobrevivir, a pensar en términos de poder, fuerza y control —continuó, su voz teñida de amargura—. No había juegos, ni momentos de descanso. Para ellos, el afecto era un lujo, algo que debilita. En cambio, me inculcaron que el poder es lo único que importa en este mundo. Si no eres fuerte, no eres nada. La debilidad era castigada, a veces de formas que prefiero no recordar. Y mi madre... ella era peor. Más cruel, más sádica.

Viktor sonrió con una frialdad que hacía evidente el abismo que lo separaba de cualquier otra persona.

—Fui moldeado en ese odio, en esa brutalidad. Para ellos, fui un experimento, un proyecto, no un hijo. Y entonces, cuando crecí, los dejé atrás. Les demostré que su "creación" era más fuerte de lo que podrían haber imaginado, y desde entonces, me aseguré de no volver a sentir ni una pizca de compasión. ¿Y saben qué? Tal vez gracias a eso soy quien soy hoy. Fuerte, implacable, indomable. Y precisamente por eso, todo lo que he construido será eterno. Porque lo he hecho sin piedad, sin debilidad.

Sus ojos volvieron a enfocarse en Enid y Marcus, ahora atrapados en una batalla en la que, según él, no tenían ninguna posibilidad de victoria.

—Así que luchen todo lo que quieran. Al final, no importa. —dijo, con un tono que denotaba desprecio absoluto—. Porque aquí, sólo sobrevive el más fuerte.

Enid, con la mirada gélida y determinada, encontró finalmente un arma en el cuerpo inerte de Stridum. La empuñó, apuntando directamente a Viktor, quien se limitó a observarla con una sonrisa arrogante en su rostro.

—¿De verdad piensas que esto cambiará algo, Enid? —se burló Viktor, inclinando la cabeza hacia el cañón del arma—. Adelante, dispara. No importa lo que hagas, Darem ganará. Él me revivirá, de una forma u otra. Y aunque eso no ocurriera... el daño ya está hecho. Berlín, Manhattan, la Casa Blanca... millones de muertos. Mi legado está sellado en cada gota de sangre que he derramado en este mundo. No puedes deshacerlo.

Enid apretó los dientes, y Viktor, con una expresión de absoluto desprecio, continuó, sus palabras resonando con una mezcla de triunfo y locura.

—Todo salió tal como lo planeé, Enid. Darem activará mi obra maestra, y cuando eso ocurra... —una sonrisa perturbadora se dibujó en su rostro—. Mi legado perdurará, indestructible, eterno. Y aunque yo caiga, mi propósito... seguirá viviendo, más allá de mi propia vida.

Sin más vacilación, Enid apretó el gatillo. El disparo resonó en la habitación, y la bala se incrustó justo entre las cejas de Viktor, su cuerpo golpeando la pared y resbalando hasta el suelo.

Mientras caía, Viktor esbozó una última sonrisa, su mirada burlona encontrando la de Enid mientras murmuraba sus últimas palabras.

—Adiós... siempre fuiste una rival interesante... aunque nunca a la altura.

Con ese último toque sarcástico en sus labios, su cuerpo quedó inerte, dejando un silencio helado en la habitación, mientras Enid, aún sosteniendo el arma, lo observaba con una mezcla de determinación y repulsión.

Marcus luchaba sin tregua, tratando de contener las bestias en las que Lucian y Vanessa se habían convertido, sus movimientos cada vez más desesperados mientras el gas lycan seguía en el aire, afectando su respiración. En un momento de tensión, vio cómo Enid apuntaba de nuevo hacia sus antiguos compañeros, y alzó la voz:

—¡Enid! No es necesario matarlos... aún están ahí, en alguna parte. —Marcus mantuvo su mirada fija en Enid, su expresión dura pero suplicante.

Pero Enid, consciente del peligro que representaban en ese momento, apretó el gatillo. La bala cruzó el aire, impactando en el abdomen de Vanessa, quien comenzó a convulsionarse violentamente antes de caer al suelo inconsciente.

Aprovechando el momento, Marcus lanzó un puñetazo brutal a la cabeza de Lucian, hundiéndosela con un golpe preciso, logrando derribarlo. Marcus respiró con fuerza y miró a Enid, algo aliviado.

—Están vivos —dijo Marcus, mirando a sus compañeros caídos—, pero ahora mismo, lo mejor será ir a ayudar a Fénix. Algo me dice que su pelea contra Darem está por llegar a un punto crítico.

Ambos intercambiaron una mirada de determinación, dejando atrás a Lucian y Vanessa, y preparándose para lo que les aguardaba junto a Fénix, conscientes de que la batalla estaba a punto de volverse aún más intensa.

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