MARATON 2/3: 22-¡NO, PAPÁ NO!

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*Pedri*

Llegar a casa me puso mal sabor de boca al verlas a ambas juntas en la cocina, aunque por primera vez parecían poder estar juntas sin gritarse la una a la otra.

Empezamos a poner la mesa para desayunar todos juntos y miré a Aitana un par de veces haciéndole señas.

-Voy a por mi móvil-dijo ella subiendo las escaleras.

-Y yo a cambiarme rápido que apesto-les dije a todos olfateandome con asco.

-No te querido decir nada pero...-empezó Gavi moviendo las manos en señal de que si que apestaba y yo reí dándole una colleja en la cabeza.

Subí las escaleras de dos en dos y entre en la habitación de Aitana donde ella salto a mis labios sin pensárselo mientras sonreía.

La subí a mi cadera con facilidad agarrandola del culo para enfatizar el beso y sentirla tan pegada a mi hizo que mi cuerpo me jugase la misma mala pasada que anoche y volviese a empalmarme.

Asique después de un par de besos...igual que anoche tuve que separarla de mi mientras respiraba con dificultad sonriendole.

Ella me sonrió de la misma manera, dándome cuenta una vez más de lo preciosa que era y lo loco que me tenía por ella.

-Venga, o van a darse cuenta-le dije señalandole la puerta con una sonrisita, o la alejaba o al final sabía que no podría controlarme.

Ella cogió su móvil y se dirigió a la puerta, pero antes de que pudiese abrirla la cogí del brazo girandola en mi dirección para darle un beso más.

-Ahora si-le dije acariciando su mejilla. Ella sonrió tímida andando hasta la puerta y mis ojos se fueron moviendo por su cuerpo mientras mordi mi labio.

Cuando bajo las escaleras yo fui hasta mi habitación para ducharme y quitarme el calenton con agua fría.

Aitana me ponía muchísimo y no podía estar más feliz con ella pero también sabía que no podía sobrepasarme así con ella porque...aunque jodiese aún era una niña.

No me gustaba pensarlo, pero era una realidad y no quería que pasase algo y luego ella se arrepintiese.

Por no hablar de que ella era virgen y yo...nunca me había acostado con una chica virgen. Podía parecer una tontería pero me daba miedo hacerle daño y más tratándose de ella.

Estaba dispuesto a esperar el tiempo que hiciera falta y esa era una de las cosas que me hacían darme cuenta de que lo que le había dicho a Amalia el día anterior era verdad.

Estaba enamorado de Aitana.

No sabía con exactitud desde cuando pero si sabía que ese cariño tan especial que le había tenido desde siempre no era igual que lo que me pasaba con sus hermanos o con los hijos de los demás amigos, ella era especial.

Me gustaba su risa, siempre había priorizado pasar tiempo con ella y disfrutaba de su tacto, de su forma de mirarme, de su sonrisa y sus ojitos preciosos...me encantaba toda ella y por dentro estaba cagado de miedo.

Sabía que Gavi nunca me lo perdonaría, y también sabía que tarde o temprano esto iba a traer consecuencias.

Iba a fallarle a mi amigo, a mi mejor amigo.

Yo había intentado parar esto muchas veces pero había llegado a un punto que no quería hacerlo, no quería reprimirme, yo no iba a hacerle daño a ella, pero sabía que el no me lo perdonaría nunca y la sensación de culpa estaba ahí persistente en mi.

Ese día habíamos decidido dar una vuelta en barco todos, por supuesto después de comprobar que el tiempo estuviese a nuestro favor esta vez.

Antes de eso yo fui a dejar a Amalia al aeropuerto, por suerte lo había entendido todo y ella misma me pidió que la acompañase para volverse a Barcelona.

Sabía que estaba dolida, pero al menos no me iba a dar problemas y quizá con el tiempo podríamos ser amigos porque aunque a veces me agobiaba no era mala chica.

Cuando regresé ya todos estaban en el puerto esperándome asique me subí y mi hermano arrancó el yate para empezar a salir del puerto.

Gavi y Dani iban abrazados mirando las vistas, era increíble como aunque pasarán los años ellos seguían siendo como el primer día, eran el uno para el otro desde siempre.

Candela y Dario también disfrutaban tumbados en las rejillas de delante mirando el mar buscando delfines y Jimena y Aitana estaban tumbadas en las colchonetas de delante mientras hablaban.

Llevaba gafas de sol puestas y desde al lado de mi hermano me permití echarle una mirada a Aitana desde lejos.

Llevaba un bikini azul que le quedaba perfecto.

Su cuerpecito era perfecto. Con sus curvas sutiles pero que la hacían espectacular, ella también llevaba gafas de sol y además se había afianzado la gorra del barco donde ponía la palabra "capitán" y una vez más tuve que apartar la mirada para que mi cuerpo no reaccionase ante ella.

Lo que daría por que todo fuese más fácil y poder agarrar su cintura y besar sus labios frente a todos como hacían mis amigos.

Mi hermano paró el barco en una zona segura para que nos bañaramos en mitad del mar y todos se tiraron casi sin pensárselo.

Yo me quité la camiseta dispuesto a hacerlo cuando vi a Aitana parada mirando al mar nada convencida.

-Aiti-la llamé y ella me miró con cara de pocos amigos-vamos-le dije haciendo señas con la cabeza mirando al mar, pero ella negó suavemente.

-No...yo no..-dijo cuando su padre subia las escaleras mojado.

-Vamos Aitana, no me hagas tirarte-le dijo él riendo, pero a Aitana esto no le estaba haciendo ninguna gracia.

-No papá..no..-parecía que se había quedado un poco en shock.

Gavi divertido corrió hasta ella cogiendola para tirarla, y de un momento a otro ella empezó a gritar en los brazos de su padre nerviosa, teniendo un ataque de pánico.

-¡NO, PAPÁ NO, PARA, BÁJAME!-Sollozó esto último haciendo que Gavi la bajase serio y preocupado.

-Aitana cariño...-empezó él pero ella ni siquiera lo escuchó y ella se fue llorando al interior del barco donde habíamos pasado la noche la noche de la tormenta.

Dani subio al barco también preocupada para ir a buscarla junto con Gavi, pero frené a ambos preocupado.

-Dejadme a mi-les pedí y mis amigos solo asistieron porque sabían que Aitana y yo teníamos un vínculo muy especial y ella se sentía segura conmigo.

Entre dentro, donde ella estaba llorando sentada en el suelo con la cara tapada y entendí que quizá lo que vivimos le había dejado algún que otro miedo que ella no había admitido hasta ahora.

-Princesita-le dije suave andado hasta ella, que en cuanto me escuchó abrió sus brazos para que la abrazase y eso hice.

Me rompió en corazón verla sollozar contra mi pecho mientras notaba como le temblaba todo el cuerpo.

-Cariño...no pasa nada ni va a pasarte nada..-Le dije besando su cabeza mientras la apretaba contra mi con fuerza, queriendo que se sintiese segura conmigo.

Ella no dijo nada, solo siguió llorando un largo rato en mis brazos y yo no pude evitar sentirme culpable, todo esto era mi culpa...

(CONTINUARÁ...)

Murmullos-Pedri González y Aitana PáezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora