La luz se filtraba a través de las cortinas, creando un halo tenue en la habitación. Lisa abrió los ojos lentamente, sintiendo un dolor sordo en la cabeza y una sensación de confusión. Su cuerpo se sentía pesado, como si estuviera envuelto en una espesa niebla.
"¿Jennie?" murmuró, su voz apenas audible.
Un susurro suave respondió a su llamado. "Estoy aquí, mi amor. ¿Cómo te sientes?"
Lisa intentó mover la cabeza, pero un dolor punzante la obligó a detenerse. "Mi cabeza... duele."
"Es normal," dijo Jennie, con una voz llena de alivio. "Es la anestesia. Se te irá pasando."
Lisa intentó recordar lo que había sucedido, pero su mente se sentía nublada. "¿Qué pasó? ¿La operación?"
"Sí, mi amor. Todo salió bien. El doctor te ha extirpado los tumores," respondió Jennie, con una sonrisa que intentaba disimular su preocupación.
Lisa sintió un alivio que la invadió como una ola. "Estoy... viva."
"Sí, mi amor. Estás viva, y estás bien," dijo Jennie, tomando su mano. "Ahora solo tienes que descansar y recuperarte."
Lisa cerró los ojos, sintiendo la calidez de la mano de Jennie y la familiaridad de la habitación. La niebla en su mente comenzó a disiparse lentamente, y los recuerdos de la operación volvieron a su memoria como fragmentos de un sueño.
"El doctor dijo que... que necesitaría tiempo para recuperarme," murmuró Lisa, con un hilo de voz.
"Sí, pero vas a estar bien. Te vamos a cuidar," dijo Jennie, con una voz firme.
Lisa abrió los ojos y miró a Jennie, sus ojos llenos de amor y preocupación. "No quiero perderte," dijo, con un tono que reflejaba su miedo.
Jennie la miró con ternura. "No vas a perderme. Estoy aquí, y voy a estar aquí siempre. Te amo, Lisa."
Lisa asintió, sintiendo que la niebla en su mente se disipaba por completo. La operación había sido un éxito, y ella estaba viva. La batalla había terminado, y ahora comenzaba la recuperación.
"Tengo que... tengo que volver a ser fuerte," dijo Lisa, con una voz que aún era débil, pero que reflejaba su determinación.
"Lo harás," dijo Jennie, con una sonrisa que le dio a Lisa la fuerza para seguir adelante.
En ese momento, la puerta se abrió y los padres de Lisa entraron, con los rostros llenos de alegría y alivio.
"Mi niña," dijo su madre, acercándose a la cama con lágrimas en los ojos. "Estamos tan felices de que estés bien."
"Te queremos mucho," dijo su padre, con una voz que reflejaba su amor incondicional.
Lisa sonrió, sintiendo el calor de su familia envolviéndola como un abrazo. La niebla se había disipado, y el camino hacia la recuperación comenzaba.
"Estoy aquí," dijo Lisa, con una voz que ahora era fuerte y clara. "Y voy a luchar."
Y en ese momento, Lisa supo que, con el amor de su familia y la fuerza de su voluntad, vencería cualquier obstáculo que se pusiera en su camino.