Las semanas que siguieron a la operación fueron un torbellino de recuperación. Lisa se movía con lentitud, cada paso un pequeño triunfo, cada sonrisa un reflejo de la esperanza que renacía en su corazón. El dolor aún estaba presente, un recordatorio constante de la batalla que había librado, pero la fuerza de voluntad la impulsaba hacia adelante.
Jennie se convirtió en su sombra, acompañándola en cada momento, con paciencia y amor incondicional. La ayudaba a caminar, a comer, a recordar. La llenaba de historias, de risas, de canciones. Era su ancla, su faro en la oscuridad.
"Ya casi puedes volver a casa," dijo Jennie, con una sonrisa que iluminaba la habitación.
Lisa la miró, con un brillo de alegría en los ojos. "No puedo esperar."
"Yo tampoco," respondió Jennie, tomando su mano. "Te voy a extrañar mucho aquí, pero estaré contigo en casa."
Lisa asintió, sintiendo un nudo en la garganta. La idea de volver a su vida normal, de volver a su hogar, la llenaba de una mezcla de emoción y miedo.
"Estoy nerviosa," admitió Lisa, con un susurro.
"Es normal," dijo Jennie, con una voz suave. "Es un cambio grande, pero vamos a enfrentarlo juntos. Como siempre."
Lisa sonrió, sintiendo que la fuerza de Jennie la llenaba de confianza.
"Gracias," dijo Lisa, con un tono de gratitud. "Por todo."
"No tienes que agradecerme," respondió Jennie, con una sonrisa. "Te amo."
Lisa se quedó en silencio, contemplando la profundidad de las palabras de Jennie. El amor que sentía por ella era un faro en su vida, una luz que la guiaba a través de la oscuridad.
"Yo también te amo," dijo Lisa, con una voz que reflejaba la intensidad de sus sentimientos.
En ese momento, la puerta se abrió y el doctor entró, con una sonrisa amable.
"Buenos días, Lisa. ¿Cómo te sientes hoy?" preguntó el doctor, acercándose a la cama.
"Mucho mejor," respondió Lisa, con una sonrisa. "Ya casi puedo volver a casa."
"Eso me alegra mucho," dijo el doctor, revisando sus signos vitales. "Tu recuperación va muy bien. Ya estás lista para volver a tu vida normal."
Lisa sintió un alivio que la invadió como una ola. La batalla había terminado, y ella había ganado.
"Gracias, doctor," dijo Lisa, con un tono de gratitud.
"No tienes que agradecerme," respondió el doctor. "Has sido muy valiente. Te deseo lo mejor en tu recuperación."
Lisa asintió, sintiendo que la luz al final del túnel se hacía más brillante.
"Jennie," dijo Lisa, con un tono de emoción. "Ya casi estoy en casa."
Jennie la miró con ojos llenos de amor y comprensión. "Lo sé, mi amor. Y te voy a esperar con los brazos abiertos."
Lisa sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de alegría. La batalla había terminado, y ella había ganado. Y ahora, con el amor de Jennie a su lado, estaba lista para comenzar un nuevo capítulo en su vida.