Elissabat

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Elissabat

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Elissabat despertó en la penumbra de su habitación, su delicada piel rosada iluminada tenuemente por el resplandor de la luna llena que se filtraba a través de las gruesas cortinas de terciopelo púrpura. El aire era fresco, pero no frío, y la habitación estaba impregnada de una fragancia dulce y misteriosa, una mezcla de incienso y algo indefinible que hacía su pulso latir más rápido. Se incorporó lentamente, sintiendo la textura suave de una sábana blanca de seda que apenas cubría su cuerpo. Al alzar la mirada, sus ojos rosados se detuvieron en el reflejo del espejo, donde las marcas en su cuello eran inconfundibles: chupetones oscuros que contrastaban con su piel pálida.

Su mente, aún atrapada entre el sueño y la vigilia, la llevó de vuelta a los momentos de la noche anterior. Las imágenes se entremezclaban: el calor de unas manos sobre su piel, el sonido de sus propios suspiros resonando en la habitación, y la intensidad en los ojos de ella. T/n.

Elissabat sonrió para sí misma, sus labios teñidos de morado curvándose en una expresión mezcla de satisfacción y anhelo. Sus dedos rozaron las marcas de su cuello, y al hacerlo, una corriente de placer le recorrió el cuerpo, como si su piel recordara cada segundo de la pasión que habían compartido. Pero antes de perderse en sus pensamientos, un suave roce la sacó de su ensimismamiento.

Unos labios cálidos se posaron en la curva de su cuello, justo sobre una de las marcas. Elissabat cerró los ojos al instante, dejando escapar un pequeño jadeo. La familiaridad de aquel toque la estremeció, y su cuerpo respondió antes de que pudiera pensar en las palabras correctas.


—¿Ya estás despierta, mi reina? —Susurró una voz baja y seductora cerca de su oído.


Elissabat giró lentamente la cabeza y sus ojos se encontraron con los de T/n. La hechicera estaba allí, tan radiante como siempre, con su cabello cayendo en cascadas y esos ojos llenos de una intensidad que parecía desnudarte el alma. T/n llevaba una túnica negra, ajustada a su esbelta figura, con detalles dorados que reflejaban la luz de la luna.


—T/n... —Murmuró Elissabat, su voz un susurro ronco, aún marcado por el deseo que no parecía disiparse.

—No digas nada, amor mío—T/n sonrió, deslizando una mano sobre el hombro desnudo de Elissabat—Te ves hermosa a la luz de la luna. Aunque, debo admitir, estas marcas en tu cuello son mi obra favorita.

Elissabat bufó suavemente, aunque el rubor que coloreó sus mejillas era evidente—Sabes que no debería estar haciendo esto. Si alguien se enterara de lo nuestro...


T/n colocó un dedo sobre sus labios, silenciándola con ternura.


—Nadie lo sabrá. Mis hechizos nos protegen. Este espacio, este momento, es solo nuestro. No tienes que temer, Elissabat.


La reina vampiro dejó caer su cabeza hacia atrás, exhalando con una mezcla de rendición y satisfacción mientras T/n deslizaba sus labios desde su cuello hasta el lóbulo de su oreja. La cercanía entre ambas era palpable, y cada caricia, cada palabra murmurada, hacía que el mundo exterior se desvaneciera.


—Es tan... complicado—Elissabat se giró para mirar a T/n, sus ojos llenos de una mezcla de emoción y preocupación—No quiero que mi vida como reina interfiera contigo. Ni con nosotros.

Monster High - One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora