Capitulo 16 Conflictos

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Nauta; Ladrona.

—Pedro, ¿qué haces aquí? —Pregunto con voz temblorosa, resguardando a las niñas detrás de mí.

Siento un miedo terrible, desconozco las intenciones de este hombre. Todo apunta que no está bien de la cabeza, es decir, podría ser capaz de cualquier cosa. Lo peor de todo es que estamos a mitad de camino y en la parte más solitaria, es la cuadra de la edificación abandonada, un viejo edificio, la guarida perfecta.

—Quería verte, ángel, y a tus pequeñas también—. Su respuesta no es nada alentadora, por el contrario, quiere decir que no es casualidad el habernos encontrado, nos estaba esperando con quién sabe que intenciones. Inmediatamente me reprocho el no venir en mi carro. Oh, es que nos gusta caminar para ir al parque.

—Vale, tengo miedo. ¿Dónde está papá? —Lili me pregunta aferrada a mi brazo, tan asustada como Naty, que incluso tiembla pegando su carita a mi espalda para no ver nada.

—Tranquilas, niñas, Pedro no quiere hacernos daño, ¿verdad? —Intento adoptar un modo de hablar relajado, tanto para infundirle confianza a las niñas como al muchacho. Miro a los lados y no hay un alma que pueda brindarme ayuda, si se diera el caso.

—Sólo quería verte, sólo eso—. Repite como disco rayado mientras estira el brazo con la absurda intención de tocarnos. Aunque mi pulso late acelerado y me encuentro al punto del infarto, sin soltar a las chicas doy un paso atrás, impidiendo su objetivo y a la vez rogando al cielo que no intente nada más.

—Está bien, Pedro, ya nos vistes, ahora nosotras nos vamos. ¿De acuerdo...? Adiós—. Me despido con un tono amable para no alterarlo y acto seguido paso a su lado con sumo cuidado, sin dejar de proteger con mi cuerpo a las niñas.

Pedro se me queda viendo fijamente sin moverse ni un centímetro, tal parece que nos contemplara de un modo hipnótico. Aprovecho su pasividad para irme a toda prisa tomando por las manos con fuerza a Lili y Naty, que no dicen ni pío. Corremos continuamente, sólo no detenemos cuando toca cruzar la calle, pero aún así lo hacemos de prisa. Miro sobre mi hombro cada tanto y para mi alivio Pedro no nos sigue. Conseguimos llegar al estacionamiento del minimarket sin aliento ni inconvenientes.

Oh, gracias Dios por cuidarnos y traernos sanas y salvas a una zona segura.

—Valería, me asusté mucho, no me gusta ese hombre—. Solloza Naty desconsolada. Tomo su cara y esparzo muchos besos en ella para consolarla, Lili no suelta mi brazo del miedo que siente.

—Yo también—. dice al fin la mayor. No llora, pero está muerta del miedo. Repito la operación de consuelo con ella.

—No se preocupen, se lo diremos a su papá. Él no permitirá que les suceda nada malo—. Les asegura convencida.

Las vuelvo a agarrar de las manos y las llevo conmigo en dirección al apartamento. Alejandro debe enterarse de lo que ocurrió, que raya en lo preocupante. Que Pedro nos estuviera siguiendo es inaceptable, sobre todo me mortifica que consiga a las niñas solas. ¡No, no, no quiero ni pensar en esa posibilidad! Un estremecimiento me recorre con imaginar que algo le sucediera a algunas de las dos.

Subimos con prisa las escaleras y en el apartamento Marta nos espera con una sonrisa y pregunta ¿qué tal estuvo nuestra ida al parque? Le cuento la escalofriante experiencia manteniendo el control de mis emociones, para que ni ella ni las niñas se preocupa de más.

—Hay que decirle a Alejandro y por un tiempo es mejor que no vayan al parque hasta que se resuelva esta situación—. Es la primera medida que se toma de las muchas que seguro se implementarán.

—Sí, Marta—. Afirmo de acuerdo con ella, aunque en el fondo me decepciona no poder ir al parque.

—Voy a su oficina, ya vengo. La cena está lista, así que pueden ir comiendo y deben mantener la puerta con llave de ahora en adelante—. Sigo afirmando detrás de ella hasta que sale para ir hablar con su hijo.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora