Capitulo 25 Miedo

56 6 1
                                    

Servando y Florentino, Si yo fuera Tú. Puro talento nacional.

La miro alejarse con las niñas. Va hecha el diablo, pero me tiene sin cuidado, mi rabia es superior. No soporto que ningún pelele se crea con el derecho de abordarla. Es hermosa, lo admito, tengo ojos, y por supuesto su aspecto es un imán para toda clase de sanguijuelas, pero eso no significa que me voy a quedar de brazos cruzados sin hacer nada.

Hablando de sanguijuelas, el sujeto se ha quedado mirándola con una sonrisa burlona, con el saco de pulgas sentado a su lado. Es alto y malditamente joven. No recuerdo en mi vida haber sentido esta clase de celos que te carcomen, que te descontrolan. En algún momento cele a Micaela, era atractiva, extrovertida y amigable, pero me despejaba rápido, lo de ahora es algo que simplemente me consume, solo será apaciguado poniendo en su lugar a ese idiota, así que me encamino a drenar mi rabia. El perro podría ser un problema, pero no me intimida, y aunque no soy amigo de los golpes, tampoco los voy a evitar.

—Oye, tú—. Le digo alto y claro. El cretino sonríe ampliamente magnificando sus rasgos de galán. Es guapo como ella, he de reconocer, seguro le gustó a Valería.

—¿Es conmigo? —Pregunta divertido. Salta a la vista que la situación le divierte. 

—Efectivamente—. Confirmo secamente frente a él. El perro no se mueve de su lado, es obvio que está entrenado, espero que no para matar—. Te pido que no te vuelvas a cercar a mis hijas ni a la chica—. Comienzo siendo menos agresivo.

—Disculpe, no entiendo—. Se hace el desentendido con su chocante sonrisa burlona.

—Lo que escuchaste, no te le acerques a las niñas y ni a la chica—. Repito por cortesía.

—Ah, me hablas de Valería—. Oír su nombre salir de su boca me acelerar el pulso. Entiendo que intenta provocar mi indignación, pero me aguanto para no darle el gusto de alterarme—. Entonces para la próxima no debería montar conversación a un extraño, si no quiere que la aborden, ¿no crees? —Lo que dice con sobrado talante me cae como un puntapié en el estómago, pero no permito que mi disgusto se refleje en mi expresión.

—Me importa un comino si te preguntó tu árbol genealógico, ya estás avisado, la próxima vez no seré tan amable—. Le advierto con la suficiente determinación para que no queden dudas que hablo en serio. No voy a permitir que me haga dudar de Valería, quien es archiconocida como la reina del hielo, si lo sabré yo, que hasta hace poco sufrí por su indiferencia.

—Uy, qué susto. Mira cómo tiemblo—. Insiste en hacerle de gracioso—. ¡Emperador! —Ahora le ordena al perro que se pone en guardia y me gruñe mostrando los dientes. Miro al animal y luego a él, manteniendo la absoluta calma.

—Soy miembro de la comunidad, un comerciante respetable, mis niñas así como muchos niños vienen al parque a jugar, si tu perro me hace aunque sea un mínimo rasguño, no dudaré en denunciarte ante la autoridad correspondiente y seré feliz cuando lo inyecten para hacerlo dormir para siempre—. Mi amenaza si logra descolocarlo, abre los ojos desmesuradamente, consciente que la ley me protege—. Mejor sé hombre y pelea dando la cara, no oculto detrás de un animal, ¿o qué, eso músculos son de utilería? —Soy yo el que se da el gusto de mostrar la sonrisa burlona.

—¿Sabes qué? Esta discusión me tiene aburrido. No me interesa ni tu parque ni la rubia, ni mucho menos seguir perdiendo el tiempo contigo. Vamos Emperador—. Después de asegurar con gran fastidio se gira y se marcha junto con el saco de pulgas. Sonrío mientras se aleja, no le contesté, porque es gastar energía ante un cobarde de los peores.

Me voy del parque rumbo al minimarket sorpresivamente de buen humor. No era como esperaba pasar la tarde, pero el arranque de testosterona fue un cambio refrescante. Qué idiota,  mucho mecha y poca pólvora. Me rio.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora