Capitulo 57 Fijando Posiciones

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Valeria es quien primero reacciona de los tres, se acerca a este hombre que odio con todas la fuerzas de mi ser y envidio a un más.

—Deniel, amor, ¿cómo estas? Mira, te presento a Alejandro—. Se dirige al recién llegado con extremo cariño para disimular que está nerviosa, pero falla rotundamente. Entrelaza sus dedos con los de él fijando su posición. Necesita mantener la farsa de "aquí no suceda nada".

Para evitar hacer una locura, como por ejemplo, tomarla del brazo y apartarla del lado del papanatas de su novio, presiono los puños a mi costado haciendo un esfuerzo extraordinario en relajar mi expresión. Aquí el truco es no demostrar que estoy a punto de hacer combustión espontánea. Ambos nos saludamos inclinando apenas la cabeza, ninguno de los dos hacemos el menor intento de estrechar las manos, para ¿qué? Saluda a Valeria con una exigua sonrisa, luego vuelve a mirarme directo a los ojos y ahí está, el sentimiento que sólo puede preponderar entre dos hombres que aman a la misma mujer..., odio puro. Él reconoce mis sentimientos por ella, y a mí no me interesa ocultarlo. Valeria sigue nerviosa posando la mirada con prudencia en ambos.

—¿Cómo están las cosas por aquí? —Pregunta con una voz grave y sin emoción.

—Ya Alejandro se iba. Solo vino a despedirse de Augusto, se va mañana—. La rubia apura las explicaciones.

Me hierve la sangre que deba justificarse, cuando estoy seguro que aunque haya venido a donarle un riñón a mi hijo, a el sujeto le molestaría mi presencia, además, ¿qué le importa? Él no es nadie en esta historia. La tensión que se respira en la sala se podría cortar con un cuchillo, es la calma antes de la tormenta.

—Comprendo—. Sigue con sus respuestas breves empañadas con una expresión inescrutable.

—Hasta luego, Valeria, te llamo mañana—. Digo para zanjar el incomodo momento. Mi autocontrol tiene un limite y estoy a un paso de llegar a nivel "sálvese quien pueda".

—Que te vaya bien—. Se despide sin mirarme—. ¡Espera, Alejandro! —Me llama precipitadamente.

Me detengo. Claro, iba a olvidar mi chaqueta. La toma del sofá y me la entrega. En esos escasos segundos que nuestras manos se cruzan encubiertas por la chaqueta, aprovecho y presiono la suya. Ella bate con rapidez sus pestañas y me mira como si mediara un secreto mortal entre los dos.

—Yo acompaño al señor—. Dice sorpresivamente el matasanos.

Deja las llaves en una mesita cerca de la puerta y mete sus manos dentro del pantalón, actuando con normalidad. Definitivamente es noche de aficionados, ella actúa, él actúa, yo actúo.

—Deniel—. Valeria que no es tonta le pela sus grandes ojos claros como advertencia. Está consciente de nuestro mutuo desprecio.

—Tranquila, muñeca, sólo vamos a hablar como adultos civilizados que somos—. Contra ese argumento aderezado de condescendencia poco puede Valeria objetar. Se acerca a ella y con premeditación, sobre todo alevosía, toma su barbilla y estampa un beso en los labios, después cuelga la sonrisa más falsa de su repertorio—. Sólo es una charla entre adultos, ¿verdad? —Repite, pero esta vez me mira buscando mi complicidad.

—Por mí perfecto—. Respondo con la misma sonrisa irónica.

—Voy a bañar a Augusto, pero les pido que por favor se comporten, piense en él—. Nos habla como si fuéramos dos chiquillos a los cuales hay que prevenir que guarden la compostura. Suelta un suspiro y nos deja solos.

Ya sin su presencia, la cual servía de amansador de fieras, cada uno se enfrenta al otro midiendo fuerzas. Él es más bajo y delgado que yo, en lo físico le llevo la delantera, pero estoy seguro que no es por ahí que piensa atacar, aplicará la ley de la ventaja, es decir, mi flanco débil... mi hijo y por supuesto Valería. Debo reconocer que el galeno me saca una cabeza en ese aspecto, pero eso no significa que le voy a dar el gusto de joderme.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora