El Tiempo Después De Un Tiempo

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"No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo".

Mario Benedetti.

—Ma, Lucrecia manda a decir que ya gratinó el pastel de brócolis, y que todo lo demás está listo. Ah y los abuelos llamaron diciendo que vienen en camino—. Naty me informa bajo el marco de la puerta del estudio.

Despego la vista del computador para sonreírle. Me encuentro sentada tras el escritorio con mi barriga de más de ocho meses, trabajando un poco antes de la cena especial en familia, la que hacemos una vez por semana y que hoy toca en mi casa. Redacto las recomendaciones sobre unos microcréditos que beneficiará a los pequeños empresarios de la región. Es el primer proyecto bajo mi gestión como presidenta del Banco Latino.

—Gracias, mi ángel. ¿Qué sabes de tu hermana? 

Mi niña se acerca al escritorio con las mejillas y labios sonrosado, luce sana. Atrás quedaron las ojeras y semblante demacrado que agobiaba mi alma. Mantenemos los dedos cruzados para que sigan tan bien como hasta ahora.

—Lili no ha llegado—. Contesta con una mueca, preocupada por que su hermana esté en aprietos.

Veo la hora en mi reloj de pulsera y ahora soy yo quien se preocupa. Liliana no ha aparecido aún y su padre está por llegar, de suceder y no encontrarla, pegará el grito al cielo con justa razón. Esa chica está tensando la linea del permiso.

—¡Qué niña! —Me quejo a causa de su imprudencia. ¿Será que la llamo a su celular...? Sopeso mis alternativas. No, mejor le doy un voto de confianza.

—¡Upss! —La pequeña exclama y al mirarla me causa gracia su expresión, los ojos explayados mirando de un lado a otro, mientras roza sus dedos entre si nerviosos.

—¿Qué te sucede, Naty? ¿Te dio un corrientazo? —Le pregunto riendo.

—¡Ya vengo!—. Es lo único que dice antes de salir corriendo del estudio.

—¿Y qué bicho le pico? —Pregunto intrigada.

Mejor me concentro en terminar el informe para enviárselo a Diana...  Un rato después escucho que abren la puerta principal y de inmediato suena la alharaca de Augusto anunciando su llegada y la de su padre.  

—¡Mamaaaaaá!

—¡En el estudio! —Le contesto mientras me levanto a esperar a mi dínamo de cuatro años que entra corriendo a lanzarse sobre mí, que lo espero con los brazos abiertos para recibirlo—. Mi niño, te extrañé. Cuéntame, ¿cómo te fue? — Le pregunto con él apoyando su carita en mi enorme vientre. Días como este me doy cuenta de lo mucho que ha crecido. Acaricio sus lacios cabellos con infinito amor.

—Muy bien. Soy buen jefe—. Me cuenta con una sonrisa.

—¿En serio, chiquito?— Digo emocionada por él.

—Sí—. Me dice y se suelta para salir corriendo pasando al lado de su padre que entra a saludar.

—Hola, princesa—. Me saluda con su hermosa sonrisa. Me toma entre sus brazos y le doy el consabido beso de recibimiento.

—¿Cómo estás tú y mi hijo? —Dios se compadeció de mi amado y tendremos otro varón.

—Como siempre, no para de moverse—. Le contesto con sus labios sobre los míos.

—Pobrecita. Si quieres te llevo a la cama y te froto los pies todo el tiempo que quieras—. Me ofrece acariciando mi panza.

—Aunque tu ofrecimiento es verdaderamente tentador, me temo que tendré que declinar tu oferta, mis padres están por llegar—. Le recuerdo indirectamente nuestra cena familiar. Suspira profundamente.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora