Capitulo 50 Amor En El Aire 💞

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Enrique Iglesia y Juan L. Guerra; Cuando Me Enamoro

"He llegado a la conclusión de que si las cicatrices enseñan, las caricias también".

Mario Bebedetti.

Como lo pensé, el regreso de Deniel es como la llegada de la primavera, que derrite el hielo como lo hace el Sol y causa que todo florezca de nuevo. Ahora comprendo que algo muy dentro de mí, llevaba demasiado tiempo muerto, no sé cómo explicarlo, es difícil tener convicciones precisas cuando se trata de razones del corazón, lo cierto que volvía a estar ilusionada y abrirme como una flor. Le conté como había sido mi vida, omitiendo la frialdad de mis padres y mi entrega absoluta e incondicional al padre de Augusto, lo resumí como el enamoramiento de una chica tonta hacia un hombre que nunca la quiso. Soy una más de las muchas madres solteras que crían solas a sus hijos. Hacia mucho tiempo decidí enterrar mi pasado, no hablar de los dolorosos recuerdos y así debían seguir, en el mundo del olvido.

—Recuerda que mi propia madre pasó por lo mismo, y yo al igual que Augusto, crecí sin padre, sólo contamos con la ayuda de Amalía—. Mi amigo solidariamente presiona mi brazo, ambos sentados en la mesa de la cocina, haciendo una agradable sobremesa después de cenar, mientras aparecen las ganas de lavar los platos, es nuestro turno. Generalmente lo hacemos juntos, yo los friego mientras Deniel los guarda.

—Si, ella me lo contó, de hecho fue uno de los motivos por lo que me tendió la mano, le recordaba a tu mamá—. Le explico llevando mi taza de té a los labios. Estas semejanzas en nuestras vidas nos unen y hace que nos entendamos.

—Es que mi tía es el ser más especial de este mundo—. Dice mirando hacia el estar, ahí Amalia y mi pequeño están en las merecedoras viendo la tele.

—Coincido contigo completamente—. Digo mirando en la misma dirección.

—Mañana me voy con ustedes, los voy a acompañar—. Me sorprende con la noticia. Regreso a mirarlo.

—¿En serio?

—Muy en serio, —contesta pegando la espalda en el respaldo de la silla, —es que tengo que conectarme de nuevo con la ciudad, llevo tres años fuera del país, así que perdí la práctica, por así decirlo. Por un tiempo tendré que valerme del inhumano transporte público de la ciudad y es mejor que me acostumbre a él, por cierto, ¿todavía hay que pagar al subir o ya implementaron el pasaje electrónico?

—No, todavía vivimos en el oscurantismo, así que te aconsejo llevar siempre encima sencillo—. Lamentablemente soy portadora de malas noticias.

—Por supuesto, los colectores nunca tienen cambio para darte, lo que es absurdo—. Parece que recuerda las calamidades que los usuarios pasamos en el tortuoso transporte público—. Una razón más para salir mañana con ustedes, necesito buscar un cajero automático, así veo dónde trabajas y el preescolar al que asiste Augusto.

—Tener alguien que nos escolte es un lujo que no pienso rechazar—. Digo apoyando los brazos en la mesa de manera sugerente, dándome permiso para coquetear. No me reconozco. Él viene y también recarga los brazos sobre la mesa, acerca su rostro al mío, el suyo muestra una sonrisa de medio lado y a tan poca distancia aprecio de primera mano la tersa piel de sus pómulos y lo rosado de sus labios; su barba no es tupida, apenas un vello castaño que cubre su mentón, y esos ojos, tiernos y cálidos.

—Para mí será un placer—. Murmura haciendo el mismo escrutinio en mi rostro—. ¿Qué te parece si ponemos mano en la obra? Para nuestro infortunios los platos no se lavan solos—. Me invita rompiendo con el encanto. Ofrece su mano para ayudarme a levantar y con una sonrisa la tomo.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora