Este capitulo no es una continuación de la novela, simplemente es un extracto de la vida de Valería, para aquellas personas que desean saber de Deniel. Aquí les dejo este regalito.
Ya han transcurrido doce años de su partida y, a pesar del tiempo, todavía son útiles sus sabios consejos, incluso pudo escuchar su dulce voz refugiada en mi memoria, esa que junto a su ayuda incondicional fue trascendental para mí. Su presencia en mi vida logró que toda mi turbia realidad de ese entonces, logrará puerto seguro. Su forma tan particular de hacerme ver el mundo, era única y esa sonrisa, que una vez descubierta jamás la negó, estará siempre presente en mis recuerdos. Remembranzas maravillosas que atesoro, prueba irrefutable de la nobleza que poseía como ser humano, por encima de su duro exterior; así era mi querida Amalia, a la que tanto añoro y echo de menos. Una lágrima solitaria corre por mi mejilla, es la tristeza que habla por mí. Con mi mano limpio mi rostro, espanto la melancolía y saco una sonrisa para adornar mi expresión. Estoy segura que le gustaría verme alegre y no llorando.
Me inclino para colocar las flores que traje y depositarlas en el jarrón dispuesto en su tumba, pero antes retiro un ramo medio marchito. Me alegra no ser la única persona que la visita. Me he hecho el propósito de que siempre hayan flores frescas en su tumba y que su mantenimiento sea constante. A un cuando no vivo en la ciudad desde hace algunos años, no olvido que sus retos reposan aquí y para mí es sumamente importante que este lugar se mantenga en perfecto estado como tributo a su memoria, sé que le gustaría.
Una vez que la flores adorna la sepultura miro a mi alrededor, reconociendo que el campo santo es en verdad bonito. Pese a que es un cementerio antiguo, de estilo clásico (tumbas, mausoleos e imágenes religiosas esparcidas por todos lados) está muy bien cuidado, hay verdor por doquier, donde se respira paz y tranquilidad. Me siento en la banca que está justo al lado, con la intención como siempre de conversar, contarle detalles de mi vida. Pudiera parecer estúpido, pues su esencia no está ahí, es en mi mente y corazón donde descansa, pero parte ilusa le gusta pensar que me escucha, así que sin darle mucha vuelta al asunto realizo lo habitual, me reencuentro con alguien que en vida fuera una persona especial.
—Ay, Amalia, si vieras lo alto que está Augusto, ya tiene quince años, es un chico muy guapo, un poco colado con la computadora, pero no te preocupes, que su padre y yo le damos opciones para que no siga amarrado a ella, aunque no te voy a negar que a veces es difícil, ya comienza a cuestionar nuestros consejos. Comprendo que es un adolescente y ya sabes lo difícil que se ponen a esa edad.
Imagino que me contesta. Seguro que se pondría del lado de Augusto, mimándolo y criticándome por quejosa, mientras le entrega la taza de gelatina correspondiente. No paraba de consentirlo. Sonrío con mis pensamientos.
—Sí, Amalia, es gracias a ti que Augusto es tan alto.
No logro contenerme y comienzo a llorar por el recuerdo, el orgullo que le causaba pensar que el tamaño de mi hijo era por sus esmerados y amorosos cuidados. Oh, Amalia, el tamaño y contextura física de nuestro Augusto es simplemente pura herencia paterna, sin embargo fuimos cuidados y protegido por tu magia, nos cubriste de amor en tu querida casona, eso nadie te lo arrebatará.
—Valeria.
Escucho esa voz e inmediatamente la reconozco. Creo que nunca podría olvidarla, está clavado en mi ser, en lo más íntimo de mis recuerdos, como todo lo que involucra esa época tan importante de mi vida, cuando demostré que tenia competencia para hacerme cargo de mi destino, que no era una tonta chiquilla que el lujo había inutilizado y él fue parte de esa muestra flagrante, que si uno se lo propone, es capaz de volar muy alto. Alzo la mirada con lentitud y ahí está él, Deniel, tan recordado y nunca olvidado, ahora usa barba. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la ultima vez que mis ojos lo vieron? En ese momento estaba tan triste, yo también. En cambio hoy se le ve apacible, sus ojos brillan y transpira prosperidad. Viste elegante, un traje oscuro con camisa celeste y corbata vinotinto, sin ningún problema podría posar en un poste de publicidad, encarnando al hombre que alcanzó el éxito en la vida.
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Cuando Tenga Alas ©
RomanceAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...