La Oreja de Van Gogh; "Deseo de cosas imposibles".
—¡Despejando la zona! ¡Vamos, caminen, que se necesita que esta área quede libre de estrobos! —Valiéndome de mi autoridad espanto a la comitiva de recibimiento que esperaba a Valería frente al local.
Se van, no tienen otro remedio, pero eso no evita que me destruyan con la mirada y murmuren entre ellos, seguro puras cosas feas sobre mí, pero me tiene sin cuidado que me detesten, deseo estar solo cuando ella llegue. Y espero que llegue. Hasta que no vea con mis propios ojos que el Mercedes se estaciona donde siempre no me estaré tranquilo. Sí, estoy desesperado, lo reconozco, a la mierda tanta distancia y respeto, necesito saber que se encuentra bien. Ayer le escribí un texto amistoso y su respuesta fue un simple "Bien", nada más. Quiero saber lo que sucedió después, si han intentado seguir presionándola.
¡Malditos padres! Mira que querer obligar a su propia hija a contraer matrimonio en pleno siglo veinte uno, sólo demuestra que son unos retrógrados prepotentes y orgullosos. Les he visto en fotos, mi ángel no se parece en nada a ellos, quizás un poco físicamente a la madre, pero a diferencia de esos desnaturalizados, Valería es dulce, sencilla, cálida, solidaria, resumiendo, perfecta. Claro, tiene un lado férreo, está ahí, y sale cuando uno menos se lo espera. Lo he visto emerger muy poco y no es nada agradable. Puedo asegurar que a medida que madure, será un rasgo dominante en su personalidad. No se puede estar rodeado de ese tipo de gente sin que algo se te pegue.
El Mercedes entra resplandeciente en el estacionamiento. Oh qué bien, Valería llegó. No puedo evitar sonreír como un zopenco, pero por otro lado me doy cuenta mientras estaciona su flamante descapotable que he sido muy iluso, es más que una niña rica, es millonaria. Alberto me lo advirtió, pero hasta ayer fue que comprobé con mis propios ojos hasta donde llega esa afirmación, sin embargo, ella prefiere estar en mi rat..., perdón, modesto apartamento, que en su mansión. Esas fueron sus palabras y yo creo en ellas. En eso debo confiar, sino acabaría loco.
La rubia sale de su carro y viene hacia mí con su bolso al hombro, puedo apreciar su elegante caminar. Me sonríe y yo respondo con otra sonrisa, pero bobalicona. Se ve adorable con el hermoso vestido blanco que lleva puesto, resalta su refinada figura, su pelo ondea con la brisa. No ha llegado junto a mí cuando ya percibo su perfume a flores y fresas.
—Hola. ¿Pasó algo? —Me pregunta extrañada y señala lo que tengo entre las manos, sostengo el envase de su almuerzo y un jugo—. ¿Ahora tú me esperas? —Enmarca una ceja.
—Ah... Sí, bueno, a decir verdad quería ver cómo estabas. ¿Por qué mejor no subimos y hablamos arriba? —Prefiero conversar en la privacidad del apartamento, de pronto me siento inusualmente nervioso, como niño entrando al primero grado. Es que con Valería todo me sucede. Ella asiente y yo la sigo, así puedo contemplarla mientras subimos.
Ya en la cocina la hago entrega de su comida. Ella me regala un simple "Gracias", pero de un modo tan encantador y además batiendo las pestañas que me engancha. Me le quedo mirando como un imbécil. Qué chica más hermosa, lo extraño es que no se da cuenta, parece que no tiene idea que su belleza resplandece, sus rasgos de coquetería son tan inocentes como espontáneos, y es una señal que no hay malicia en hacerse notar. ¡Avíspate estúpido! Aparto la vista antes que Valería se dé cuenta que me comportaba como un pervertido.
—Entonces, pequeña, ¿cómo te terminó de ir? —Le pregunto de modo casual, aunque mi voz ronca y mi pulso acelerado me delata.
Valería se debate entre decir la verdad o no. Sin darse cuenta de lo que hace comienza a morder su labio inferior. No es fácil contar que su padre irrumpió en su habitación casi que echando espuma por la boca, con recriminaciones y desencadenando la mayor discusión entre ellos hasta la fecha, terminando en una explosión sin precedente donde prácticamente la dejó desnuda y para remate bajo sentencia de destruir cualquier posibilidad de ser feliz. Y como si fuera poco, su madre terminó de hundir la estaca robándole las pocas esperanzas al asegurar que su suerte estaba echada.
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Cuando Tenga Alas ©
RomanceAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...