Capitulo 32 Los pies en la tierra

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Voz veis; Aunque sea poco.

—No puedo creer que estés soltero y sin compromiso. Eso me da esperanzas—. Me rio de su ocurrencia. Ni en un millón de años me vería con Begonia, fue la mejor amiga de Micaela, se me haría más raro que ganarme la lotería, por otra parte, después de Valería, no deseo a ninguna otra mujer.

—Llegó la hora de irme—. Le comunico mis intenciones.

—Pero si acabas de llegar, no ha dado tiempo de hablar de casi nada. ¿No me dirás que te espantó mi sutil coqueteo? —Pregunta en son de broma.

—¿Cómo crees? Me siento honrado que una mujer guapa como tú me eche el ojo, lo que pasa es que las niñas me esperan para salir—. Luego del cumplido le explico la verdadera razón.

—Por cierto, ¿con quién están ellas? ¿La dejaste solas? —Me pregunta sin dejarme ir.

—No, cómo crees, están con... la niñera. Sí, con ella—. Me froto la nuca nervioso. Siento que en cualquier momento la rubia podría aparecer y arrancarme de un tajo la cabeza.

—¿Cuántos días te quedas por estos lares? —Otra pregunta.

—Ya mañana me voy.

—¡Pero, Alejandro! ¿por qué no viniste a visitarme antes? ¡Me habría gustado ver a las niñas y que saliéramos a tomarnos algo por ahí, como en los viejos tiempos! —Su reproche es válido, así que sonrío a manera de disculpa.

—Lo siento, Begonia, la próxima la planificamos mejor, te lo prometo—. Me levanto poniendo fin a la visita, ella hace lo mismo.

—¿No querrás decir dentro de cuatro años?—Su reclamo no es para nada sutil.

—No que va, seguro pronto regreso. Mis princesas se han divertido mucho, por otra lado, tú puedes ir a visitarme—. Juntos nos dirigimos hacia las puertas del minimarket.

—Es una opción, me sale unas vacaciones, pero ojalá regreses pronto. 

Seguimos hablando de trivialidades tras pasar las puertas, dirigiéndonos hacia el estacionamiento. Le cuento dónde me hospedo y mis planes de hoy. Ella me proporciona excelentes referencias del parque acuático al que vamos, a su hijo le encanta que lo lleve. Saco el comando del bolsillo de la bermudas y desactivo el seguro del Mercedes.

—¡Pero qué carrazo el que tienes! —Exclama impresionada con el vehículo de Valería. Maldición, me descuide, ahora piensa que el mercedes es mio. Me regaño por mi negligencia.

—No te emociones que no es mío—. Me apresuro a corregir el malentendido—. Es que mi vehículo presentó una falla justo cuando me disponía a salir para acá y un amigo tuvo la bondad de prestarme este vehículo, ya sabes, para que las vacaciones de las niñas no se arruinaran—. Me ajusto casi a la verdad, omito el nombre y género del buen samaritano.

—Pero que amigo tan bueno, me lo deberías presentar—. Pide presionando mi brazo. Sonrío incómodo por toda la maldita confusión. Odio mentir, aunque sea un poco.

—Ya veremos—. Trago grueso—. Bueno, ahora sí me voy—. Abro la portezuela para irme y no seguir mintiendo, pero antes de meterme me despido de mi amiga—. Hasta luego, Begonia, espero volverte a ver pronto.

—A mí también, Alejandro, me gustaría verte muy pronto—. Asegura de un modo sinuoso que llama mi atención.

Le doy un beso en la mejilla y me meto en el vehículo. Ella se aleja para que pueda sacar el vehículo del lugar y se queda despidiéndose con la mano mientras me alejo del estacionamiento. Bueno, pudo ser peor. Pienso mientras prendo el sistema de audio y me relajo escuchando "Violet" de camino al hotel, a buscar a mis princesas... En el recibidor del complejo vacacional las tres ya me esperan con los bolsos de playa y no se ven nada contentas, sobre todo Valería, por lo visto se estaba impacientando. Las niñas corren hacia mí lloriqueando.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora