Capitulo 37 Detrás De Las Sonrisas

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Vos veis; Niña Dura.

Doy vueltas en mi cuarto sintiendo un gran agobio. Mis padres nunca me hacen caso, no les importa lo que hago, ni donde estoy o voy, pero cuando tengo planificado un día maravilloso con las personas que realmente quiero, saz..., vienen y se enfrascan en realizar una ridícula cena por mi cumpleaños. No recuerdo la ultima vez que se molestaron en celebrar algo, creo que fue cuando niña y porque Claudina tenia la excusa perfecta para organizar majestuosas fiestas infantiles, con el único propósito de demostrar lo rico que somos; mi cumpleaños era un pretexto para el derroche de dinero, nunca sentí amor en ningún momento de parte de ellos.

—¡Maldición! —Protesto en voz alta.

Tener que soportar a un grupo de aduladores que no les importo una mierda no es lo que yo llamaría una fiesta de cumpleaños. Debería escaparme, desaparecer, si ello no acarreara consecuencia, lo haría sin pestañear, pero por primera vez en mi vida tengo algo que perder y por ende cuidar. Si a Marcos le da por investigar dónde me la paso metida y descubre mi relación con Alejandro, podría arruinarlo en un abrir y cerrar de ojos. Sólo imaginar ese escenario detengo mi ansioso caminar. No me perdonaría que mi ogro se vea perjudicado con las represalias de mi padre, entonces es primordial mantener las apariencias, seguir siendo complaciente, después de culminar mis estudios, que gracias a los cielos sólo quedan dos trimestres, me iré de esta casa. Con mi grado universitario podré obtener un trabajo con buena paga, cuyo aporte ayudará en mis gastos y no podrán obligarme a nada, luego Marcos me olvidará y podré estar tranquila con Alejandro, ya para esa altura su otra sucursal estará en marcha y cuando mi padre compruebe que es un hombre emprendedor, y yo estoy trabajando y ganando mi propio dinero, seguro comprenderá, o en todo caso desistirá y terminará aceptando nuestra relación, por ello es crucial mantener lo mío con Alejandro de bajo perfil. Marcos no debe enterarse aún de su existencia. Aunque tengo todo meticulosamente trazado en mi mente, no puedo dejar de sentir ansiedad, sobre todo por lo de esta fiesta. Me causa suspicacia. Tengo la astucia para determinar que hay un trasfondo en la organización de la dichosa cena, pero no para descifrar por qué, y me frustra para ser sincera; por otro lado, podrían ser exageraciones mías, ruego que sea así... Da igual, si algo me esconde muy pronto lo descubriré, ahora lo que sí debo hacer es comunicarme con Alejandro para deshacer los maravilloso planes que teníamos. Mi corazón se encoge con la triste realidad, no lo puedo evitar.

—¡Ay... qué suerte la mía! —Me vuelvo a quejar en voz alta.

Reúno valor y saco mi móvil del bolso para marcarle. Me siento en la cama con las piernas cruzadas y mordiendo una de mis uñas espero a que conteste. Al cuarto repique su varonil voz inunda mis sentidos.

—Mi pequeña, me alegro que llames—. No importa todas la veces que hable con Alejandro por móvil (que son muchas, tanto que parece acoso), siempre me contesta de un modo cariñoso, pero esta vez escucharlo me entristece más.

—Hola, ogro..., tengo algo que decirte que me tiene contra el suelo—. Mi saludo es diametralmente opuesto al suyo.

—Valería, ¿estás bien? No te sucedió nada, ¿verdad? —Su preocupación salta de la línea telefónica. Qué bello, siempre preocupado por mí cuando no estoy a su lado. Cuánto amo a este hombre.

—Tranquilo, estoy bien—. Me apresuro a frenar sus temores.

—Qué alivio, princesa—. Lo escucho suspirar—. Entonces cuenta, ¿qué te tiene triste? —Pregunta en tono normal, una vez superado la preocupación.

—Es que mis padres se han empeñado en organizar para hoy una cena por lo de mi cumple y no podré ir con ustedes—. Tras mi noticia se hace el silencio y me mortifica no estar a su lado para consolarnos mutuamente.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora