Capitulo 12 Somos Más

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Fernando y Florentino; "Una canción que te enamore".

—Valería, debes acompañarme para seleccionar tu vestido para la gala—. Claudina me dice mientras tomamos el desayuno en el jardín. Se produce el segundo milagro del día. El primero, que esté despierta a esta hora de la madrugada, ¡las 8 a.m.! Y el segundo, que se acuerde que existo. Su rutina generalmente comienza a una hora más decente, a partir de las diez. Dios y sus misterios.

—Por supuesto—. Contesto mientras corto mi omelette con queso cheddar. Ella tapa su boca atrapando un bostezo—. ¿Por qué estás levantada a esta hora? —Le pregunto, en realidad me causa curiosidad que haya abandonado la cama sin motivo aparente. No hubo un terremoto ni peligro de tsunami, tampoco llegó la nueva colección de Chanel.

—No sé dónde te metes todo el santo día y es el único momento en el que puedo hablar contigo—. Hoy los milagros no paran de suceder, aunque esté es un poco dudoso, ya que si quisiera hablar conmigo, por lo menos preferiría mirarme a la cara que a la revista que ojea entretenida. Mi madre, genio y figura hasta la sepultura, nadie como ella para lucir como una autentica reina a esta hora de la mañana, en su exclusivo salto de cama de seda pintado a mano. Según, su delicada piel no soporta el roce de cualquier tela, salvo las que cuesten un ojo de la cara.

—Vaya, debo considerarlo un honor, entonces. Pero te informo que siempre llego alrededor de las ocho, hora que nunca estás—. Termino bebiendo mi café.

—En realidad tenemos horarios diferente—. Deja su revista para coger el vaso de zumo de frutas. Admiro sus uñas rojas y largas. Siempre se las pinta de ese color. Aprovecho y miro las mía, cortas y con un simple esmalte de estrellitas, la obra maestra de Naty. Sonrío recordando a mi gordita, concentrada realizando la manicura. ¿Que dirá Claudina si supiera que trabajo de niñera? Que su hija, la que habla dos idiomas más con fluidez, la que educaron en los mejores colegios, ha aceptado un humilde trabajo y es feliz haciéndolo—. Y dime, ¿qué es de tu vida? —Pregunta de modo casual volviendo a su instructiva lectura de moda. Como me gustaría poder abrirle mi corazón, ser sincera con ella, pero sé, que ni siquiera me presta atención, preguntó por preguntar, y para muestra aplico un simple ejercicio en beneficio de la ciencia.

—Después de la universidad invierto mi tiempo en la prostitución, es bastante lucrativa, ¿sabes? —Miriam que viene entrando con los huevos benedictinos para Claudina se frena en seco al escucharme—. Me llaman la "Madame de los altos" porque todas mis chicas son de primera haciendo realidad cualquier fantasía—. Miriam me mira de infarto, mientras deja el plato frente a mi madre, que sigue pasando las hojas de la dichosa revista sin enterarse de nada.

—Ya veo... y ¿te gusta? —Pregunta más pendiente de los diseños que de su hija.

—¿Qué me monten todas las tardes? Bueno... a veces—. La pobre Miriam va acabar sin ojos de explayarlos más.

—Como siempre te he recomendado, Valería, debes cuidar el nombre de la familia—. Aconseja con su típica superioridad moral. Estaría bien que recordará que ser una madre preocupada también es primordial.

—Si, Claudina, eso me propongo—. Digo como niña buena y me levanto finalizando mi desayuno y el experimento. Por fin despega su azulada mirada de si misma y me mira de pies a cabeza. Sé lo qué dirá. 1, 2 y 3.

—¡Niña! ¿No puedes estar mejor vestida? ¡Siempre tan simplona! —Crítica con desdén, cosa que me resbala. Me despido con la mano y me marcho. Al pasar al lado de Miriam le pongo la mano en el hombro.

—Tranquila, mujer, solo estoy trabajando de niñera—. Le digo por lo bajo, ella es digna de mi confianza.

—¿Usted, señorita? —No lo cree. Asiento y me voy a la universidad.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora