Capitulo 20 No Nay Marcha Atrás

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SanLuis; No Soy.

La interrupción de mi hija me corta las alas y Valería aprovecha que la suelto para abrir la puerta e irse cómo si escapara del peligro. Me ha dejado angustiado, aunque con un aliciente, su suave perfume impregnado en mis fosas nasales, embriagándome con su esencia.

Con ella siempre caigo en el mismo pantano emocional, entonces me asalta la preocupación. No tengo razón en pedirle que no salga con un pretendiente, primero que nada porque Valería es una mujer joven, libre y soltera, con legítimo derecho de hacer con su vida lo que le dé la real gana, y ese camino le permite la entrada a amores, diversión, nuevas experiencias y yo no soy nadie para impedirlo. ¡Maldición! Íbamos tan bien y hago una de mis burradas. Reaccione al verla esplendorosa con su vestido de flores lista para irse a ver con otro. No era yo mismo, me transforme en un bruto celoso e irracional. Es que nunca la había visto tan sexy... Oh, sí, claro que antes la había visto así de sensual, ya lo recuerdo, fue aquella vez que acabé soñando despierto con su vestido veraniego y como en esa oportunidad sus hombros desnudos me deleitaron. Lo diferente es que el vestido de ahora es largo y le deja desnuda la espalda y el escote en V no es lo suficientemente discreto para disimular el nacimiento de sus pechos. Oh, y Valería maquillada es tan perfecta como al natural, el colorete sólo intensifica su belleza. Ahora, lo que me desconcierta es que piensa que la rechace. ¿Cuándo lo hice...? Quizás se refiera a cuando le dije que se fuera. Sé que le grité en esa ocasión, pero la culpa lo tiene el miedo de hacer algo impropio, y ella lo interpretó como un rechazo de mi parte.

—Papá, ¿qué te pasa? ¿No me escuchas? —La insistencia de Lili me recuerda que mientras me habla yo me he perdido en el mundo de los sueños. Me doy la vuelta y miro a mi pequeña—. ¿Nos vas a leer el cuento, si o no? —Pregunta impaciente.

—Sí, vamos—. Respondo con voz monótona.

Ella afirma sonriendo y se dirige a su habitación, yo la sigo con los hombros caídos y la desesperanza me ha convertido instantáneamente en un zombie que arrastra los pies. En la habitación Naty corre a buscar entre los cuentos, Lili se asienta en su cama cruzando sus piernas en espera que comience a leer. Pero no puedo simular que nada sucede, que no estoy inquieto. Sencillamente no puedo quedarme de brazos cruzados sabiendo que Valería está en una cita romántica con un sujeto que seguro se convertirá en su novio. Ya me lo puedo imaginar, pidiendo permiso para irse temprano porque tiene que verse con él y llegando tarde por haber amanecido en sus brazos luego de hacer el amor en una noche desenfrenada. Estiro el cuello de mi chemis con un dedo, me siento sofocado.

—Éste, leen este cuento—. Naty me pone el libro empastado en mis manos y luego se va a sentar a lo indio junto a su hermana.

Miro el cuento que sostengo. Maldita sea, es la Caperucita Roja en español e inglés y querrán que les lea las dos versiones. ¿Cómo haré para cruzar tal calvario cuando hay algo que me atormenta? Ella piensa que la rechace. Digo, tendría que aclarárselo. No soporto esta situación, mi necesidad por ella emerge como lava por el cuello del volcán. Tengo que decirle lo que siento por ella, ser honesto y a partir de ahí Valería tiene la decisión entre sus manos. Tampoco veo probable que podamos seguir comportándonos normal, como lo veníamos haciendo. Ella también siente algo por mí, la forma en que responde a mis caricias es una señal que no le soy indiferente a la rubia, tal vez por esa razón terminamos discutiendo ante cualquier estupidez, porque tenemos cosas que decirnos y no lo hacemos. Llegó la hora de aclara nuestros sentimientos de frente, quitarnos las caretas y ser sinceros de una vez por todas. Le confesaré que la deseo como loco y tengo que saber qué siente ella por mí, cuál es el grado de sus sentimientos, sí es lo mismo o por el contrario no es mayor cosa. Me decido a tomar acciones de inmediato antes de que pase algo definitivo entre la parejita de tórtolos y sé quien me puede ayudar, la suerte es que están en esta misma habitación.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora