Ja, ja, ja, toma lo tuyo Alejandro Sandoval. Me vanagloria mientras atravieso la habitación y dejo la tarjeta de crédito en la mesita de noche. El haberle ganado una al manipulador hace que no pese tanto el agotamiento que cargo a cuesta. Hoy fue el día más largo de mi vida, un tobogán emocional con altibajos. Voy hasta el baño y me quito toda la ropa. Desnuda abro la llave de la regadera y tanteo el agua hasta que consigo una temperatura agradable, como a mí me gusta. Recojo mi larga cabellera y me hago un chongo que sujeto en la cima de mi cabeza, lista para tomar una ducha larga, lo necesito.
El agua caliente recorre mi cuerpo serenando y refrescando. Ahhhh, qué delicia... Una vez fuera del baño envuelta en una toalla escucho que tocan suavemente la puerta de la habitación. Abro para ver quién es. Mala idea. En media penumbra se encuentra el objeto de mis deseos, vestido con pantalón de pijama y el torso a la vista. Valgame Dios, qué bueno está este hombre.
—No quiero parecer necio, pero pienso que necesitas unas de mis camisetas—. Me extiende la prenda blanca que carga en las manos.
Me cuesta arrancar la vista clavada de su pecho. Aún con la camiseta en la mano noto como Alejandro tampoco disimula su descarada travesía por mi cuerpo. Hace su siguiente movimiento, con la palma en la puerta aplica presión para abrirla más. Doy unos pasos hacia atrás, mientras él da otros para entrar, sin dejarme de mirar, con esa intensidad en sus ojos que me excita y captura. No pide permiso ni para invadir mi habitación ni para lo que tiene en mente y que claramente se lee la intencionalidad en sus ojos. Estira el brazo hacia el nudo de la toalla. Yo no lo detengo, siendo honesta, despertó mis deseos con el beso carnal que compartimos en la habitación de nuestro hijo, así que, por qué no terminar lo que ya empezó. ¿Por qué demorar lo inevitable? Que sea aquí. Alejandro lee el deseo y la aceptación en mis ojos. Me libera de la toalla que cae a mis pies, quedando totalmente desnuda ante él.
—Absolutamente hermosa—. Musita con voz profunda y mirada encendida, concentrado en mi cuerpo. Y mis niveles de excitación se disparan, tanto, que no puedo hablar, a merced de su pasión—. Te voy a tomar una y otra vez—. Se abalanza sobre mí, su brazo rodea mi cintura, con la otra mano me agarra del muslo y de está forma me lleva cargando a la cama.
El contacto de los cuerpos se produce y se escapa mi primer gemido. Su piel y mi piel, buscando lo prohibido. En un arrebatado lo beso profundamente, con el permiso abierto de disfrutar del encuentro. Nos tumbamos sobre la cama, Alejandro encima de mí y yo separo las piernas para que encaje entre ellas. Ahhhh, sí. El beso se vuelve desenfrenado, no calma el deseo que nos consume, pero ya falta poco. Él baja el pantalón pijama lo suficiente para descubrir su poderoso sexo y de un empujón corona mi interior, arrancando un gemido de mis labios. Lento y profundo se mueve sobre mí, se sumerge otra vez. Permanecemos así clavados, gimiendo.
—Sabias que volverías a ser mía, solo mía—. Su voz ronca me estimula—. Y ahora él lo sabrá.
¿Eh?
Lo miro buscando una explicación a sus enigmáticas palabras. Su vista está dirigida hacia un objetivo a su flanco izquierdo. Despierta mi interés, dirijo la mirada hacia la misma dirección, entonces sucede lo peor, mi corazón se detiene al ver a Deniel con una expresión de dolor, viendo como Alejandro me hace el amor sin reparo.
Abro los ojos de sopetón y me caigo de la cama. Al suelo voy a parar al despertarme con brusquedad del sueño. Con la respiración entrecortada me siento apoyando la espalda en el armazón de la cama. Necesito unos segundos para recuperarme. Trago varias veces con mi mano en el pecho. ¡¿Qué diablos fue eso?! Cada vez estoy peor, de psiquiatra! Ahora sueño que me coge. Deberían medicarme. Miro lo que cargo puesto y me doy cuenta que sigo vestida, ni siquiera me cambié. Estaba tan cansada que el agotamiento me venció y me quedé rendida en la cama. Busco mi móvil encima de la mesita de noche y miro la hora. No es tan tarde, puedo hablar con mi novio. Tengo urgencia de escucharlo, por un lado por el sueño subidito de tono, pero lo que provoca mis remordimientos es el beso compartido con Alejandro, el que incluso siento todavía en mis labios. Eso si fue real, ¿o no? A estas alturas mi mente cansada me puede jugar chueco. ¡Ojalá! Podría hacerme la idea que también fue parte de un sueño.
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Cuando Tenga Alas ©
RomanceAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...