Entro en la habitación cubriendo mi boca para que no se escape el ruido de mi sollozo. Para mi alivio las niñas siguen durmiendo en la cama matrimonial, sin que las haya despertado nuestra enorme discusión. Me tiro en la cama de abajo de la litera y sobre la almohada dar riendas suelta al llanto. Lloro y lloro desconsoladamente, amortiguando el ruido de mi dolor en la almohada. Las imágenes del peor enfrentamiento que hasta ahora hemos tenido son constantes y compulsivas, y aunque se disculpó y siempre mantuvo la calma, no me bastaba con ello, sigo furiosa y celosa por el episodio con esa mujercita, necesitaba herirlo, que se sintiera igual de miserable como me hizo sentir a mí. Es de locos pretender que pase por alto su obsesivo afán por disculparse con la tal Begonia, soy yo la que debería importarle, por la que debió preocuparse en explicar. ¿Por qué me negó? ¿Por qué ocultó nuestra relación? Como siempre me encuentro de ultima en su lista de prioridades, ¡y lo odio por eso! Golpeo fuertemente el colchón con los puños a la altura de mi cabeza, con la cara enterrada en la almohada, mi compañera de pesares. ¿Y ahora qué hago con todo este dolor? ¿Si me duele, si necesito llorar, si estallo, si lastima? ¿Qué hago? ¿Dónde está esa pastilla mágica que borra o evita todo este sufrimiento? ¡¿Por qué tengo que amarlo tanto?!
A pesar de estar sumergida en el llanto siento que se arrodillan al lado de la cama y al girar la cabeza no me sorprende que sea Alejandro. ¿Le faltó decirme algo? ¿Que me largue, por ejemplo? Quedó anonadada y dejo de llorar. Gracias a la luz que se cuela del baño distingo que también llora. ¡Alejandro está llorando!
—Perdóneme, pequeña, no te debí tratar así, a ti menos que nadie—. Me suplica desconsoladamente con la cara cubierta de lágrimas.
—Me duele todo lo que pasó—. Admito reanudando el llanto. Lleva su dedo a mis labios y me silencia.
Sin esperar mi consentimiento me carga entre sus brazos y de está forma regresamos a la suites, yo con la cabeza apoyada en su hombro sin fuerzas para impedirlo. Que haga conmigo lo que quiera. Me dice que me ama, que no puede vivir sin mí, sinceramente no sé qué pensar, de ser cierto, que así será mi vida junto a él, seré cómo una sombra, alguien cuyas aspiraciones se limitarán a una tarde en un motel, a la incógnita o clandestinidad. Me depositada con delicadeza en su cama, y sé lo que vendrá, tomará de mí lo único que le interesa y pretenderá olvidarlo todo, para mí será la despedida, me niego a conformarme con tan poco. Se acomoda a mi lado para acercarme a su pecho, acurrucándome. Oh, Alejandro. Más lágrimas ruedan a través de mis mejillas. Sentir sus brazos a mi alrededor además de reconfortante es supremamente doloroso, es saber que ya pronto no lo tendré jamás de esté modo. Oh, cómo desearía poder borrar los recientes sucesos de nuestra memoria.
—Te quiero, rubia, nunca te fallaré, pero debes confiar en mí— Alejandro asegura con emotividad—. Eres mi ángel, la mujer de mi vida, Valería, pero debes de dejar de ser tan hiriente—. Esto ultimo me avergüenza.
La realidad es que me empeñé en herirlo con zaña, llevada por los celos y eso me hace sentir culpable. No estuvo bien. Siempre sucede lo mismo, después que lo lastimó, en vez de sentirme mejor al drenar mi ira, sucede lo contrario, me duele y es porque lo amo y se supone que a la persona que amas no deberías herirlo ni tratado mal, como lo hice yo.
—Vamos a quedarnos así, un rato, abrazados. Necesito tenerte pegada a mí—. Pide contra mi pelo.
A diferencia de lo que imaginaba, no intenta nada conmigo, más allá de estar abrazados en silencio, en calma hasta que su respiración acompasada me indica que se ha quedado dormido y un par de minutos después, ayudada por su respiración rítmica y relajada y lo intenso del día, me sumerjo en un profundo sueño donde perturbadores imágenes me alejan de él.
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Despierto con el mismo agotamiento y dolor que cuando el sueño por fin me venció, es lo que ocurre cuando tienes la cabeza llena de sueños locos, no te dejan descansar. La veía alejarse sin que yo pudiera evitarlo y me atormenta que se vuelva realidad. Todavía es muy temprano, ni siquiera ha amanecido. Por primera vez desde que dormimos juntos, Valería no descansa sobre mí, pareciera insignificante, pero detrás de su distanciamiento se esconde un presagio, no es una buena señal junto con los sueños, me sugiere mi mente fatigada. Incluso se ha retirado hasta el borde del inmenso lecho, lejos de mí. Estiro el brazo y cojo entre mis dedos sus sedosos cabellos. Los recuerdos de nuestro altercado vienen a mi memoria. Fue duro verla tan dolida, se encela muy rápido y de inmediato piensa mal, para colmo no se controla. Oh, Valería, ¿por qué no puedes confiar en mi amor por ti? Tú eres la única, rubia, para mí no existe otra mujer. Me gustaría que lo metiera en su dura cabeza. Creo que doy en el punto, Valería no tiene experiencia en mantener una relación amorosa, por lo tanto reacciona por instinto, así que sobre mí recae el armarme de paciencia, comprender que no la ha tenido fácil, aunque cueste creerlo teniendo tanto dinero. No está acostumbrada a que alguien la quiera y querer a otra persona, que el respeto y la confianza son ingredientes fundamentales para que una relación prospere. No sé, pensar en lo que tengo que hacer me presta cierta tranquilidad. Bueno, si es que Valería no insiste en terminar.
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Cuando Tenga Alas ©
RomansaAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...