Capitulo 73 Rumbo A Nuestro Destino💐

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Franco de Vita; Vuelve.

Es domingo, pero este día no se comporta como cualquier domingo de mi vida, es silencioso, sombrío. Me la he pasado solo, penando como anima del purgatorio. Sin ella, así es mi vida, un eterno purgatorio, no hay luz, ni color, ni mucho menos alegría. Para ser sincero, desde que me rendí esa tarde en el hotel, hace años atrás, mi vida se convirtió en un vivir por vivir. He tenido alguna que otra alegría, todas relacionadas con mis hijas y la existencia de mi hijo, la mayor de todas, pero de ahí, nada. Hace mucho tiempo comprendí que Valería es la mujer que siempre amaré, así soy yo... monógamo. Me enamoré una única vez, de una rubia de grandes ojos verdes, llenos de tristeza, que poco a poco se inundaron de alegría y me mostró lo que era estar verdaderamente enamorado. Me hizo soñar, volver a reír y a ser feliz, pero la perdí hace tiempo atrás.

El barullo propio de la llegada de mis hijos me espabila del letargo en el que estoy sumido. Me levanto de las escaleras donde contemplaba mi vana realidad para recibirlos. Desde un principio quedó acordado que las niñas dormirían este fin de semana en casa de Valería, luego pasarían conmigo el resto de la semana, incluyendo a Augusto. Los tres vienen corriendo y quien lidera la carrerita es por supuesto el enérgico de Augusto, que salta a mis brazos. Todos me besan y abrazan, después se sueltan a contar el éxito que fue la fiesta, Lili flota feliz entre nubes, enamorada de la vida, llena de ilusiones, Naty con sus mejillas sonrosadas tiene muchos cuentos para mañana que regresa por fin a clases. Dice un dicho "cada quien habla de la fiesta según como le vaya". Augusto exige que lo deje en el piso y comienza a brincar de aquí para allá, mientras me relata a su modo que hoy pasó toda la mañana en la piscina de sus abuelos, con los amigos de sus hermanas y con ellos Valería. Según el chiquito la pasaron ,"súper", hasta que llegó un dinosaurio que quiso comérselos... Los miro a los tres, se recuerdan entre ellos anécdota del fin de semana, menos del dinosaurio, y pienso, ¿Esta va a hacer la nueva realidad de aquí en adelante, un rato con ella y otro conmigo, mientras la tristeza me consume? ¿Es cómo deseo que siga mi vida? ¿Solo? Como si leyeran mi mente mis hijas me abordan con preguntas, aprovechando que Augusto se fue a buscar a Lucrecia por su consabida gelatina. La primera en hablar es Lili:

—Papá, hablamos con ma. Ya sabes que ella y nosotras conversamos de todo. Le pregunté, ¿por qué si ella ya vive aquí en la ciudad e incluso no se va a casar con el médico, todavía ustedes no están juntos? Nos reafirmó que te ama, pero que a veces las cosas entre los adultos no salen como uno se lo espera.

—Yo quede tan confundida como al principio, entonces ella me aseguró que decidan lo que decidan, siempre será pensando en nosotros y nosotros queremos que ustedes estén juntos, así de simple. No sé por qué se complican tanto—. Ahora es Naty quien expone su opinión bajo un tono de protesta.

Están en su derecho de querer saber y yo como su padre les debo sinceridad, sobre todo ahora que son más grande. Las tomo de las manos y me las llevo conmigo, a sentarnos al pie de las escaleras, así conversar como familia. Lili se sienta un peldaño más alto que yo, mirándome a la cara, Naty en el siguiente escalón al mío, igual que su hermana me mira a la cara.  

—Nenas, comprendo su incertidumbre, es que es difícil, ella tiene ahora esa vida tan glamorosa y creo que yo no encajo en ella—. Apelo a la honestidad.

—Ya—. Contesta Lili bajando la vista y luego pregunta cautelosa—. ¿Tú no la quieres?

—Al contrario, mi amor por Valería es tan grande como siempre—. Aclaro con la verdad por delante, eso nunca ha estado en duda.

—¿Entonces? —Pregunta Naty llena de valor y su hermana la secunda.

Sí, Alejandro, ¿entonces? Yo mismo me hago la pregunta. Mis hijas se me quedan mirando, esperando que el cobarde de su padre les responda, y sucede esto, tengo miedo que se decepcionen de mí si soy honesto... Ahí radica el problema, por absurdo que parezca, sigo teniendo miedo. Otra vez el temor impide que realice mi vida con la única mujer que he amado. Lo veo claramente, soy un completo idiota. Estoy dejando escapar la maravillosa oportunidad de ser feliz y hacer felices a mis hijos, sencillamente por temor a no ser lo suficiente bueno para ella. Son complejos de inferioridad, prejuicios estúpidos que han impedido mi completa felicidad. Valería me ama como yo a ella, lo demás en realidad no importa. Pero qué imbécil he sido, caí en los juegos mentales del padre y me dejé amedrentar por mis propias inseguridades. Que razón tuvo la rubia cuando me echo en cara que me menosprecio. Esa falla en mi carácter me sabotea hasta hoy. Miro a mis hijas con una nueva determinación y una gran sonrisa , como el que se libera de un gran lastre. Una nueva fuerza emerge de mi interior y me desborda de entusiasmo.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora