Marc Anthony, Volando entre tus brazos.
Desde el "incidente" he mantenido la distancia como prometí, él es el padre, yo la niñera.
Los días transcurre enfriando lo que una vez fue una bonita amistad. Me duele, no lo voy a negar, pero fue lo acordado. Se acabaron las visitas vespertinas a su oficina, las charlas nocturnas fueron reemplazadas por breves y puntuales reportes referentes a sus hijas. Llegamos a un punto muerto donde nos distanciamos progresivamente. Me voy enseguida de esos raros casos en que tenemos que cruzar palabras. Hasta José brilla por su ausencia, cansado de esperar a una chica que no se valora. Sólo el tiempo que paso con las niñas es mi consuelo, nuestras risas y juegos, únicos momentos en el que no me siento vacía. Sí, mi viejo compañero ha vuelto. Ahora entiendo que estaba dormido y emergió como mi amigo inseparable de siempre, un recordatorio contaste de lo que soy.
Llego a mi casa luego de mi jornada habitual. Ya es de noche y estoy agotada. Hoy fue especialmente intenso, Lili trajo una montaña de tarea que junto a la de Naty nos mantuvo ocupada la mayor parte de la tarde, tanto, que no pudimos ir al parque. Pero ya estoy en casa y pretendo mimarme con una largo baño de burbujas en la bañera, así relajarme. Con mis planes bien trazados entro a mi habitación y me consigo con una sorpresa, tres maniquíes vestidos con trajes largos. Tiro mi bolso sobre la cama y me acerco con interés para verlo. De verdad que son espléndidos. También hay una nota pegada en la nariz del primer maniquí.
"Escoge uno de estos trajes. Considero que el celeste favorece tu silueta, aunque cualquiera te debe quedar bien. Mañana me informas tu decisión."
Claudina.
Vaya, la nota es más larga que cualquier conversación que hemos sostenido en la vida. Deberíamos hacerlo más seguido. Sigo inspeccionando los vestidos y según las etiquetas hay que darle crédito a mi madre, esta mujer sabe gastar una fortuna y recibir a cambio aplausos. Todos son de diseñador. Se supone que tengo que seleccionar uno para la cena de los empresarios, la que mi padre me pidió asistir. El que más llama mi atención precisamente es el celeste con escote palabra de honor y corpiño drapeado con infinidades de cristales que brillan produciendo un resplandor extra que roba el aliento. El drapeado continúa hasta la cintura, ahí se sujeta con un fino cinturón de cristales de swarovski, y luego cae en plises en una delicada falda. Indudablemente es exquisito.
El siguiente vestido es rojo y el otro azul rey, son también impresionantes, pero los colores no van con mi estilo, a excepción del celeste. Decido probarlo de inmediato. Me quito mi camiseta, el jeans y las Converse y en ropa interior desvito el maniquí. Vaya, el bendito vestido pesa. ¿Quién lo diría? Meto un pie y luego el otro, cuidando no pisar la delicada tela y lo subo. Oh, me cuesta subir la cremallera. Ya sé, voy a llamar a Miriam. Por la línea interna llamo a la sala de servicio y en menos de cinco minutos la amable mujer entra a mi habitación.
—Señorita, qué bello es ese vestido—. Suelta mirándome.
—Pero difícil de poner. ¿Podrías por favor ayudarme con el cierre? No puedo sola—. Le pido. Ella afirma y viene hacia mí que le doy la espalda.
Mantengo el corpiño sobre mi busto mientras Miriam sube la cremallera y el vestido se ajusta a la perfección. Parece hecho a la medida para mí. El diseño deja la mitad de mi espalda descubierta y se ajusta a la cintura, desde donde cae naturalmente hasta el piso. Tengo que sacrificar mis pies usando unos estiletos, se requiere para completar el elegante conjunto.
—¿Qué tal? —Le muestro a Miriam para que me dé su opinión. Ella se retira unos pasos hacia atrás para mirarme de cuerpo entero.
—Le queda de maravillas, con ese perfecto cuerpo que usted tiene, no podía ser de otra forma. Señorita, está muy bonita, inclusive más que su madre. Es una flor abriéndose a la vida—. Se deshace en halagos como una madre enternecida por su hija. Corro los ojos.
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Cuando Tenga Alas ©
RomanceAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...