Capitulo 9 Feliz

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Grupo Vos Veis "Un pedacito de tu querer".

No lo puedo creer, Valería se está dejando abrazar, sin miedo ni rechazo. Juro que vi en sus ojos la necesidad de mi contacto, y si no fue así, no importa, me engaño a mi mismo y me lo creo. Sentirla tan cerca es una experiencia sublime, huele como debe ser el olor de los ángeles, sencillamente divino. Mis hijas huelen igual que ella, hasta en mi casa se percibe su dulce aroma.

Al verlas entrar me emocioné a tal grado que mi corazón casi se me sale del pecho. Las tres hacen una visión hermosa, son unas princesas. Mis niñas bellas, Valería las mantiene bien vestidas y arregladas, y ella tan bonita como siempre. Pensé que estaba en una especie de sueño cuando aparecieron en mi oficina, un lienzo reflejando inocencia virginal, cargando su cesta como en los cuentos, así que tuve la oportunidad de ser el príncipe azul que ellas viene a visitar. Las galletas divinas, y para poner la guinda al pastel, las tengo abrazadas regalándome su perfume, su esencia.

Escuchamos toques en la puerta y nos apartamos, yo carraspeo la garganta y ella se acomoda un mechón de su rubia cabellera detrás de la oreja. Mi secretaria me avisa que me esperan unos proveedores. Que inoportunos, no ven que estoy en un sueño y no quiero despertar, es que cuando ellas están junto a mí, un aura de paz me envuelve.

—Hasta luego, señor, lo dejamos—. Su ronquita voz me trae a este mundo.

—Sí, pero déjame unas galletas extras, por favor—. Pido extasiado.

—Claro, tome las que quiera—. Ella busca la cesta sobre mi escritorio donde la dejó para abrazarme y me la acerca.

Agarro tres más y le guiño un ojo, por primera vez no baja su mirada, es más, hasta corro con suerte porque me regala una sonrisa.

—Bueno, niñas, nos tenemos que ir, su padre debe seguir trabajando, así que digan adiós—. Mis hijas obedecen, y Valería con su habitual timidez que comienzo a conocer me dice: —Necesito hablar con usted, en la noche cuando suba—. No respondo de inmediato, antes me recreo con el fulgurante verdor de esos inmensas lagunas. Y como todo de lo bueno poco, tengo que poner fin a mi placer, el que siento que me está permitiendo. ¿Estaré equivocado?

—Sí, claro, en la noche hablamos—. Confirmo con el corazón acelerado por la presunción, ella asiente sonriente y sale llevándose a mis hijas que van brincando felices.

Un par de proveedores pasan al lado de la chica y sin vergüenza la repasan de arriba a bajo, con bastante interés. A mí me entra la furia asesina, quisiera matarlos.

—¡¿Se les perdió una igualita?! —Les pregunto de mala manera sin poder evitarlo.

**✿❀ ❀✿**

Camino a través del minimarket como si estuviera montada sobre una nube. Ese abrazo será siempre mi preferido. Su olor, su calidez... Me detengo en seco en medio pasillo por el rumbo de mis pensamientos. ¿Qué haces, Valería? Me reprocho a mi misma. Debo detener mis hormonas ya. ¿Qué me sucede? Si Alejandro se llega a enterar de las cosas que pienso sobre él, de seguro me despide de inmediato En su día me lo dijo, que no le gustan las chicas de mi edad. No debe confundirme una actitud paternalista y de cortesía por la presencia de sus hijas, con otra cosa. No puedo ser tan estúpida y emocionarme cuando demuestra cariño. Muerdo mis labios constantemente con mis recriminaciones.

—¿Valería, te quedan más galletas? —Duarte me pregunta viniendo hacia mí mientras se frota las manos.

—Ah..., si claro, toma las que quiera, hay muchas—. Respondo acercándole la cesta.

Los otros chicos aparecen mágicamente y le caen encima a la cesta como moscas a la miel, mientas Lili y Naty se quejan porque no les van a dejar ni una. Después de tragárselas casi todas me despido de ellos y tomando a las niñas de las manos caminamos hacia la salida.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora