Capitulo 30 De Vacaciones

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Ya todo está listo para emprender nuestra aventura playera. Los cuatro sonreímos con mejillas sonrosadas mientras en la cocina termino de guardar algunas cosas en mi bolso de mano. La mayoría del equipaje ya Alejandro se encargó de meterlo en el maletero de su vehículo. Tenemos grandes expectativas por cumplir.

—¡Apura, Valería, quiero salir rápido, así aprovechar el día! —Alejandro me presiona palmeando las manos.

—Ya nos podemos ir—. Digo tras asegurarme que todo lo tengo dentro del bolso.

Los cuatros bajamos las escaleras emocionados, él luciendo joven y casual en bermudas azul y camisa blanca; las niñas y yo como de costumbre usando lo mismo, vestidos veraniegos, coleta en alto y por supuesto gafas oscuras. La familia Sandoval en pleno llevan puesto los que les compré exclusivamente para este viaje y por la cuál me gané el respectivo regaño del patriarca, por insistir en comprar ropa sin autorización, pero la verdad es que he aprendido a ignorarlo, sobre todo si se ve tan sexy con su brillante pelo negro reluciendo bajo el sol. Estas son discusión típicas de una pareja, él molesto por los gastos innecesarios, mientras a mí me da igual y sigo comprando. Ahora la cosa empeoró, pues lo incluyo en las compras subversivas, como no le gusta ir de shoping, me veo en la obligación de hacerlo yo.

Ya instalado dentro de su carro, él detrás del volante, las niñas en la parte posterior y yo de copiloto, pasa el encendido del motor y falla. Alejandro me mira ocultando la vergüenza detrás de una sonrisa nerviosa, le devuelvo una de comprensión. Vuelve a insistir en encender el vehículo, pero igualmente falla.

—¡Maldición! ¡Maldición! —Gruñe con furia perdiendo la paciencia.

—Alejandro, por favor, las niñas—. Le recuerdo su vocabulario. Contiene su malhumor al igual que la respiración y lo intenta de nuevo, pero nada, persiste la falla. A la quinta vez que nada da resultado es obvio que el problema se le escapa de las manos.

—¡Maldito carro de porquería! —Grita frustrado y deja caer la frente en el volante.

—No te desanimes, a lo mejor es un problema simple como la batería descargada—. Intento animarle.

—Ojalá, pero no, le hice todas las revisiones, lo lleve al taller, el mecánico me dijo: "Está fino, patrón" —imita la voz del sujeto,  —y mira, el cacharro no prende. Es un problema que viene arrastrando con el encendido y no lo han podido solucionar. Esto me pasa por pobre—. Se rinde sobre el volante.

—¿Ya no vamos a viajar? —Pregunta Naty desde el puesto de atrás a un paso de llorar.

—¡Vamos a ser las únicas que no hicieron nada en estas vacaciones! —Se queja Lili que da por hecho que el viaje se canceló.

—Tranquila, que para todo hay solución—. Las calmo mientras busco dentro de mi bolso.

—¡Una galleta de las que guardas en tu bolso no es la solución! —Lloriquea Lili.

—¡Yo no quiero una galleta, yo quiero viajar! —Protesta Naty.

—Bien que les gustan esas galletas, malagradecidas, pero no me refería a eso, sino a esto—. Saco la llave de mi vehículo y se las muestro a los tres llorones. Alejandro despega la cara del volante y me mira cómo si no reconociera lo que tengo en la mano—. Asunto solucionado, vamos en el Mercedes que está guardo en el garaje, tiene le servicio al día y no presenta ninguna falla.

—¡Mucho mejor! —Chilla Lili aprobando de inmediato mi iniciativa y su hermana pequeña la secunda. Ha vuelto la alegría a sus caritas. Están de lo más contentas y yo también.

—¡Claro que no vamos a ir en el tuyo! —Alejandro asegura enojado, echando todo a perder, como siempre.

—¿Y por qué no iríamos en él? Es un vehículo y sirve para desplazarse—. Le pregunto desafiante.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora