Capitulo 8 Razones

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Dúo SanLuis, "Donde andabas tú"

Bajo el sol de un radiante miércoles y sentada a lo indio sobre el césped del descampado que rodea la universidad, consulto sobre mis piernas el libro de Administración Tributaria; pero sin leerlo realmente, estoy a kilómetros de distancia, donde se desarrolla mi nueva vida.

Lili y Naty además de preciosas son gentiles y puras. Su inocencia me tiene cautivada. Ven el mundo de un modo simple y bueno, lleno de fantasías y sin fronteras. No tengo en mis recuerdos que a esa edad viera mi entorno con tanto optimismo. Es probable que no. La diferencia entre ellas y yo (a pesar que las niñas vivieron un trauma difícil de olvidar), es que siempre han estado rodeada de amor, mientras que mis seres más cercanos me negaron el cariño que cualquiera necesita, excepto mi abuelo y Lupe; así que las niñas guardan la esperanza intacta en sus ojos negros, iguales a los de su padre. Las fotos de su madre que abundan por la casa, demuestran que Lili y Naty guardan mayor parecido con Alejandro; de su madre heredaron la sonrisa, y tal vez alguna que otra expresión, de resto son puro padre, como dirían por ahí.

Mi Naty tan alegre, imitando en todo a su hermana. Es su modelo a seguir, su heroína y mejor amiga, ahora también me incluyo. Siempre quiere que la vista con ropa similar a la que uso. Aunque trato de complacerla, me mete en aprietos, no tenemos el mismo guardarropa (poco a poco y a escondidas, voy solventando ese problema). Me río sola recordando sus morisquetas cuando baila. A pesar que es chiquita agarra los pasos bastante rápido y le salen muy bien, la pequeña tiene talento para el baile. Todavía le gusta jugar con sus muñecas y usar mis brillos de labios como toda una coqueta, pero determinante a la hora de opinar y fijar posición. Ahora Lili, es dulce, madura para su edad, centrada. Está en una edad entre ser niña y adolescente. A un paso de entrar en ese convulsionado mundo de hormonas, donde reina la confusión y la ansiedad. A veces la veo mirar con nostalgia a Naty mientras juega con sus muñecas y cayendo en la tentación de acompañar a su hermana menor, pero que nadie se entere. Es tierno y emocionante a la vez ver cómo va dejando atrás una etapa tan feliz como es la niñez. Pronto comenzará el drama de la adolescencia, y quiero ver cómo le hará su padre para sobrellevar el mundo de una teeneger. Quizás la pérdida de la que fuera su esposa dejó un trauma difícil de superar y lo lleva a ser extremadamente cauteloso y receloso. En ese particular siento que debo hacerle ver que aunque suceden cosas malas, no siempre eso tiene que ser una constante. Puedo dar fe que también pasan cosas buenas en la vida, ellos son algo positivo en la mía, por ejemplo.

Marta es otra aspecto agradable en esta nueva etapa, me trata con cariño y me brinda su confianza. Llega todas las tardes para hacer la cena y estar un rato con sus nietas. Sé que detrás de sus visitas se oculta el hecho que me supervisa, igual que lo hace el padre cuando sube inesperadamente para ver "que estamos haciendo". No me quejo, entiendo que cuidan a los seres que más aman en esta vida, que además son su responsabilidad, lo que todo padre debería proteger y velar, la seguridad de sus hijos. Ojalá de mí también se hubieran preocupado con ese esmero. Tampoco puedo negar que me causó sorpresa que Alejandro se preocupase por mi alimentación, es obvio que su motivación es el bienestar de sus hijas, pero me gusta, es un cambio agradable, y cada vez que tiene un gesto como ese conmigo, bajo la mirada para que no descubra la emoción en mis ojos al saberme apreciada por él. Cuando sube por las noches al finalizar su jornada laboral me pregunta si ha ocurrido alguna novedad y luego de mis explicaciones me pide que me marche. Sólo en esos escasos momentos me dedica su atención.

Los chicos del minimarket son otras de las razones para mi felicidad, tan cortés y cariñosos conmigo, siempre una palabra amable y una atención. Luego de limar las asperezas con José por nuestro intrincado comienzo, nos hemos vuelto amigos. Cuando llego lo consigo con un jugo de mis preferidos y una gran sonrisa, yo lo ayudo con sus deberes de la universidad. Admiro al muchacho. Es pesado trabajar todo el santo día y encima estudiar en las noches. También saca la carrera de administración, así que le echo una mano con los trabajos y en lo que más puedo. El otro día me enteré por él mismo, que Alejandro le financia la carrera, con la condición que debe sacar buenas notas y sí se gradúa, la deuda será asumida como beneficio laboral y no tendrá que pagar ni un centavo. Qué noble de su parte incentivar al muchacho a superarse, poner a su alcance un título profesional, pues considerando la situación económica de José, sería un logro difícil de alcanzar. Ese acto de generosidad es muestra que "el jefe" aprecia al "muchacho del demonio", a pesar que se la pasen como perros y gatos. Sólo conmigo Alejandro es distante y frío, apenas me habla, entiendo que le debo parecerle una chiquilla superflua, con todo a su alcance y sin nada en común. Pero hasta eso deja de tener relevancia, pues por primera vez me siento una persona real. Estoy aquí para ser yo misma, no lo que los demás quieren que sea. Y son por todas esas razones que salgo disparada de clases hacia mi nuevo hogar, sé que no es mio, pero me gusta pensar que sí.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora