Capitulo 27 Oscar A La Mejor Actuación

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Mientras cruzamos el elegante restaurante hacia nuestra mesa algunos de los comensales nos detienen para saludar. Yo con mi cara de lápida apenas respondo las "Buenas noches". No se lo voy a poner fácil a este sujeto, quiero que esta cita se le grabe en la memoria como la peor de su existencia. Salvador me sujeta del codo y reanuda la marcha con actitud altiva, me exhibe como si fuera un trofeo que él se ha ganado. Por increíble que parezca consigue que lo deteste aún más.

Mi vía crucis termina al llegar a la mesa reservada. Nos han sentados al lado a unos grandes ventanales para disfrutar de la vista del jardín estilo francés, entretanto recibimos la esmerada atención del servicio de sala para la cena. Odio todo cuanto me rodea, me asfixia. Estar obligada a mantener las apariencia me destroza. Yo no soy una muñeca que es utilizada como sebo para atrapar al mejor prospecto, un charlatán. De camino para acá me dio una muestra del calvario que me espera esta noche con su estéril conversación. Lo único que me alienta es la sorpresita que le tengo reservada. Actuaré como una mimada inconforme y le voy a echar a perder la noche. No hay nada que joda más a un engreído que lo exponga frente a otros engreídos. Afino los detalles de mi ejecución, mientras Salvador hace gala de sus refinados gustos y de su bolsillo, al ordenar una botella de champán Krug Rosé, cómo si hubiera algo que celebrar. Mi fingida sonrisa oculta mi perverso plan. Asumiré la personalidad de Sara que tan bien conozco y que desquicia hasta a un Santo. He sido testigo de cómo espantaba a los chicos cuando se muestra tal cual es. Mira las vuelta que da la vida, al final me va a servir de algo el haber perdido el tiempo andando con la roba oxígeno.

-¿Sabes? Quiero disfrutar la noche, darnos la oportunidad de conocernos-. Propongo con entusiasmo una vez que los camareros se han retirado. Llegó la hora que inicie la función.

-Es reconfortante que estés de tan buen humor, yo también deseo lo mismo-. Sonríe cayendo en mi trampa.

-¡El restaurante está de pelos! ¡Me encaaaaaanta, Sergio! -Exclamo con exagerado entusiasmo al grado que varios comensales de mesas vecinas se voltean a verme curiosos por mi excesiva exaltación.

-Mi nombre es Salvador-. Me corrige entre dientes, tan colorado y ofendido por el olvido intencional. Voy por buen camino.

-Ah, disculpa, S A L V A D O R-. Acentúo de manera exagerada cada una de las letras que componen su nombre, en un intento de fijarlo en mi memoria. El acartonado presiona los labios entre si para controlar la vergüenza que le estoy haciendo pasar, el pobre ignora que apenas estoy calentando los motores.

-Supongo que vienes a menudo a este restaurante con tus padres-. Cambia de tema de conversación acomodado el nudo de la corbata, en un gesto que lo hace ver tenso.

-Para que veas que no-. Digo con desenfado encogiendo los hombros con los brazos en la mesa-. Son unos delicados; se quejan de mi comportamiento, así que no me molesto en salir con ellos. Son tan estirados y quisquilloso que resultan un fastidio. Tantas veces reglas en la mesa son difíciles de recordar-. Resoplo y me encorvo desanimada-. Son viejos y sus temas de conversación son aburridos.

-Estás hablando de tus padres-. Me reprocha indignado.

-Sí, de ellos. Tú me preguntaste-. Me hago la desentendida-. No que va, a mí me gusta salir con gente joven, con energía, aunque tú luces como ellos. ¿Qué edad tienes? ¿Cuarenta? -Le pregunto mirándolo con suspicacia. Él parece que le hubieran pellizcado y de ese modo responde.

-¡Apenas tengo treinta!

-¿En serio? -Actúo como si no le creyera-. Entonces pareces mueble fino-. Agrego con desdén mientras cojo una copa de cristal llena con agua y la bebo.

-Te refieres a lo elegante de mi porte. Sí, me dicen frecuentemente que me visto muy bien. Mi ropa es hecha a la medida-. El muy vanidoso se yergue, esponjado de orgullo y creyendo que es un cumplido de mi parte.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora