Capitulo 74 Un Susto, Una sorpresa.

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Franco de Vita; Fuera de este mundo.

Sigo sonriendo. Es una sonrisa tenue y plácida, mi símbolo de liberación. Perdonar y dejar los rencores atrás es una experiencia purificadora. Lo recomiendo cien por ciento. Así como un día me permití dejar en el pasado los problemas y malos momentos con mi padre y gracias a esa purga hoy he compartido uno de las mejores conversación con él, ese mismo catarsis pretendo reproducirlo con Alejandro, y ese es mi siguiente parada, de un recorrido liberador. Juntos debemos tomar una serie de decisiones importantes, que pongan fin a este idas y venidas que en realidad me tiene cansada. Hay que definir si vamos o venimos. Si seguimos como pareja o cada quien por su camino.

Esteban detiene el vehículo frente a la casa de dos plantas y me despido de él hasta mañana temprano. Ya por hoy ha sido suficiente de trajinar, ahora toca tiempo de calidad con los mios. Al cerrar la puerta principal la potente risa de Alejandro me recibe y procede de su estudio. Qué bien, está de buen humor. Me dirijo hacia allí con una sonrisa y mucho más confiada, su humor es ideal para que logremos avanzar. En el umbral de la puerta mi sonrisa se congela. Begonia lo acompaña y me temo que es quien causó su agradable risa. Maldita sea, ¿Hoy es convención de ex? Solo falta que se aparezca el fantasma de la difunta trayendo a la decorada. Alguien arriba no me quiere, de ser así me habría ahorrado el encontrarme con esta mujer. Ella muy divina me mira con una gran sonrisa desafiante desde el sofá y a su lado mi hombre. ¡Qué incómodo!

—¡Rubia, hola! ¡No te escuché llegar! —Alejandro exclama exageradamente levantándose de golpe del sofá, en una clara reacción nerviosa por haberlo atrapado en una situación comprometedora. Yo no oculto el disgusto por la visita, cruzo los brazos y apoyo mi hombro al marco de la puerta con una mirada hostil. La verdad solo estaban hablando y riendo inocentemente, pero todo lo que involucre a esta mujer lo detesto, no confío en ella, pues nadie me quita de la cabeza que le gusta mi hombre.

Él no sabe qué hacer, solo me mira fijamente y con las cejas levantadas. Me conoce, sabe que la diplomacia no es mi fuerte. Al fin decide mover su trasero y viene hacia mí y como lo conozco por mojigato, querrá besarme en la mejilla por respeto a la invasora, así que contraviniendo sus intenciones muevo el rostro y nos damos un pico en la boca. Deseo enviar un mensaje a la zorra. Aquí no tiene nada que buscar. Como es de esperar mi maniobra no pasa desapercibida y Alejandro me mira con una picara sonrisa que no devuelvo. Que lea en mi cara que mi ser racional han desaparecido y solo queda lo salvaje.

—Hola, Valería, que de tiempo—. Saluda la sinvergüenza con ironía arropada por una sonrisa falsa. No intenta levantarse ni yo moverme de mi lugar. Presiento que intenta provocarme y a decir verdad, si me provoca... arrancarle la cabeza. Hacia mucho tiempo que no la veía y por mí, si nunca más la veo mejor. Lo peor es que sigue guapa.

—Bien—. Contesto a secas sin ningún gesto en mi rostro.

—Estamos conversando sobre la nueva tienda, pero ya estamos terminando—. Alejandro interviene pelando los ojos. Sólo yo puedo ver cómo me advierte con la mirada que no haga un disparate.

—En realidad estamos de lo más entretenido contando anécdotas de cuando éramos unos veinteañeros despreocupados y sin darnos cuenta el tiempo pasó volando. Es lo que sucede cuando se está a gusto—. Begonia agrega con toda la mala intención del mundo, fastidiando los esfuerzos de su amigo, que corre los ojos. Entorno la mirada hacia él exigiendo una explicación. 

—Con que están muy entretenidos—. Digo en un tono irónico. Alejandro explaya más los ojos de ser posible. Lo mejor es que me vaya, antes que a este se le salgan de las cuencas oculares—. Voy hacer té—. Mascullo por lo bajo y me marcho.

—Buena idea—. Lo escucho decir aliviado.

De camino hacia la cocina voy pensando que no me preocupa el dejarlo solos. No le voy a dar el gusto a Floripondio de molestarme, además, conozco a Alejandro y es incapaz de ponerme los cachos. Él me ama, y aunque estoy segura de sus sentimientos, me cuesta reprimir las ganas de matar a esa mujercita, así que salir de la línea de fuego es esencial para evitar un baño de sangre.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora