Capitulo 44 Un nuevo comienzo.

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Este es el inicio de una nueva vida, y como todo comienzo tenia que hacer ciertos ajustes, los cuales implemente una vez terminado el reposo impuesto por el doctor. A diferencia de las ridículas frases de autoayuda, estas acciones las enfrenté con optimismo y decisión; la primera fue pagar lo que faltaba por cubrir de mi matricula estudiantil. Con un titulo en la mano podría ofrecerle un mejor futuro a mi hijo. Marcos cumplió su palabra al pie de la letra, no sólo detuvo el pago de mis estudios, además todos los servicios que incluía mi móvil, tarjetas de créditos, los giros bancarios y hasta seguro médico, lo que significaba que estaba totalmente desprotegida, era la retorcida forma de mi padre para obligarme a cumplir con sus exigencias. Todavía puedo escuchar sus crueles palabras: "Te doy una semana para que vengas arrastrándote ante mí, pero ya sabes cuál es la condición para ayudarte". Pues ya pasó una semana y estoy llena de planes. Decido olvidarme de mis padres y concentrarme en hacer realidad mis sueños. Si mi nueva vida se iba a caracterizar por la austeridad, un celular de alta gama no se ajustaba a ese estilo de vida, ni tener varias tarjetas de crédito, así que el móvil lo cambié por otro más sencillo, pero igualmente funcional y hasta un dinerito extra me conseguí. Aproveché mi ímpetu y cambié mi numero de siempre por otro. Quería dejar atrás la vida pasada y que mejor manera de lograrlo que tener nuevos contactos. Siguiendo con la depuración y saneamiento corté por la mitad todas las tarjetas (fue un acto simbólico, ya estaban canceladas), también debía considerar que mi nuevo medio de transporte era el público y mientras meno llamará la atención, era mejor. El siguiente paso a ejecutar seria buscar un lugar donde vivir, la residencia no era una solución viable, primero por lo caro que resultaba la mensualidad, segundo, no era el lugar más apropiado para que una embarazada viviera, por otro lado debía ubicar un sitio que fuera, sino el definitivo, por lo menos lo más estable posible, un bebé venía en camino y no podía estar mudándome de un lugar a otro como los circos, debía procurar estabilidad. Con esta resolución las cuatro mosqueteros nos concentramos en buscar en la cartelera de la universidad el sitio ideal. En ella se anuncian de todo, desde lavado de mascotas hasta citas, y para mi suerte había publicado tres anuncios de alquiler de habitación. Dos resultaron bastante convenientes por su cercanía con la universidad, ofrecían habitación con baño compartido en residencia de familia, el precio por el alquiler razonable, ahora bien, la tercera opción era un poco más alejada y describe: "Dormitorio amplio con baño incluido en casa de señora mayor respetable. Aplican las siguientes condiciones, la interesada debe ser joven señorita católica sin pareja, sin niños, sin mascota, de buenos modales, prohibido fumar o hacer ruido, ser ordenada y sobre todo DECENTE". Con esas estricta especificaciones daba la impresión que lo que se alquilaba era una celda dentro de un convento de monjas. Mejor era obviar la orden religiosa, tenia la esperanza que alguna de las otras dos habitaciones cumpliría con mi expectativas. Así que escoltada por mi escuadrón salimos confiadas en nuestra suerte. Rápidamente comprobamos que las apariencias engañan. Ciertamente las dos primeras viviendas quedaban cerca de la universidad y además en edificios residenciales, pero fuera de eso eran un completo nido de yonquis. En ambos casos las habitaciones eran lo más parecido a una madriguera, donde imperaba olor a yerba. Los baños que nunca habían visto un pote de desinfectante lo tenía que compartir con un número indeterminado de personas. En la primera el gordo y barbudo casero no dejaba de mirarme con ojos lascivos y en la siguiente vivían un par de chicos con ojos rojos y hablar extraño. Durante el poquito tiempo que duró nuestra visita (por obvias razones), no pararon de llegar otros jóvenes a comprar "mercancía".

—Lo juro, chicas, la mancha en esa pared era sangre—. Diana nos cuenta con voz atemorizada mientras conduce el papurri con las dos manos bien sujetas del volante. Se refiere al apartamento de los chicos drogadictos de donde todas salimos despavoridas. Es una suerte que no haya caído ninguna redada policial mientras estuvimos ahí; en caso contrario habríamos terminado en el bote bajo presunta compra de estupefacientes. 

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora