Aún el encuentro más casual está predestinado.
Corro hacia mi auto sin importarme que la gente me vea llorar. ¿Por qué mi vida tiene que ser una película mediocre, llena de drama y situaciones ridículas? ¿Quién se cree para hablarme de ese modo? Sólo buscaba un poco de paz y lo que me encontré fue una descarga por culpa de las estupideces de Sara. A un lado de la portezuela me detengo para buscar la llave dentro de mi bolso.
—¡Lo odio tanto! —Hago un paréntesis para drenar la rabia en forma de grito, he sido víctima de una gran injusticia. Ahora ese horrible hombre cree que me gusta, que estaba ahí para verlo. ¡Qué vergüenza! Lloro a mares, con senda lágrimas que bañan toda mi cara, y para colmo la llave no aparece. Es lo último que me faltaba, que me echaran de un establecimiento por buscona. ¿Qué podría ver en un tipo como él? Es mayor para mí, con su perenne expresión de malhumor, parece un ogro. Cuidado no, Chris Hemsworth.
Por fin consigo el estúpido control de encendido y a causa de las lágrimas y mis dedos torpes se me escapan y termina en el suelo. !Ay! Me doblo para recogerlo y sin querer le doy un puntapié mandando el control debajo del carro. Juraría que tiene vida propia y juega conmigo.
—¡Venga pues, lo que me faltaba! —Suelto otro grito con fuerza que no ayuda en nada, las cosas siguen igual, mi vida patas arriba y el control debajo de mi vehículo. Me arrodillo para recogerlo, pero el trabajo se hace arduo, mis abundantes lágrimas estorban—. ¡Ay, odio mi vida! —El grito que me sale del fondo de mis entrañas es histérico y aunque sé que no ayuda, por lo menos me permite desahogarme, desalojar la rabia, la tristeza, la frustración, una lista de sentimiento que terminan por vencerme. Cuando todo falla, renuncia, he escuchado por ahí. Apoyo mi frente en el frío metal de la carrocería de mi auto, así descansar mi alma agobiada.
—¿Cómo una chica tan joven puede odiar su vida? —Me sobresalto al escuchar la voz de una mujer e instantáneamente dejo de llorar y me levanto. Me vergüenza que me vea llorando desconsoladamente.
La persona que pregunta es una señora vestida con mucha sencillez, un conjunto de falda negra y blusa de flores, algo pasada de peso, piel blanca y cabellos canosos arreglados en un corte bajo y armado, como si recién saliera de la peluquería. Sus ojos aunque insisten en esculcar mi rostro destilan amabilidad. Creo que está genuinamente preocupada por mí, como si yo fuera un animalito herido que se ha encontrado. Imagino que debido a eso vuelve a preguntar.
—¿Y entonces, me vas a contestar? ¿Por qué una muchacha además de joven y linda puede odiar su vida? —Y sin saber por qué, vuelvo a llorar, tal vez su modo maternal de tratarme me conmueve.
—¡Es que él!...— apunto al minimarket—. ¡Mi papá!... —Salen más lágrimas y para colmo me cae un hipo... —¡Y yo no sé... Hip... por queeeé...! Hip... —Por su ceño fruncido estoy segura que no me entiende, entonces toca hacer un mayor esfuerzo—. ...¡Es un ogro, y no me gusta, lo juro, es horrible! Hip... —Termino peor de como empecé, en un mar de lágrimas que me obligan a esconder mi rostro entre mis manos, agobiada por una tristeza infinita y el hipo.
—Ay, cariño, no entiendo nada de lo que dices, pero se te ve muy afligida y no puedo permitir que conduzcas en ese estado de desconsuelo. Eres un peligro para ti y los demás. Y esta lo de tu hipo—. Escucharla tan alarmada hace que me calme un poco. Al descubrir mi rostro delante de mis ojos llorosos encuentro que ella cubre su boca con una mano y sus amable mirada de momento reflejan inquietud. Limpio debajo de mis ojos y me calmo por completo. Me recrimino por haberla asustado. —Mira, vivo arriba del minimarket, —señala hacia una puerta que hay al final de una escalera que se ubica a un lado del establecimiento. —Si no te parece mal que una vieja te invite, entonces acompañame, allá te preparo un té de toronjil para que te calmes y luego si quieres puedes irte. ¿Te parece? —Me propone con una gran sonrisa que transmite confianza. Asiento con la cabeza, no puedo hablar en estos momentos.
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Cuando Tenga Alas ©
RomanceAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...