Cada paso que doy, me acerca a mi destino.
Me dirijo hacia la oficina de mi jefa, como siempre su puerta se encuentra abierta. Dentro, la consigo concentrada frente al ordenador, impecablemente vestida y maquillada. Siente mi presencia y gira su rostro con una sonrisa de bienvenida.
—Pasa, chica. ¿Qué haces ahí parada? —Me pide con la mano que entre.
—Sabrina, necesito tratar contigo un asunto urgente—. Digo con apremio mientras me siento frente a su escritorio. Otra vez vuelve el agobio a atormentarme.
—Por supuesto, pero espera, déjame cerrar la puerta—. Ella se ha percatado que vengo por algo realmente importante. Se levanta y cierra la puerta por precaución. Luego vuelve, pero no a sentarse en su habitual sillón de cuero negro, sino a mi lado, con expresión preocupada.
Con su comportamiento me demuestra que tengo ante mí la amiga, no mi superior y agradezco el gesto, preciso de su compresión; sin embargo, el gesto solidario hace más dolorosa la situación, las lágrimas comienzan a acoplarse en mis ojos y sin demora ruedan hacia abajo. Voy a extrañar mi trabajo, sobre todo a ella que siempre ha sido tan especial.
—¡Querida ¿qué sucede?! ¿Por qué lloras? —Toma mis manos como consuelo, mas las emociones que me embarga impiden que emita palabra alguna. Esto está resultando más difícil de lo que suponía... Ay, Dios, y pensar que apenas es el comienzo... Tomo aire y me armo de valor, recordando el porqué he tomado esta determinación.
—Sabrina, debo comunicarte una decisión importante, primero he de decir que me causa mucho dolor, y si el motivo que me apremia a tomar tan trascendental determinación no fuera para mí primordial, te juro que no estaría ante ti—. Expreso con voz temblorosa y lágrimas en mi rostro, mientras ambos mantenemos las manos entrelazadas.
—¡Por Dios, dime de una vez qué sucede! ¡¿Qué vas hacer?! —Me presiona a hablar alarmada por mi elocuencia y llanto.
—Voy a renunciar—. Le informo directamente y sin adornos. Sabrina palidece, me suelta las manos para cubrir su boca y atrapar un aliento de sorpresa. Un segundo después dice:
—Valería, no entiendo qué motivo puede ser tan importante para que nos dejes. ¿Tienes una mejor oferta? Dime, podemos negociar—. Habla presurosamente, intentando persuadirme.
—Nada más alejado de la realidad, nunca traicionaría de esa manera la confianza que la compañía me ha brindado, ni mucho menos a ti, por otro lado, no creo que exista un mejor trabajo para mí, por lo menos no en estos momento—. Expreso con total sinceridad y libre de lágrimas.
—Entonces, no entiendo cuál es la razón para que nos dejes—. Dice visiblemente angustiada.
—Es por Naty—. No puedo ir más allá de pronunciar su nombre sin derrumbarme y comenzar a llorar otra vez. Escondo la cara entre mis manos dándole riendas suelta al dolor. De ahora en adelante mi deber es armarme de coraje, pero en este momento, delante de una querida amiga, me doy el permiso de llorar y desahogar mi pena, aunque sea por una vez.
—No me digas... —Con su mano en mi hombro tampoco puede terminar de decir aquello tan terrible y difícil de aceptar. Ella por supuesto estaba enterada sobre los exámenes por los que atravesaba Naty.
—Sí, Sabrina—. confirmo levantando el rostro y limpiarlo por vigésima vez en el día—. Todo indica que está enferma. Deben someterla a otros procedimientos rigurosos y delicados para determinar en su medida el grado de la enfermedad.
—¡Por Cristo bendito! Comprendo perfectamente tu estado—. Dice mirándome con piedad—. Déjame ver si entiendo, cielo. ¿Te vas a marchar para estar con ella? —Pregunta dándole al blanco a la primera. Yo asiento—. ¿No crees que es precipitada tu decisión?
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Cuando Tenga Alas ©
RomanceAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...