Capitulo 55 Inhala hondo y aguanta

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Estar de acuerdo con la realidad define tu vida.


Dicen que hay momentos en la vida que no se olvidan, el día de tu boda, el nacimiento de un hijo, los míos por mencionar, la enfermedad y posterior muerte de mi esposa, cuando mi madre me reveló el engaño de Valeria. El separarnos, creo que es hasta ahora el momento más doloroso que recuerdo, pero este, sin duda alguna, pertenece al grupo selectos de peores experiencias de mi vida. El top ten de  "Los momentos más dolorosos en la vida de Alejandro Sandoval". Así he de llamarlo.

Además de olvidarme, como guinda en el pastel, Valeria se ha enamorado de otro hombre y lo más seguro es que a estas alturas ya hayan compartido noches completa de amor. Son tantos los sentimientos que tiran de mí en varias dirección, que estoy a punto de romperme en mil pedazos. No soporto imaginarla con otro sujeto, quien recibe sus caricias, su atención. ¡Que me parta un rayo! Otra vez el malestar se apodera de mi estómago, recordándome lo supremamente idiota que soy al seguir enamorado de alguien que ya no me quiere.

—Entonces, Alejandro, ¿qué contesta? —Se sigue dirigiendo a mí con esa falsa dulzura para embaucarme, ni por un momento creo en su repentino cambio de actitud.

—Necesitó más agua—. Es mi respuesta. Ella se muestra fastidiada, luego asiente con una inclinación de cabeza e indica al mesonero lo que requiero.

Gracias a Dios rápidamente el vital liquido que tanto necesito para calmar mi sed aparece. Empino el vaso y me lo acabo de un sopetón. Siento un alivio instantáneo en mi garganta, lo que se refiere a mi alma sigue igual de astillada.

—Definitivamente estoy bien del corazón, ya era para que me diera un infarto—. Sigo con la mala costumbre de pensar en voz alta.

—Siempre dices lo mismo, pero yerba mala nunca muere. Tú morirás de cualquier cosa, menos de un infarto, y antes nos entierra a todos nosotros—. Dice con sarcasmo y un toque de amargura. La miro por un segundo y noto que va perdiendo su falsa serenidad. La farsa le está costando más de la cuenta.

—Déjame ver si entiendo... —Toso con el puño pegado en la boca, para después continuar, —me pides que desaparezca de sus vidas, para que tú puedas casarte con tu príncipe azul, el cual quiere darle desinteresadamente su apellido a mi hijo, lo que supondría que cedo todos mis derechos a un pendejo que no conozco, y si la suerte me acompaña, cosa que dudo, mi hijo ya hombre si lo desea me buscará y como tú eres tan generosa, lo permitirá. ¿Esa es tu proposición? —Digo en un tono más irónico del utilizado por ella. Llegó la hora de quitarnos las caretas. Valeria me mira con verdaderos sentimientos..., odio visceral.

—Pensé que no venías a complicar mi vida, pero sería una estúpida si creyera en la palabra de un mentiroso, que además ha resultado ser un egoísta—. Recrimina entre dientes.

—Para que veas que te equivocas, no es egoísmo, es sensatez. Todo lo que has dicho se oyó muy bonito, pero la práctica es otra cosa. Augusto tiene el derecho de conocer a su papá, enterarse que lo quiero y que tiene hermanas que desean compartir con él, que también lo quieren—. Razono mi respuesta para intentar entrar en su corazón de mujer despechada, porque no hay duda que todo lo que aquí ocurre es a causa del rencor que siente hacia mí, a raíz de nuestra ruptura, en otras palabras, es mi culpa.  

—Me doy cuenta que no vamos a llegar a ningún acuerdo—. Dice levantándose de la mesa de golpe, dando por terminada la conversación.

—¡Por supuesto que no vamos a llegar a nada si pretendes que yo acepté semejante disparate! —Le reprocho con rabia por su intransigencia, —la ley del embudo no va conmigo, rubia. Lo ancho para ti y lo angosto para mí—. Le aclaro en el mismo tono.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora