Capitulo 62 Enfrentando los Fantasmas

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Alejandro deshace el abrazo familiar, e inmediatamente beso la frente de Lili, que ha dejado de llorar. Entiendo que esté susceptible, Naty es su hermana y lo que menos esperaba es que se enfermara. Ahora me inclino y depósito un beso en el pelo de mi Augusto, orgullosa de que esté tranquilo y no de quehacer. Ya es momento de entrar, cojo aire y abro la puerta. Asomo la cabeza a la habitación y encuentro a la niña durmiendo plácidamente en posición fetal sobre el edredón morado de su cama. Qué ternura. Termino de entrar caminando con cuidando para que mis tacones no hagan tanto ruido. Me siento a su lado y acaricio  el contorno de su cara con infinito amor. A pesar de las circunstancias siento paz al estar a su lado. Este es el lugar donde debo estar, junto a ella. Mi necesidad crecía a medida que transcurrían las horas, pero al estar a su lado compruebo con certeza que hice lo correcto. Me siento lista para acompañarla a enfrentar cualquier batalla, estoy segura que Naty saldrá airosa de este escollo.

Comienza a despertarse como si sintiera mi presencia. Mueve las pestañas pesadamente, regresando del dulce sueño, ahora con más ahínco hasta que abre por completo los ojos y me mira. Aparece una sonrisa. Sigue siendo mi Naty, un poco más delgada, pero ya estoy aquí para ocuparme de cuidarla.

—Vale, eres tú—. Murmura como si su sueño se hubiera cumplido. Tarta de incorporarse para abrazarme. La ayudo para refugiarla entre mis brazos, y al hacerlo se maximiza la sensación de paz que me embarga desde que puse un pie en esta casa. Oh, la siento algo calentita, más de lo normal.

—Mi chiquita, ¿dónde más estaría si no es a tu lado? —Le digo apoyándola en mi pecho, donde me gustaría protegerla de todo lo malo que existe en el mundo.

—Desde que papá me contó que venias estoy muy feliz. Te estaba esperando, pero me quede dormida. ¿Sabes? Es muy raro, de pronto me quedo dormida sin más—. Cuenta intrigada y presiento que no sabe nada de su condición, así que por precaución le sigo la corriente.

—Es a causa de la anemia, pero descuida, ya estoy aquí, te voy a preparar muchas cosas ricas y sobre todo galletas, las de chispas de chocolate, esa que tanto te gustan—. Le cojo la cara entre mis manos para mirarla con una sonrisa.

—¿En verdad? ¿Lo juras? —Pregunta emocionada con la noticia y eso me encanta.

—Claro, pienso malcriarte a más no poder—. Le aseguro dando toque suaves con mi dedo en la punta de su nariz. Ella se ríe.

—¿Vuelves con nosotros? ¿Te vas a casar con papá? —Otra pregunta llena de entusiasmo.

Oh, oh, suelo pantanoso. Tengo que pensar muy bien la respuesta, no quiero que se haga ilusiones o que se mortifique sin necesidad.

—Te acuerdas que te prometí que haría todo lo que estuviera en mi alcance para que nos mantuviéramos juntas, —ella asiente con bríos, —bueno, por eso estoy aquí. Deseaba verte tanto a ti como a tu hermana y Augusto no dejaba de fastidiar con que quería venir. ¡Uuuy! Si vieras la cantaleta que tenia montada, ya no aguantaba, así que lo traje para ver si deja de fastidiar—. Hago un mohín fingiendo que Augusto me tiene cansada.

—¡Entonces me alegra que cumplas tu promesa! —Exclama feliz y me emocionan comprobar que el rubor tiñe sus mejillas.

—Yo siempre cumplo mis promesas—. Digo dándole un nuevo abrazo.

—Como cuando te quedaste a contarme el cuento del corcel negro que era muy grioso—. La escucho reír y mi corazón se encoge con los recuerdos. Hago un esfuerzo por no llorar. 

—No es grioso, tonta, es brioso—. La corrijo como en el pasado lo hiciera su hermana y juntas nos reímos con los recuerdos.

La puerta de la habitación se abre y los tres restantes entran, tal vez atraídos con nuestra risa. Augusto corre para subirse a la cama y brincar sobre Naty.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora