Capitulo 4 Sin Aguantar Más

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De que sirve que la imaginación tenga alas, si el corazón es una jaula.

Ese era el hombre del minimarket, el que le gusta a Sara. ¿Qué hace aquí? Era la última persona que esperaría encontrar en esta fiesta. ¿Y por qué me echó esa mirada? Aún me estremece el recordarla. Me juzgaban. Sus ojos acusadores me recuerdan el error que estoy a punto de cometer. En ellos estaba explicito lo estúpido de mi decisión, al imitar a mis amigas y tristemente es cierto. Ay Valería, ¿en qué estabas pensando? ¿Tener sexo a la ligera con Jaime? Ese chico es la gonorrea en persona.

—Lo mejor de la noche está por empezar.— El susodicho canturrea mientras cierra las persianas de su habitación y la luz tenue procedente de una lámpara de pie recrea el ambiente propicio para un encuentro amoroso.

¿Eh? Miro a mi alrededor. ¿Cómo llegué a la habitación de Jaime? Creo que es momento de que digan: "Aquí corrió que aquí murió" o en mi caso "aquí cogió"

—¿Sabes qué...? Perdóname, pienso que fue una mala idea venir a tu dormitorio, mejor me voy y olvidamos esto—. Le suelto esperanzada de que entienda, jugueteando con mis dedos de una manera nerviosa.

Jaime me mira y agita la mano apagando el cerillo con el que acaba de prender una vela aromática encima de la cómoda. Toma el control de mando y al presionar un botón inmediatamente suena una melodía empalagosa, como si miles de gatos estuvieran chillando. El que esté echando garra a sus artes de seducción para ambientar la habitación me advierte que debo ser más convincente, omitiendo su pésimo gusto musical. 

—Te estás haciendo la interesante, ¿verdad? —Me pregunta sonriendo. Como lo imaginé, me falta trabajarlo. En la mente cuadrada de un presumido como Jaime, no entra que una chica se retracte en irse a la cama con él.

—En lo absoluto, es que me dejé llevar por el momento, ya sabes, el baile sensual, tus ojos celestes, pero lo he pensado mejor y no deseo propiciar algo que no va a funcionar, por lo menos no en esta dimensión—. Cuido lo que digo pensando en no lastimar su ego. Es bien sabido que rechazar un cerdo sexista con claras tendencias narcisista, podría afectarlo de por vida y parar al psicoanalista.

—Valería, tú en verdad eres estúpida, como dice mi viejo—. Abro desmesuradamente los ojos. El pervertido habla mal de mí, sin embargo, está loco con ligarme con el hijo. Maldito par de desgraciados.

—¡Pudrete, Jaime! —Le escupo con fuerza, mandando al demonio la consideración.

—¡¿Crees que puedes subir al cuarto de un hombre y salirte de rositas, así de fácil?! —Al escuchar lo que me grita comienzo a reír sonoramente, Jaime me mira frunciendo el entrecejo—. ¿Qué coño te sucede? —Pregunta con malas pulgas.

—Tú no eres un hombre, apenas llegas a ser un hijo de papi. Te aseguro que no sabes ni cómo darte la paja—. Le suelto con toda la saña posible. Jaime se pone rojo, a punto de derrame cerebral y tanto le afecta lo que he dicho que se me echa encima. Lo esquivo anticipando su reacción y me valgo de la cama para interponerla entre los dos

—Te voy hacer tragar tus maldita palabras, zorra, y luego te voy a coger, así que te aconsejo que tes prepares, porque esto es como hogarse, es más fácil si no ofreces resistencia—. Su amenaza es una clara señal de hasta dónde piensa llegar, sin olvidar que es más fuerte que yo y bloquea mi camino hacia la puerta. Esto sí puede ser un problema y salirse de proporción, así que aplico otra estrategia.

—Cálmate, no hay necesidad de llegar a la violencia, perdona. Es que a veces no me guardo lo que pienso—. Finjo que reconsidero mi postura y ayuda a que él baje la guardia

—Me alegro que entraras en razón, tampoco quiero ser brusco, así que no me obligue—. Al final me advierte, sin embargo, creo que se trago el anzuelo. Sonrío siguiendo la corriente. En estos momentos es fundamental mantener la calma si quiero salir bien librada de esta situación.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora