Mientras conduzco por la hermosa vía boscosa que conduce al hotel de montaña voy pensando, ni siquiera en el sistema de audio resuena algún hit de los que me gusta escuchar, de momento me concentro en manejar y en el ínterin pienso sobre el paso que estamos por dar. Podría parecer que me estoy entregando muy rápido a Alejandro, pero en silencio lo llevo esperando desde hace mucho tiempo. Tengo todos estos nuevos sentimientos acumulados en mi interior, que piden a gritos salir. Ansío acariciarlo, sentirlo mio por completo a través de mis manos, labios y olfato. No estaría mal expresar mis emociones y de retribución escuchar esas hermosas frases que me dice, con la ternura como me trata y habla, y esa mirada que me quema y despierta el anhelo de la mujer que soy. Eso me hace sentir Alejandro, que soy un mujer lista para el siguiente paso en mi sexualidad.
Oh, otra vez me he vuelto a poner nerviosa. ¿Y si no le gusto después de que estemos junto? Debí haberle dicho mi problema. No, tengo que enfrentar mis miedos, que éstos no impidan el disfrute de una sana relación sexual, con alguien que me gusta y me hace sentir bien. Me encanta lo alto y fuerte que parece, y cuando me rodea con sus brazos me siento protegida y segura, y no es una pose de súpermacho, pues Alejandro es cariñoso, amable y protector, aunque en algunas ocasiones saca un humor de perros y maldice con frecuencia, pero son todas estos rasgos de su personalidad lo que hacen que le quiera tanto. Deseo todo, lo bueno como lo malo.
Un aviso a la orilla de la carretera me indica que a 100 metros queda la entrada del hostal. Pulso la luz de cruce izquierda para anunciar mis intenciones a los vehículos detrás del mío. Diviso a la distancia el camino que sube y es momento de ir frenando. Por suerte no vienen carros en sentido contrario, así que tomo la vía alterna sin problemas. Mientras atravieso un arco de concreto con el nombre del lugar mi corazón se acelera de la mano con el pulso. Otra vez los nervios toman el control, ni lo bonito del hotel ni el paisaje de montaña que lo rodea me sosiega.
El Daewoo Cielo de Alejandro está estacionado frente a un corredor con helechos colgantes. En el lugar justo al lado aparco el Mercedes. Desde el interior del vehículo descubro que las habitaciones están dispuestas a todo lo largo del corredor. Es mejor que tener que entrar al hotel o pasar por recepción.
Bueno, a lo hecho pecho. Con valor salgo del vehículo e inmediatamente la puerta de una de las habitaciones se abre y es Alejandro que me recibe con una sonrisa. Se alegra al verme. Corro hacia él que me coge en brazos y me mete a la habitación. Así nos quedamos, abrazados, sin soltarnos.
—Viniste. Tenia miedo que te arrepintiera. Pero ya estás aquí, y yo estoy feliz—. Dice con una voz casi temerosa sobre mi pelo. Trago grueso. Es muy intenso lo que me hace sentir—. ¿No tuviste problemas en llegar? —Ahora pregunta de modo protector.
—Fue fácil—. Respondo refugiada en el calor que me presta su pecho.
Dejamos de hablar, pero seguimos abrazados tranquilos mientras escucho su corazón latir y ese golpeteo fuerte me agrada y logra que relaje la aprensión que amenazaba con hacerme huir. Siento cómico como no llego ni siquiera a su mentón, me cubre toda con sus brazos, sintiéndome capturada por un oso posesivo y cariñoso. Pero lo que más me deleita es su fresca aroma a limpio, a hombre. Comienzo a excitarme sólo con es pequeño detalle. Qué tonta soy, si ya puedo ir en busca de sus labios, saciar mis ganas de él. Eso hago, alzo la cara como declaración de intenciones y Alejandro inclina la suya y nuestros labios se encuentran en sincronía perfecta. Nos besamos con suavidad, toques cortos y delicados. Abro los ojos y me veo en el negro de su iris. Traslado los brazos de su cintura hacia su cuello, mientras Alejandro me toma por mi talle y me carga hasta quedar rostro con rostro. Hago lo propio y entrelazo mis piernas en su cadera y el beso se intensifica. Muerde mi labio inferior una y otra vez, intercalando chupetones, tal asedio sin cuartel envía hondas de placer directamente a mi ingle. Es estimulante como placentero gemir durante esa descarga desconocida hasta ahora para mí. De seguir recibiendo tal energía no tengo idea de lo qué pueda pasarme, pero presiento que será un descubrimiento fascinante y ansío que ocurra. Me muevo arriba y abajo y esa fricción contra su torso me conduce a lo inexplicable. Actúo por instinto, llevada a ojos cerrados por el deseo. Así se debe hacer, porque así se siente bien... Alejandro se detiene repentinamente y con la respiración entrecortada que se abre bajo su pecho me mira, ¿sorprendido?
ESTÁS LEYENDO
Cuando Tenga Alas ©
RomanceAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...